Un combate heroico tras las rejas

Entonces, según se hace conocer en el libro “Clandestinos en Prisión“, allí existían 1800 hombres considerados como presos del Estado. De estos 467 eran presos políticos, de los cuales 40 solamente eran ya sancionados y el resto sin juzgar, considerados “depósitos del Vivac”.

Por entonces, el Movimiento 26 de Julio producía acciones que significaban la reactivación de la lucha armada que no culminaría hasta el triunfo de  la Revolución el 1ro. de enero de 1959. Días antes del 1ro. de agosto y con motivo del quinto aniversario de los combates producidos el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, las milicias habaneras del Movimiento hicieron estallar cerca de 20 bombas en diferentes puntos de la capital sin causar muertes ni heridos, poniendo en jaque a las fuerzas represivas.

En el interior del Castillo del Príncipe se vivía desde hacía meses, un ambiente caldeado debido a las medidas coercitivas que se aplicaban a los presos ya juzgados y condenados, así como las que estaban pendientes de ser llevados a los tribunales.

Entre los antecedentes que produjeron el alzamiento revolucionario en el Castillo del Príncipe, fueron las detenciones que se producían, a la salida de la prisión, de revolucionarios, que ya en libertad eran secuestrados y  sometidos a interrogatorios, torturas y desapariciones.

A lo anterior se agregaba la limitación a tres minutos de visitas de los familiares de los presos que se hallaban en el Vivac, así como maltratos a algunos de ellos, en particular a las madres.

La reacción de los presos no se hizo esperar. Inicialmente, comenzaron a cantar el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio, a la vez que se producían sacudidas de rejas y golpes en las paredes, en señal de protestas, situación que se fue incrementando hasta quedar fuera del control por parte de los custodios del penal. 

Los presos políticos acudieron al lanzamiento de pomos, botellas, a la vez que se quemaban las colchonetas, desarmándose las literas y tomando las patas de los tubos como armas de combate.

Desde estas galeras de la prisión del Castillo del Príncipe los presos protagonizaron una huelga sin precedentes el 1ro de Agosto de 1958La resistencia fue impresionante, la unidad revolucionaria, ejemplar, hasta que hicieron su aparición los asesinos Esteban Ventura, Pilar García, Conrado Carratalá, Orlando Piedra y otros respaldados por una gran cantidad de fuerzas militares.

Entonces, el volumen de fuego contra los presos políticos aumentó y pronto la sangre de éstos comenzó a correr por las distintas galeras. Los asesinos cobrarían la vida de tres revolucionarios: Reynaldo Gutiérrez Otaño, de 19 años, Vicente Ponce Carrasco, de 25 y Roberto de la Rosa, de 39.  Muchos otros recibieron heridas producidas por armas de fuego, unas de gravedad y otras leves.

El uso de la fuerza quiso ser justificado por los jefes policíacos como una respuesta a un intento de fuga de presos.

Para denunciar la realidad de lo sucedido familiares de los presos políticos escribieron al Cuerpo Diplomático acreditado en Cuba, mientras el Frente Cívico de Mujeres Martianas lo hacía a la Cruz Roja Internacional, a la que también se dirigieron los presos políticos que guardaban prisión. No hubo condena alguna a lo sucedido.

En solidaridad con aquella demostración de valentía, la misma noche del 1ro. de agosto, 34 bombas fueron estalladas por los combatientes clandestinos del Movimiento 26 de Julio, sin causar lesiones algunas a la población.  El 8 de agosto, desde la Sierra Maestra y por Radio Rebelde, se difundió un editorial acusando a la tiranía de haber cometido un nuevo acto de barbarie.  Al final del editorial se decía:

Compañeros presos políticos: la hora de la liberación se acerca: Millones de hombres traspasan los muros carcelarios de la Tiranía y se unen a ustedes. Miles de combatientes abrirán muy pronto las puertas de la Libertad…

 

 

 

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