Una revolución que transformó la historia

Estudiosos e historiadores definen este hecho como «Alzamiento de Octubre» o «Alzamiento del veinticinco de Octubre», igual que lo hace en sus artículos el líder de los bolcheviques, Vladimir Ilich Lenin.

En los tiempos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el alzamiento se llamó «La Gran Revolución Socialista de Octubre», y en estudios europeos aparece como «La Revolución bolchevique» y «La Tercera Revolución Rusa».

Es menester señalar que la «Primera Revolución Rusa» tuvo lugar entre los años 1905-1907 y que condujo a las reformas en el campo ruso y a la creación del primer Parlamento nacional, la Duma estatal que, sin embargo, no limitó el poder del monarca ruso Nicolás II.

Ya en febrero de 1917-en medio de las derrotas de Rusia en la Primera Guerra Mundial y la profunda crisis económica y social-, se produjo la Segunda Revolución, que llevó a la abdicación del zar y a la creación de un Gobierno provisional que debería preparar las bases del régimen republicano y parlamentario.

De este modo, el levantamiento armado de octubre de 1917 dio paso a la Tercera Revolución Rusa.

Los aniversarios de la Revolución de Octubre se conmemoraban en la antigua Unión Soviética el día siete de noviembre. Esta fecha se debe a que en 1918 los bolcheviques adoptaron oficialmente el calendario gregoriano (estilo nuevo), según el cual estalló el siete de noviembre, en lugar del veinticinco de octubre como correspondía al calendario juliano (estilo antiguo), vigente en aquel año.

La participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial provocó una crisis económica y política profunda. Las bajas sufridas en el frente debilitaron la imagen del régimen imperial del zar Nicolás II.

Las aldeas quedaron devastadas con los quince millones de hombres alistados en el Ejército. En el campo ruso las reformas de la propiedad y distribución de tierras iniciadas por el primer ministro Piotr Stolypin quedaron paralizadas. Había una escasez generalizada de alimentos. Los obreros, con sueldos bajos, hacían jornadas de hasta catorce horas.

A finales de febrero de 1917 en Petrogrado comenzó una rebelión protagonizada por los soldados de los regimientos de reserva. Se organizaron manifestaciones y protestas y las fábricas de la capital y más tarde las de la mayoría de las ciudades del país se declararon en huelga.

El dos de marzo el zar Nicolás II abdicó a favor de su hermano, el gran príncipe Miguel. Firmó el acta dentro de un vagón del tren imperial detenido en la estación de Pskov pero Miguel tampoco quiso ser monarca de Rusia y rechazó la corona.

En el país se estableció un doble poder: por un lado, el Gobierno provisional, compuesto por representantes de los partidos democráticos liberales y presidido por Gueorgui Lvov, y por el otro los sóviets, consejos de representantes de obreros y soldados.

Los sóviets del Ejército (en total unos 50 000) y, en especial, en la flota del Báltico, fueron la fuerza motriz con la que los bolcheviques aspiraban a tomar el poder.

En unos 59 centros industriales de Rusia fueron elegidos 1429 sóviets de obreros. Sin embargo, los bolcheviques en la primavera de 1917 no controlaban la mayoría de los consejos, que estaban dominados por el ala moderada y liberal del partido comunista, los mencheviques.

En cualquier caso, los sóviets se convirtieron de facto en el Gobierno paralelo del país. En los meses siguientes el Gobierno provisional no detuvo la guerra ni adelantó la reforma agraria.

La situación económica y social continuó deteriorándose. Se formó un nuevo gabinete de ministros, presidido por Alexandr Kérenski. En julio de 1917 los monárquicos protagonizaron un intento de golpe de Estado.

El comandante jefe del Ejército ruso, Lavr Kornilov, envió regimientos de cosacos a Petrogrado para destituir el Gobierno provisional y disolver los sóviets. El intento de golpe fracasó pero el Gobierno provisional lo utilizó como pretexto para a su vez disolver los sóviets, establecer la pena capital en el Ejército y en la Marina de guerra y emprender de nuevo las ofensivas en los frentes.

