Los azares de la vida o del amor, cabe decir, me llevaron a Santiago de Cuba. Allí viví por algo más de 8 años y con orgullo digo que soy un habanero convertido en santiaguero.
El matrimonio causante de mi «santiaguerización» fracasó. Pero allí me mantuve, cumpliendo con mis funciones de inversionista principal de la ampliación del Aeropuerto Internacional Antonio Maceo, de la Ciudad Héroe; por aquel entonces, una de las obras principales del IV Congreso de Partido.
Tras vivir en albergues de los constructores, me fue asignado un apartamento, medio básico del aeropuerto en un edifico 18 plantas de la calle Garzón, acabadito de terminar. Allí me mudé sin muebles. Las primeras semanas dormía sencillamente en el piso, hasta que conseguí un catre.
Mi hijo continuó viviendo en casa de los padres de su madre, en la calle Independencia del reparto Sueño.
A diario lo iba a ver, ya fuera para llevarlo o traerlo del Círculo Infantil o sencillamente para juagar con él.
Yo recorría todo Santiago a pie.
A veces el chofer que trabajaba conmigo me dejaba en casa de mi hijo y allí estaba un rato con él.
Apareció una novia. Ella vivía en un apartamento con sus padres, de otro 18 plantas, el primero que se construyó en Santiago, que queda en la Carretera Central.
Entre su edificio y el mío queda exactamente el Cuartel Moncada.
Así, mi recorrido diario en amaneceres y noches, entre Sueño, la casa de la novia y mi apartamento, me hacía pasar, obligatoriamente, por aquellos históricos muros y la entrada principal del cuartel.
Siempre, siempre evocaba el recuerdo de aquellos valerosos hombres, asaltando aquel lugar lleno de soldados.
El ejemplo de ellos nos fue vital.
En la sala de la Corte, el día que leí mi alegato, sabiendo que me darían una cadena perpetua, llevé conmigo un librito de La Historia me Absolverá y lo puse frente a mí cuando comencé a hablar.
Mañana va René a la celebración de este trascendental 26 de Julio.
Los cinco, iremos a Santiago.
Cinco abrazos.
Toniano