La excelente mala salud de Twitter

Los últimos cambios con los que la compañía ha tratado de enriquecer la experiencia de lectura incorporando el criterio de relevancia como alternativa al estricto orden cronológico provocaron una revuelta preventiva entre los defensores de las esencias que tomó cuerpo con el elocuente #RIPTwitter como tendencia mundial.

Pero quizá en este caso pueda volver a ser cierta la frase de Mark Twain («Las informaciones sobre mi muerte han sido notablemente exageradas»). Nunca una empresa tan cuestionada gozó de tanta proyección y visibilidad global.

Pese a la indudable hegemonía de Facebook como red social depositaria de las relaciones personales y de las emociones individuales, Twitter atesora algo que sigue haciendo valioso y atractivo participar, incluso como mero observador, de su coro de voces planetario.

Pese al ruido, lo desproporcionado de sus reacciones, el matonismo, la inercia hacia la superioridad moral y otros males propios del entorno, sigue siendo el lugar en el que estrellas y líderes de todos los ámbitos eligen hacer públicos sus movimientos y opiniones, y donde los deslices del pasado pueden resultar más nocivos para una reputación.

Es también ese espacio en el que cualquiera puede rozar o instalarse en la fama si acierta con el tuit adecuado en el clima de opinión propicio. Una fuente constante de actividad verbal y de ingenio en la que informarse, divertirse, reconocerse y reconocer, empatizar, polemizar, delinquir y medir adhesiones y vanidad.

En un contexto de relación intensiva con la pequeña pantalla del teléfono, el fluir incesante de tuits ofrece un alivio seguro para el horror vacui. Es, en suma, un océano abierto y público en el que los medios de comunicación han encontrado una fuente de información barata, instantánea y recurrente normalmente identificada como «lo que ocurre en las redes», ese microclima tan fácil de acotar pero ajeno casi siempre al mundo real.

Gracias al tratamiento digital del ingente rastro de datos que genera a diario, la tecnología que sostiene el funcionamiento Twitter nos ofrece la tinta con la que ver dibujados los latidos de actividad en sus dominios, los hitos de la conversación global.

Podemos interpretarlo como un sismógrafo de los estados de opinión en pequeños o grandes espacios. Efímeros, cambiantes, leves. Pero aún cargados de vida. Otra cosa distinta es cómo hacerlos económicamente sostenibles y cómo garantizar la relevancia de la plataforma, más allá del chiste rápido.

Editor: Conrado Vives Anias.

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