El impacto de las redes sociales sobre el ejercicio físico

Pero poco se había estudiado sobre el impacto positivo que pueden tener en la salud de las personas.

Sinan Aral y Christos Nicolaides, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), se cuestionaron sobre un tema en concreto: ¿pueden los cientos de miles de fotos y publicaciones sobre estilos de vida saludables que día a día se suben a Facebook e Instagram ser un incentivo para que las personas, por ejemplo, decidan comenzar a hacer ejercicio?

La respuesta que hallaron fue: sí. Y concretamente, que el ejercicio es contagioso cuando se muestra en redes sociales y puede motivar a otros a practicar actividades físicas, según explicaron en un estudio publicado en «Nature Communications», que incluyó el seguimiento durante cinco años a más de un millón de corredores.

Aral y Nicolaides encontraron incluso un patrón relativo al género: hombres y mujeres influyen en los hábitos de ellos, mientras que solo las mujeres pueden influir en los de ellas. Además, los corredores menos activos impactan a corredores más activos, pero no al revés, por alguna razón en la que no profundizan.

¿Pero cómo lograron llegar a esas conclusiones si en metodologías clásicas como las encuestas la gente dice hacer más ejercicio del que al final sí realiza? La respuesta estuvo en los «wearables», es decir, los dispositivos que se usan ahora para -entre otras cosas- medir los resultados de los entrenamientos.

Los investigadores lograron establecer una relación entre los kilómetros recorridos por todas las personas objeto del estudio (350 millones de kilómetros en cinco años), las ubicaciones geográficas, los vínculos en redes sociales (3,4 millones) y el número de publicaciones e interacciones.

En la presentación de los resultados, los investigadores apuntan, asimismo, que una publicación de una carrera de diez minutos puede incrementar en 5,3 minutos el rendimiento de su contacto en la red. Es decir, se busca superar a la persona que compartió su información.

La sensación de hacer ejercicio es absolutamente viral y propagable, de alguna manera, impacta en el inconsciente colectivo.

Otras miradas

Juan Cubaque, «coach» deportivo colombiano con 28 años de experiencia, se atreve a confirmar que, efectivamente, las redes sociales tienen una capacidad seductora para personas interesadas en el mundo «fitness», al punto que una imagen compartida puede ser decisiva para que alguien se decida a ingresar a un gimnasio.

«La sensación de hacer ejercicio es absolutamente viral y propagable porque, de alguna manera, impacta en el inconsciente colectivo. Además, es un tema aspiracional», subraya.

Sin embargo, advierte que esa misma necesidad de figurar en las redes sociales ha llevado a distorsionar el fin último de la actividad física: la vida saludable. «Se ha tornado en un tema desmedido porque lo que se ven son modelos por seguir. Incluso, muchísimas veces es más importante la selfi en el gimnasio que la productividad en un ciclo de entrenamiento», señala.

Lina Cortés Osorio, comunicadora social costeña, de 29 años, acepta que su actual vida «fitness» surgió en las redes sociales. Recuerda que alguna vez vio un video en Instagram de la cantante Maía haciendo ejercicios, le gustó y buscó a su entrenador personal. Desde entonces, realiza rutinas cinco días a la semana y sube tres videos.

«Sé que los videos pueden motivar a los demás porque a mí me pasó», dice y reconoce que desde que «postea» su actividad física en redes tiene más seguidores y personas que le preguntan por la forma cómo se cuida.

El contagio social

Un experimento aplicado en Facebook, que fue polémico en su momento por inculpar a la red social de una manipulación de sus usuarios, demostró también los alcances de la capacidad de contagio en estas plataformas.

En el 2012, unos 700.000 usuarios participaron sin saberlo en él y los resultados fueron publicados en la revista de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos.

Científicos de las universidades Cornell y California (Estados Unidos) buscaban comprobar la existencia del contagio emocional entre personas sin interacciones directas, sino a través de la red.

Para ello, Facebook cambió sin informar su algoritmo de difusión de noticias para modificar los contenidos que recibían las personas objeto del experimento. En concreto, querían saber si una cantidad determinada de mensajes positivos o negativos podía afectar las publicaciones en sus propios muros. Lo que en efecto ocurrió, según recoge la BBC.

«Los estados emocionales pueden transmitirse por un fenómeno de contagio, llevando a otras personas a sentir las mismas emociones sin que sean conscientes de ellas», explicaron los autores.

Los riesgos de la imitación

Para Sandra Herrera, psicóloga vincular, no todo es color de rosa en este tipo de influencias, pues, si bien las publicaciones haciendo ejercicio incitan a estilos de vida saludables, esos impactos pueden llevar a que, por ejemplo, las personas «lo hagan sin criterio y solo por seguir modas».

Acota que el riesgo de que esto suceda no es menor, sobre todo en personas con déficits sociales que a toda costa desean sentirse parte de grupos.

«El buscar la aceptación social puede ocasionar episodios obsesivos. Lo importante en cualquier caso es que decisiones como el empezar a hacer ejercicio se tomen porque se quiere bienestar y no por una presión social. De lo contrario se viviría todo el tiempo en una adolescencia permanente», argumenta.

Tomado de El Tiempo /  Editor: Conrado Vives Anias.

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