Eusebio Leal Spengler, Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana

«El Doctor Eusebio Leal, profesor emérito de esta Universidad, ha dedicado su vida al estudio, preservación, rescate y difusión de la Historia, inculcando los valores patrios y de identidad nacional a todo un pueblo. Ha realizado una extraordinaria labor historiográfica dándole continuidad al legado de su maestro Emilio Roig».

«Es guía y ejecutor de un proyecto de restauración y conservación, que devino paradigma universal, que ha convertido al centro histórico de La Habana Vieja en Patrimonio de la Humanidad. Ha interpretado con su quehacer el pensamiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, siendo promotor incansable de una labor social y humanista que alcanza a los más humildes», reconoció el Doctor Gustavo Cobreiro Suárez, Rector de la UH, durante la fundamentación de la entrega del reconocimiento, mientras el Historiador, vestido de traje y corbata negros, se ruborizaba.

En las palabras de elogio, el Doctor Eduardo Torres Cuevas, presidente de la Academia de Historia de Cuba, confesó: «en pocas personas como en Eusebio Leal he visto y he hallado el modo armonioso, tan diverso como humilde de conocer el sentir y el pensar a Cuba».

«Él ha sido fiel a sus apellidos, leal a sus ideas y a sus principios, espléndido en su entrega a Cuba, a la Revolución y al legado patriótico de todos los constructores de esta su Patria amada», aseguró Torres Cuevas, el profesor que un día lo encontró en un aula de la Facultad de Filosofía e Historia para cursar la Licenciatura, siendo ya un hombre de saberes aprehendidos.

Leal Spengler ha recibido con anterioridad el título de Dr. Honoris Causa de 18 universidades nacionales y extranjeras, tiene en su haber una larga lista de condecoraciones y órdenes; sin embargo, esta distinción es muy especial, porque vino de «la casa del saber, donde recibimos en días tempranos, la clave interpretativa de las cosas», dijo emocionado el relevante intelectual.

Comenzó su discurso agradeciendo a los amigos que fueron a la ceremonia a pesar de la lluvia, a los académicos y a las personalidades presentes, a quienes lo acompañaron durante la ceremonia en la mesa que preside el Aula Magna: Homero Acosta Álvarez, Secretario del Consejo de Estado; José Ramón Fernández, Asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros; el Dr. José Ramón Saborit, Ministro de Educación Superior; Dr. Gustavo Cobreiro Suárez, Rector de la UH, y el Ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez.

Asimismo dedicó gran parte de su oratoria a agradecer y honrar a los maestros, a sus maestros, porque «el magisterio cubano fue el depositario, un relicario donde se depositó el sentimiento patriótico», ese tesoro del cual él es un vehemente defensor.

Recordó a su madre, porque fue la que le aconsejó: «Hijo, estudia, para que no pases lo que yo pasé» y le enseñó «el sentimiento de dignidad y amor a Cuba».

En la ceremonia dejó una reflexión que ha de ser doctrina: «Considero que más importante que nunca, es ahora necesario reafirmar los sagrados valores sobre los cuales se levanta la dignidad nacional, es necesario más que nunca, hacer el elogio de la virtud ciudadana, no caer en la comparsa de hablar que todo tiempo pasado fue mejor, que la juventud ya no es aquella y que la universidad quizás perdió su esencia, etcétera, etcétera… ¡Basta ya!

«Si queremos hacer algo de verdad por Cuba, levantémonos, si queremos hacer algo por Cuba, levantemos la frente y aceptemos que llevamos en ella la estrella solitaria, la misma que acompañó a los padres fundadores, que dilapidaron su sangre en el acto sagrado de fundar una nación», sentenció.

Más adelante dijo: «La Revolución nos levantó del polvo del suelo y nos hizo lo que quisimos ser, y somos hijos hijo de ella, y como hijos de ella, nosotros, mi generación y las que coinciden en ella, tienen que sentir profunda gratitud (…) Este fue el mejor tiempo, con sus aciertos, con sus penurias, con sus tribulaciones, en él levantamos entre todos una obra y un nombre, el nombre glorioso de Cuba. Sea para ella nuestro elogio».

Por último, recordó la pregunta que le hicieran en la década de los 70, cuando él con apenas un sexto grado de escolaridad, pero con el intelecto y el espíritu adoctrinado por el maestro Emilio Roig de Leuchsenring, presentó exámenes de suficiencia en la Facultad de Filosofía e Historia de la colina universitaria y el profesor, presidente del tribunal, le preguntó: «¿Qué buscas en la Universidad?» y él respondió sin titubeos: «La sabiduría, la vida eterna, (…) y es que la vida eterna es la del conocimiento, solo el conocimiento salva».

Superar aquellos exámenes le permitió ingresar a la UH por decreto rectoral, el mismo mandato que hoy lo convierte en Doctor Honoris Causa en Humanidades. No solo porque su genialidad lo amerita, sino por su vehemencia y devoción sin límites a la academia y a la nación.

Fuente: Cubadebate.

 

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