Diez Nieto, ovación en la despedida

Los aplausos prolongados y sostenidos de sus familiares, colegas, discípulos y gente que mucho quiso al decano de los compositores cubanos exaltaban el valor de una obra imprescindible en el repertorio de la música insular de concierto del siglo XX, la prodigalidad de un ejercicio pedagógico y la entrega infinita a la promoción de los rasgos representativos de la identidad nacional.

En vida fue reconocido con la Orden Félix Varela de Primer Grado, el Premio Nacional de la Música, el Premio Nacional de la Enseñanza Artística, la condición de Miembro de Mérito de la Uneac (integró su Consejo Nacional y participó activamente en los Congresos de la organización y los Festivales de La Habana de música contemporánea) y el título Maestro de Juventudes otorgado por la AHS.

El compositor Alfredo Diez Nieto minutos antes de recibir el título Honoris Causa, en el Instituto Superior de Arte. Foto: Yander Zamora

Pasión e inteligencia puso en cada partitura; la pasión de quien nunca escribió un solo acorde ajeno a su estado de ánimo, e inteligencia para aplicar el máximo rigor posible al acto creativo. Estudió y conoció como pocos en nuestro medio las corrientes y estilos de los compositores europeos, de Bach a Debussy, de Beethoven a Mahler, Bruckner y la segunda escuela de Viena, pero con la mente afilada y el corazón despierto optó por ser continuador de la vanguardia nacional conquistada por Roldán y Caturla.

Ello se aprecia en la mayor parte de su catálogo, que incluye tres sinfonías, y obras para solistas y diversos formatos instrumentales. Vale la pena detenerse particularmente en la pianística en un recorrido que comenzó con la serie Estampas (1938) y prolongó hasta principios de la actual centuria, cuando escribió Cimarrón, impresionado por la novela testimonio homónima de Miguel Barnet.

Su Gran sonata para piano califica como una de las más contundentes partituras que haya concebido un autor latinoamericano en todos los tiempos (referencial resultó la ejecución registrada por Leonardo Gell), aunque también habría que resaltar, en otro orden instrumental, la Sonata para violín solo, dedicada a Evelio Tieles, a quien le asiste razón al decir que «él se expresa en cubano, suena en cubano, hace suya la esencia de nuestro pueblo», y la Sonata para flauta, de su más reciente cosecha, estrenada por Niurka González. Justo en el año 2000 terminó el Concierto no. 1 para piano, pensado para que algún día lo interpretara Jorge Luis Prats.

En estos tiempos, una faceta del maestro podría ser inspiradora: la labor desarrollada a partir de 1947 junto a Odilio Urfé en el Instituto Musical de Investigaciones Folclóricas y el Seminario de Música Popular en la antigua iglesia de Paula, que lo llevó a liderar la Orquesta Popular de Conciertos Gonzalo Roig.

Numerosos alumnos de varias generaciones, formados por Diez Nieto, circularon mensajes de condolencia ante el deceso del maestro, en los que a la vez manifestaron gratitud y compromiso con la misión de mantener vivo su legado.

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