Partido Comunista de Cuba: espejo de la unidad y la independencia

Estas palabras del líder indiscutible Fidel Castro Ruz, cobran hoy especial significación a pocos días de celebrarse el Séptimo Congreso de la fuerza política rectora de la sociedad cubana, devenida heredera de las mejores tradiciones patrióticas, combativas y revolucionarias que enaltecen al pueblo cubano.    

Precisamente, el PRC constituye la expresión más acabada del concepto de la UNIDAD defendido hasta su último aliento por José Martí, apóstol de la independencia nacional, y que concreta también el sueño de una República con todos y para el bien todos.      

En el año 1973, el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, afirmó en la provincia de Camagüey que el Partido Comunista de Cuba representa la unión de todos los revolucionarios, de todos los patriotas para dirigir la Revolución y para hacer la Revolución, para cohesionar estrechamente al pueblo.

La continuidad histórica de ese pensamiento tuvo como antecedente la labor de Martí para lograr la unidad de todos los hombres y mujeres de buena voluntad en torno a la libertad, independencia y soberanía de la mayor de las Antillas.

Luego de un período de Tregua Fecunda, entre las guerras independentistas, el Apóstol tuvo la visión de que para lograr ese objetivo era imprescindible aunar mentes y corazones, tanto dentro como fuera de la isla.

En un largo periplo por la América, hasta las entrañas de Estados Unidos, Martí no descansó hasta conseguir el apoyo que necesitaba la lucha por la definitiva liberación de Cuba de las garras del colonialismo español.

Para ello, era necesario crear una organización política capaz de erguirse como escudo en la defensa de los sueños y anhelos de los cubanos, dispuestos a librar batallas en la manigua redentora y construir una nueva República.

El partido creado por Martí fue concebido, ante todo, para alcanzar la liberación nacional, algo inédito hasta entonces.

Para lograrlo se proclamó desde su fundación como frente único por la independencia en el cual se agruparan todas las fuerzas vivas de la Patria, mientras, hasta ese momento los partidos representaban sólo a una clase o a determinados grupos sociales.

De esta manera, por su composición y las tareas que se planteaba, el PRC era cualitativamente distinto a sus similares de su contexto.

Fue el organizador de la guerra. A diferencia de los restantes partidos, que centraban su atención en programas y propaganda electoral y la obtención de cargos políticos, el PRC recaudó fondos, educó jefes, organizó un ejército, preparó expediciones y generó todo un movimiento insurreccional con el fin de facilitar la independencia de Cuba.

El PRC no sólo organizó la insurrección, sino que también se propuso tareas para cumplir después de alcanzada la independencia.

Se trazó objetivos internacionalistas, no sólo luchar por la independencia de Cuba, sino fomentar y ayudar a la de Puerto Rico y, en un sentido más amplio, «impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

La estructura del Partido martiano a diferencia de los ya existentes, fue creada de abajo hacia arriba, apoyándose en una amplia base masiva (clubes) y órganos dirigentes pequeños (Delegado y tesorero a nivel de todo el Partido y residente y secretario en los cuerpos de consejo).

De esta manera, por su concepción, fue un Partido de masas, cuya estructura le confería fuerza y organización, al pertenecer todos sus miembros a asociaciones de base, al tiempo que lo reducido de sus órganos dirigentes le permitía tomar decisiones con rapidez y mantener una gran compartimentación en las labores conspirativas.

En el Partido imperaba una amplia democracia, basada en dos aspectos: elecciones secretas anuales de todos los cargos y amplia divulgación, dentro y fuera de sus filas sobre todas las cuestiones, siempre que no afectara la compartimentación necesaria para los preparativos de la guerra.

El Partido Revolucionario Cubano supo, además, combinar el trabajo legal con la actividad clandestina, de manera que ni los propios emigrados llegaron a conocer la inmensa labor organizativa desplegada por Martí.

Al producirse el fracaso del plan de Fernandina, por ejemplo, causó gran sorpresa entre ellos saber que los recursos recaudados centavo a centavo habían permitido preparar una expedición de tal envergadura.

La concepción martiana sobre el Partido fue novedosa, clara y precisa. Consistía en crear un instrumento político para organizar y preparar la guerra, y para encabezar la fundación de la Patria; una organización en la cual coexistieran de forma armónica una auténtica democracia y una dirección casi unipersonal, materializada en el Delegado electo.

Ese órgano agruparía a quienes estuvieran firmemente decididos a luchar por la independencia de Cuba y comprendieran que para ello resultaba necesario organizarse como Partido. Debía asimismo, llevar a cabo una labor proselitista mediante la cual pudiera captar cada vez más fuerzas para la causa patriótica.

La labor organizativa y propagandística de Martí fue incesante durante estos años. Constantemente pronunciaba discursos en reuniones de los emigrados, especialmente en los aniversarios del 10 de Octubre, en los que llamaba a organizarse y unirse para la entrada en la nueva y definitiva etapa de la Revolución iniciada en Yara.

Bono o cuota entregada a los que donaban al PRCAl calor de su prédica, por doquier empezaron a surgir asociaciones patrióticas de los emigrados cubanos, solo faltaba unirlas.

Lo más importante no era la cantidad de integrantes, sino su amor patrio, empuje y honradez; solamente así podría establecer sólidos vínculos con las masas trabajadoras.

En consonancia, de las Bases del PRC se deriva la concreción en síntesis de las ideas políticas martianas, con un programa que contempla la vertebración y la unidad del movimiento revolucionario para instaurar un gobierno de tipo republicano.

Asimismo, se manifiesta que el PRC «reunirá los elementos de revolución existentes y allegará sin compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno, cuantos elementos nuevos pueda, a fin de fundar en Cuba por una guerra de espíritu y método republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos».

El Partido se propuso establecer discretamente con los pueblos amigos relaciones que tendieran a acelerar, con la menor sangre y sacrificios posibles, el éxito de la guerra, y la fundación de la nueva República indispensable al equilibrio americano.

En la actualidad se puede constatar la coincidencia de principios mantenida a lo largo del tiempo y que pervive hoy con el Partido Comunista de Cuba (PCC), como ente defensor y continuador de los ideales del Apóstol.

De modo que si Martí se refiere a una República «con todos y para el bien de todos», en el contexto actual ello conserva vigencia con el objetivo de impulsar el desarrollo de un socialismo próspero y sostenible, destinado a mantener las conquistas sociales.

A ello se suma que en más de medio siglo de Revolución, Cuba mantiene su firme respaldo a la solidaridad internacionalista, a sus convicciones latinoamericanistas y a la integración de los pueblos de Nuestra América, y ratifica su apoyo a la causa del pueblo boricua por su independencia, consolidando el carácter antiimperialista del proceso político-social iniciado el 1ro. de enero de 1959.

La celebración del foro de los comunistas cubanos coincide con el aniversario 55 de la Victoria de Playa Girón, considerada la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América Latina. De ahí que las razones son más que suficientes para trazar los nuevos derroteros de Cuba en un mundo complejo y cambiante.  

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