Un mal cubano y sus tropelías

Pero a este señor no le basta  ladrar constantemente en su empeño criminal para destruir a su país natal y a la valiente nación bolivariana.

También se ha convertido en defensor a ultranza de la posesión de armas de fuego en manos de los aproximadamente 300 millones de norteamericanos y también de la sacrosanta NRA (Asociación Nacional del Rifle), que tanto daño y sufrimiento ha causado al pueblo norteamericano, amparada en la II Enmienda de la propia Constitución de Estados Unidos.

Nada le importa a este «ilustre» personaje que el país del norte cuente con la mayor tasa de muertos y heridos a causa de las armas de fuego en manos de su población, y mucho menos el sufrimiento de los familiares cuando ven caer, abatidos por las balas, a sus hijos dentro de su propia escuela.  

Quizás lo más curioso de todo es que ni siquiera siente una pizca de vergüenza ante las pavorosas estadísticas emitidas por las organizaciones e influyentes medios de comunicación.

Veamos solo algunos datos: entre enero y octubre de 2017 fallecieron en EE.UU. 545 niños por disparos; hubo 274 tiroteos masivos; 46 mil 595 incidentes de violencia con armas de fuego, y un  resultado de 11 mil 652 muertes y 23 mil 516 heridos (no se incluye los 22 mil suicidios anuales que se producen aproximadamente).

Pero este macabro cuadro estadístico es un resultado no solo del propio sistema que lo produce. Es también porque este y otros personajes iguales a Marco Rubio corren detrás de un camino que les conduce al dinero sucio que los envilece.

Es decir, para ellos dejan de tener importancia las muertes, en la misma medida que engordan sus arcas personales.

¿Alguien ha conocido a un millonario preocupado por esta situación? Naturalmente, no es solo el senador Rubio, que ha recibido por sus servicios a la NRA  3 millones 300 mil dólares; hay una gran lista, por supuesto, presidida por el todopoderoso Donald Trump como máximo servidor de la tenebrosa entidad, a la que se añaden Carlos Curbelo con 75 mil 425 dólares, e Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz con 32 mil dólares cada uno.

Fíjese usted cómo andan las cosas en el imperio. Una sola empresa yanqui tiene tal dominio que llega a impedir leyes del propio Congreso de Estados Unidos que pretendan, sino eliminar las armas en manos de la población, al menos aliviar en parte una situación tan desastrosa para cualquier país como la muerte causada por armas de fuego dentro de su propio territorio.

Y a todo esto hay que añadir el cinismo inaudito del presidente de la nación que llega a recomendar la entrega de pistolas a los maestros para puedan defenderse.

Es decir, a) convertir al maestro en policía, b) mantenerlos en permanente inquietud en espera de ser atacado y el consiguiente daño mental que ello produce, c) ser la primera víctima, pues por lógica el atacante disparará primero al que tiene la pistola a fin de inutilizarlo.

¿No se le ocurrirá otra cosa que no sea tan estúpida? Bien, no es posible pedir peras al olmo.

Y para colmo, aunque parezca increíble, estos señores y señoras invocan a Dios al concluir sus discursos.

No importa que hayan hablado de guerras contra «países canallas», o la necesidad de incendiar a Corea del Norte, o hasta el mismo Harry Truman cuando decidió lanzar las bombas de Iroshima y Nagasaki en 1945.

En definitiva es la perversidad llevada a límites insólitos, tanto que insulta la conciencia de creyentes y no creyentes o, sencillamente, millones y millones de gente honesta.

Cómo dudarlo si son de la misma jauría de aquellos que enviaban a sus soldados para exterminar a tribus de indios pacíficos que «entorpecían» la expansión de sus tierras. Así eran, así son, y veremos si mañana seguirán igual, todo depende de los pueblos, en primer lugar el estadounidense, el mismo que impida la acción de Marco Rubio y otros de su misma comparsa.

 

 

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