Los bolcheviques pasaron a la clandestinidad pero no abandonaron los preparativos para la toma del poder. Para el comienzo de otoño los bolcheviques y sus aliados, los socialistas revolucionarios, eran la principal fuerza opositora capaz de organizar la nueva revolución, esta vez bajo consignas socialistas. Uno de sus lemas principales fue el fin de la guerra.

En octubre de 1917 Vladimir Ilich Lenin llegó a Petrogrado y procedió a detallar el plan del levantamiento armado. Algunas de sus indicaciones expresaban lo siguiente: «La historia no nos perdonará que no tomemos el poder inmediatamente»; «cualquier contemporización equivale a la muerte»; «ocupar y conservar a costa de cualquier sacrificio el teléfono, el telégrafo, las estaciones de trenes, los puentes»; «audacia, más audacia, siempre audacia»; «que las clases dominantes se estremezcan con la revolución comunista».

Las «clases dominantes» se dieron cuenta de la amenaza que representaban los bolcheviques y a finales de octubre de 1917 el Gobierno provisional dio la orden de trasladar a la línea del frente los regimientos de la guarnición de Petrogrado que estaban a favor de los revolucionarios y sus periódicos fueron clausurados.

Mientras tanto, los bolcheviques ya habían detallado el plan operativo para el alzamiento. En las fábricas se organizaron destacamentos de «guardias rojos», pero la fuerza del ataque principal, según los planes esbozados hacía varios meses,  deberían ser los marineros de la flota del Báltico.

El veinticuatro de octubre en el estuario del río Neva que atraviesa Petrogrado entraron el crucero Aurora y varios buques torpederos.

De esta manera el reportero norteamericano John Reed no vio muertos en Petrogrado, solo algunos heridos. En realidad, en la otrora capital rusa no hubo derramamiento de sangre.

El veinticuatro de octubre el Comité Revolucionario Militar, presidido por Lev Trotski, ejecutando el plan de Lenin, mandó a los destacamentos de los marineros de la flota del Báltico y a los guardias rojos a ocupar estaciones ferroviarias, correos y telégrafo centrales, estaciones telefónicas, bancos y puentes levadizos. Los insurgentes no encontraron resistencia organizada.

La guarnición militar de la ciudad mantuvo la neutralidad o se unió a la revolución. En la madrugada del veinticinco de octubre en el Estado Mayor de los revolucionarios, el Palacio Smolny, apareció Lenin.

El líder de los bolcheviques insistió en la detención de los miembros del Gobierno provisional, que permanecían en el Palacio de Invierno.

A pesar de que los bolcheviques ocuparon el telégrafo, los ministros aún se podían comunicaban con el exterior a través del envío de órdenes y mensajes que convocaban a los regimientos cosacos que estaban afueras de Petrogrado a defender el Gobierno.

Varios días después se supo que en la azotea del edificio del Estado Mayor General del Ejército ruso, ocupado por los guardias rojos, se encontraba un punto secreto de comunicación telegráfica que no había sido detectado, y un oficial despachaba las órdenes del Gobierno provisional. Pero ya nadie quería acudir en su ayuda.

Con los ministros en libertad los bolcheviques no podían proclamarse vencedores. Lenin y Trotski ordenaron el asalto al Palacio de Invierno. A las diez de la noche un cañón de la fortaleza de Pedro y Pablo disparó al aire: en seguida se produjo el disparo de salva del crucero Aurora, anclado en el río Neva.

Al recibir la señal, los destacamentos de guardias rojos se lanzaron al Palacio de Invierno a través de la plaza del Palacio.

De acuerdo con el relato de Reed, en las puertas del palacio hubo confusión. Los cadetes de las escuelas militares, leales al Gobierno provisional, al principio comenzaron a desarmar a los atacantes.

