Washington mueve sus peones contra Cuba y Venezuela

Un escenario donde salieron a relucir sus asalariados fue la Subcomisión de Derechos Humanos de la Eurocámara, reunida en la capital belga el pasado 3 de abril de 2019, donde una de las más viejas marionetas de la Estación local de la CIA en dicho cónclave, la cubana nacionalizada española, Elena Larrinaga, proclamada representante del grupúsculo contrarrevolucionario Damas de Blanco en la península ibérica, expuso que «la situación en Cuba sigue igual, pese a la aprobación de la nueva Constitución”, la que calificó como una “operación de lavado de cara del régimen».

Ese mismo concepto lo manejan contra Cuba, el senador yanqui Marco Rubio, miembro de la mafia terrorista anticubana, el ex director de la CIA y actual secretario de Estado, Mike Pompeo, y Elliott Abrams y John Bolton, prueba de las órdenes que recibe la asalariada nacida en La Habana. Sus posiciones son bien conocidas en ese medio, entre ellas el apoyo que brinda a mercenarios como Guillermo Fariñas, Berta Soler y otros más, fabricados y pagados por Estados Unidos para sus campañas contra Cuba.

Las instrucciones que recibe Elena Larrinaga son precisas: entorpecer todo diálogo de la Unión Europea con la Habana y dificultar la colaboración económica.

Para intentarlo, ella propuso «no darle recursos al Gobierno cubano, porque no cree en los valores de la democracia», por supuesto al estilo de los imperialistas, pues para ellos democracia es no tener programas sociales para el pueblo, abandonar a su suerte a los que carecen de recursos económicos para pagar seguros médicos, dejar sin viviendas a los que no pueden liquidar sus hipotecas, discriminar a las mujeres y a los negros, permitir la compra de armas de alto poder de fuego que causan la muerte de cientos de jóvenes en las escuelas, no enfrentar el consumo de drogas, estimular una industria pornográfica, incluso con niños y otras más que en Cuba socialista no existen.

Entre otros argumentos sin base alguna, la discípula de los yanquis acusó a Cuba de «haber detenido a 150 jóvenes detenidos que pretendían ingresar ilegalmente en la ilegal Base Naval de Estados Unidos en la provincia de Guantánamo», según ella, por querer «escapar» de la Isla, acusación ridícula y desconocedora de las leyes internacionales que obligan a Cuba a no permitir la entrada ilegal en ese enclave militar.

El Gobierno cubano tiene que cuidar celosamente su frontera con esa Base yanqui, porque el 13 de marzo 1962 el entonces jefe de la Junta de jefes del Estado Mayor del ejército de Estados Unidos, General L. L. Lemnitzer, propuso al Secretario de Defensa un plan para justificar una invasión a Cuba con las tropas de su país y derrocar a la Revolución.

Entre las medidas de aquel plan estaba: «Organizar una serie de incidentes relacionados con la Base Naval en Guantánamo, de forma tal que diera la apariencia de haber sido realizados por fuerzas cubanas».

Sin embargo, Larrinaga no hace la menor denuncia de los crímenes que ejecuta Estados Unidos en su frontera con México, entre ellos separar por la fuerza a los padres de sus hijos menores, el encarcelamiento de centenares de centroamericanos que buscan trabajo y huyen de la violencia y el hambre en sus países, por cierto, ninguno con sistema socialista.

Menos aún acusa al Gobierno español y al marroquí, por los abusos y la represión en la frontera con Melilla y Ceuta, donde miles de africanos abandonan sus países capitalistas y son apresados y salvajemente reprimidos.

Siguiendo la línea actual de Washington de arreciar la guerra económica contra el pueblo cubano, Elena Larrinaga, cuestionó fuertemente a las empresas extranjeras que trabajan en Cuba, con los mismos argumentos que emplea Marco Rubio y otros mafiosos de Miami, de que no trabajan por «empoderar al pueblo cubano».

Para no dejar dudas de la misión que le encomendaron a la activista de la CIA, arremetió contra Venezuela siguiendo la misma cartilla que fabricaron los yanquis, de que «Cuba ha invadido a ese país por su propia supervivencia, ya que la inteligencia cubana controla la seguridad venezolana».

Otra de las fichas de la CIA en la Subcomisión de Derechos Humanos de la Eurocámara, puestas al descubierto por la desesperación de lograr una condena a Cuba, es la eurodiputada liberal «independiente», Teresa Giménez Barbat, quien reprodujo el mismo libreto que le entregaron a Larrinaga, apuntando que «Cuba continúa estando como estaba y en la Isla sigue habiendo un problema con el derecho a reunión y la libertad de expresión».

También arremetió contra la izquierda española y al partido socialista por «tratar de silencia la intervención cubana en Venezuela» y recalcó que ofrece su apoyo al ya desfallecido grupúsculo Damas de Blanco.

Siguiendo el destape de los «amigos» de la embajada yanqui, habló el eurodiputado «socialista» portugués Francisco Assis, quien atacó a Cuba, calificando a su gobierno como «una dictadura», condenando la inventada «falta de libertad y la miseria», pero no denunció la guerra económica, comercial y financiera, impuesta por Estados Unidos para matar de hambre a los cubanos.

El diputado portugués debería leer un poco de la historia de Cuba, a fin de no hablar tantas sandeces. Bastaría con estudiarse un memorando de la CIA, ya desclasificado, donde se afirma:

«La actual política de los Estados Unidos respecto a Cuba tiene por objetivo aislarla del hemisferio occidental y del resto del mundo libre, y ejercer la mayor presión posible…para evitar la consolidación y estabilización del régimen Castro-Comunista. […] El programa de Acciones Encubiertas de la CIA ha sido diseñado para apoyar otras medidas gubernamentales, con el fin de incrementar e intensificar las presiones contra Castro […] Estas medidas han sido en buena parte responsables de las actuales dificultades económicas de Castro, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de Guerra Económica».

Estos momentos son interesantes porque se revelan los colaboradores de la CIA y las orientaciones que reciben, quedando en evidencia sus fines, mientras Cuba continua su camino soberana e independiente.

Ante marionetas como estas, José Martí expresó: «La dignidad propia se levanta contra la falta de dignidad ajena».

* Tomado del sitio web Cubainformación

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