Una enseñanza de abril y para siempre

Inmediatamente después fueron las 72 horas en Playa Girón, y en ese breve lapso aprendimos que, aun cuando sea muy poderoso, el adversario nunca es invencible, y tal vez sea más vulnerable cuanto más poderoso.

Fue también una reafirmación de que el más insensato y artero de los enemigos es el más codicioso, y que los pueblos están dispuestos a desaparecer cuando saben que la ofrenda de la vida va por ellos mismos.

En Playa Girón nació la entereza que al año siguiente nos convirtió en unánime Maceo frente a la amenaza de muerte nuclear, y allí se fortaleció la convicción que ahora nos reparte por el continente como médicos y constructores y maestros.

En Playa Girón comprendimos que a partir de entonces los pueblos de América serían cada vez más libres, y que ellos nos requieren tanto como nosotros hubimos de necesitarlos cuando los cocineros mercenarios intentaron sembrar luto en el lodo de la Ciénaga.

En Playa Girón nos percatamos de la importancia de servirnos de nosotros mismos, y ser originales en la construcción de una sociedad equitativa y justa. En Playa Girón proclamamos que nunca habrá retorno al pasado, porque antes del desembarco de aquellos guerreros de compota, ya éramos un pueblo decidido por siempre a la victoria.

La victoria de Playa Girón no sólo fue la primera de la Revolución Cubana frente al imperialismo, fue además el inicio de una cadena de derrotas de un enemigo vencido en su impotencia. Sólo la impotencia explica la obcecación en un bloqueo estéril que no ha podido vencernos por hambre ni por enfermedad, y que ha servido para acrisolar el sentimiento de cubanía y consolidar la unidad de nuestro pueblo.

Sólo la necedad política explica el desesperado derroche de dinero para fascinar a egoístas y ambiciosos a pesar de nuestras reiteradas demostraciones de perseverancia en un proyecto que estamos dispuestos a cambiar en todo lo que deba ser cambiado. Si no hubiera sido tan obstinado, el imperio habría comprendido que el tiempo nos iba haciendo más fuertes a la sombra de la gloriosa memoria de Girón.

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