por Los mensajes de odio no cesan: que si los especialistas cubanos llegan hasta la República Bolivariana obligados por una “dictadura”, que si viven en condiciones de esclavitud, que si prima lo material y no el altruismo hacia un pueblo hermano.
A ellos, Daisy Figueredo Sánchez les dice que nadie la obligó a ejercer como doctora en la nación sudamericana porque la virtud, la decencia y el decoro no se compran con patrocinadores en las redes sociales.
Tampoco llegó encadenada a Venezuela la genetista Mailyn Gil Riquene, para quien la dignidad y la satisfacción de socorrer a una embarazada o a un recién nacido valen más que todos los dólares de Washington.