Un lema de abolengo

El lema del título pudiera ser “arriba los ricos, abajo los pobres” . Pareciera algo burdo, pero lamentablemente es tan cierto como el día y la noche. Es como el grito asesino del diablo, empeñado en hacer insoportable nuestro mundo. El lema aludido fue siempre así y sigue siendo, porque nació anómalo y esencialmente injusto, es como un monstruo sanguinario de una película de horror empeñado, a cualquier precio, en continuar su trayecto.

Hoy, Estados Unidos, como nunca antes, se nos muestra arrogante y brabucón como vulgar guapo de barrio, es decir, pasó del  engaño diplomático, los tratados de “reciprocidad”, los golpes de Estado, a desvestirse  como dama impura,  y exhibirse tal cual es, unas veces como protagonista principal de las guerras y otras detrás de la cerca dirigiendo las operaciones allende sus mares.

Y su maldad es tanta que no solo tiene al mundo en peligro mortal de una tercera hecatombe; es que el sistema putrefacto que rige en EE.UU.,  desde hace mucho ya afecta, como un boomerang, a las capas más humildes de su propia sociedad.

Vea usted unos pocos datos que demuestra lo dicho: nueve (9) millones de niños viven en la pobreza, mientras que 975 millones de estadounidenses son multimillonarios, con un capital entre todos de 4,45 billones de dólares;  y las 20 personas más ricas del imperio acumulan la cifra de 1,6 billones de dólares. Vea 3 ejemplos adicionales agraciadas por el gran capitalismo: Elon Musk posee 251 mil millones, Jeff Bezos 151, y Bill Gates 106 mil.

En contraposición la tasa de pobreza en general se incrementó de 7,8% de la población a 12,4, según la Oficina del Censo del propio gobierno.

Todo esto ocurre, entre otros motivos, porque las clases medias y altas disfrutan de gran prioridad por la reducción de sus impuestos, en vez de ayuda a los pobres, según ha manifestado el sociólogo norteamericano Mathew Desmord. Es decir, en pocas palabras, el disfrute es para los ricos, según ellos por  “ordenanza divina”, y los pobres a continuar esperado para dejar definitivamente de dormir en las calles de su país rico o, quizás, contar con un empleo digno, y hasta lograr no enfermarse para no tener que ser despreciado en un hospital por no tener seguro médico.

La explicación más sencilla de tanto atropello es que el sistema capitalista lleva intrínseco la desigualdad entre las clases.

Es como un problema congénito desde que nace;  algo inversamente proporcional: el rico lo es porque promueve pobreza, y los pobres lo son porque existen los ricos a costa de la injusticia social que es la base fundamental en la que se apoya el gran capital.

Pero ¡qué desastre tiene que afrontar la clase de los marginados! Pérdida de empleo, imposibilidad de pagar el alto costo de la salud, la facilidad para obtener droga o una arma de fuego, el incremento de los suicidios que ya se convierte en la segunda causa de muerte en adultos de 25 a 44 años hasta el 2022, teniendo en cuenta que en el año precedente era la cuarta causa, según estudio de la Universidad John Hopkins.

Definitivamente, esto sucede en el país de las grandes libertades, tantas que ahogan a los pobres; y de los derechos humanos violados.

Finalmente, quiero traer al tema a nuestro Fidel Castro, en una de sus brillantes ideas que pronunciara en ocasión de un 10 de diciembre “Día de los Derechos Humanos”:

“Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan; hablo en nombre de los enfermos que no tienen medicinas; hablo en nombre de los que se les ha negado el derecho a la vida y la dignidad humana”

Autor

  • Silvio José Blanco Hernández

    Silvio José Blanco Hernández. Colaborador del Portal de la Radio Cubana. Destacado y multipremiado periodista, escritor, asesor y analista de información. Es autor de libros como "La radio, técnica, arte y magia", y "Los programas informativos de la radio... Y algo más", entre otras obras y materiales investigativos con importantes aportes metodológicos al medio radial.