Cuando el número de guardias rojos que iba llegando al palacio superó al de los cadetes, estos fueron a su vez desarmados.

Los revolucionarios penetraron en el palacio y comenzaron a saquearlo. Los comisarios de los destacamentos gritaron: «¡No toquen nada, ahora todo es propiedad del pueblo!». El saqueo se detuvo y en las salidas se establecieron puntos de registro.

Los ministros del Gobierno provisional, a excepción del presidente, Alexandr Kérenski, fueron arrestados y conducidos a la fortaleza de Pedro y Pablo.

En lo que respecta al jefe de Gobierno, en sus memorias escribió que pudo salir del Petrogrado gracias a la ayuda de la Embajada de los Estados Unidos. Los diplomáticos le prestaron un automóvil con placa y bandera estadounidense, lo que le permitió abandonar la capital sin ser revisado por las patrullas bolcheviques.

Mientras tanto, los historiadores de la época soviética afirmaron que Kérenski huyó disfrazado de enfermera militar. La versión de la Embajada norteamericana afirma que el automóvil y la bandera habían sido confiscados por los guardaespaldas del jefe del Gobierno provisional.

El veintiséis de octubre Alexandr Kérenski se presentó ante Piotr Krasnov, comandante de la tercera división de caballería cosaca. Juntos prepararon el plan de la marcha hacia San Petersburgo para derrocar a los bolcheviques.

Los cosacos avanzaron hacia la ciudad de Gátchina, a unos treinta y cinco kilómetros al suroeste de San Petersburgo. Mientras tanto, Lenin y Trotski enviaron contra unos 700 cosacos más de 5000 marineros y guardias rojos. Tras breves combates, los cosacos se rindieron. Kérenski de nuevo emprendió la huida.

John Reed estuvo en Gátchina para informar sobre la revuelta. Llegó al frente con un pase expedido en el Palacio Smolny, Estado Mayor de los bolcheviques.

Presentó el documento a una patrulla pero desgraciadamente los soldados eran analfabetos y por lo tanto no pudieron leer que Reed estaba «autorizado para cubrir los acontecimientos revolucionarios en Rusia para la prensa socialista y hermana americana».

Al reportero lo pusieron contra el paredón para fusilarlo pero, en el último momento, apareció una persona que sabía leer.

Luego de arduas batallas, Lenin proclamó el triunfo de la revolución. El congreso aprobó un mensaje a todos los ciudadanos de Rusia en el que se anunciaba la caída del Gobierno provisional y la toma del poder por el sóviet de comisarios del pueblo.

Lenin fue elegido su presidente, Trotski encabezó la comisaría de relaciones exteriores y Iósif Dzhugashvili, el nombre real de Stalin, se ocupó de las minorías étnicas.

El congreso de los sóviets aprobó la paz que suspendió unilateralmente la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial y propuso a Alemania un tratado bilateral.

De esta manera el nuevo poder soviético rompió la Triple Entente -unión militar y política con Francia y Gran Bretaña-, dentro de la cual estuvo combatiendo contra Alemania y el Imperio austro-húngaro durante la Primera Guerra Mundial.

Los bolcheviques ofrecieron a Alemania y a los demás países firmar una paz «sin reparaciones ni contribuciones». El nuevo poder soviético aceptó la pérdida de enormes territorios ocupados por el Ejército alemán.

La paz fue firmada en la primavera de 1918 en la ciudad de Brest-Litovsk. En los años posteriores se promulgaron diversos decretos que cambiaron el régimen económico, político y social del Imperio ruso.

Tras la guerra civil, se fundó en 1922 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el nuevo Estado socialista existió hasta el año 1991.

La planificación minuciosa y científica de la lucha, como un verdadero «teorema matemático», puso en evidencia la enorme capacidad que Lenin, Trotsky y los Bolcheviques tenían del manejo de lo que Federico Engels llamó «el arte de la insurrección».

 

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