Siempre recuerdo el enorme radio de mi abuelo detrás del cual yo podía esconderme. Tal vez ahí escuché mis primeros programas, o será que la evocación anda poniendo sonidos a la sombra. En cualquier caso, desde que asomé a la vida, la radio me anda acompañando.
En cierta ocasión, invitado a una de las sesiones del concurso Caracol de la Uneac, hablaba sobre un espacio que se me quedó en la memoria para siempre: el programa educativo dramatizado ¿Qué piensa usted, profesor?, de Radio Liberación, la emisora que dejó de transmitir en 1984 tras fusionarse con Radio Rebelde.
Para mi sorpresa, uno de los realizadores de aquel programa estaba en la sala Villena y se le humedecieron los ojos. “¿Cómo es posible que te acuerdes de algo que sucedió hace tantos años?”, me preguntó. “Es que la radio se va, pero se queda”, le respondí.
Uno no lo recuerda todo, pero esos detalles, esas voces, esos matices que sobreviven al tiempo, son un legado afectivo y sonoro indestructible.
La voz de Gladys Goizueta y Jorge Ibarra me arropaban las madrugadas, me seguían por las guardarrayas en el Plan “La escuela al campo” de mis inolvidables años ochenta. ¡Soy ochentero a mucha honra! Ellos, los del programa Haciendo radio de Radio Rebelde, decían estar al ritmo de la vida, y convirtieron esas horas en todo un espectáculo. Andando el tiempo, comprendí que la vida tiene muchos ritmos, pero aquel lo tengo atrapado como una energía, como un despertar.
Vivía un desasosiego al escuchar la versión radial de La Barraca, novela de Vicente Blasco Ibáñez en Radio Progreso. Veía las acequias, los golpes, las persecuciones, hasta el odio. ¿Y cómo olvidar la dramática vida de Toulouse-Lautrec corporizado por Julio Alberto Casanova, o las interpretaciones de Teresita Rúa, Elvira Cruz, José Corrales…?
Pasaron muchos años, y esa radio que escuchaba, me abrió los micrófonos y los estudios, inesperadamente, milagrosamente. He sido entrevistador, cronista, guionista, director. En esos últimos menesteres me estrené en el primer noticiero en la historia de la emisora instrumental Radio Siboney. Ese capítulo me permitió también ser fundador.
En la vecina Radio Mambí tuve un proyecto para justipreciar y difundir el documental sonoro. Esa propuesta nos permitió poner en antena más de setenta propuestas de Cuba y América Latina, muchas de ellas de factura impecable.
En una primera parte, en Así suena la vida, los realizadores de la obra a transmitir nos contaban sus motivaciones y procesos creativos. A continuación de unas fanfarrias, se dejaba escuchar en antena el documental sonoro.
Entre las piezas y autores pueden citarse “América Entretejida” (Juan Carlos Roque, Radio Nederland), “La tremenda historia de La Tremenda Corte” (Adrián Quintero, Radio Sagua), “NN, Ningún Nombre”(Nadya Drost, Radio Ambulante), “Haydée Santamaría: sin la flecha del sol” (Abel Rosales, Radio Habana Cuba), “Eterna mariposa” (Michael García Pérez, Radio Camoa), “Juan Barona, una historia interminable” (Carlos Luis Molina, Radio Mayabeque), “Dónde estás, Mr. Jones”(Carlo Figueroa, Radio Sancti Spíritus) y “La pelea más pareja” (Yamil Sánchez Aguilar, Radio 8SF).
Manejábamos el concepto de que somos municipios del mundo, el producto radial generó un foro, un libro homónimo y una plataforma de acceso internacional.
Fue una oportunidad única de rescatar y estrenar piezas de arte radial mayor; pero la radio es un proceso continuo, con sus propias exigencias, y muchos radialistas no la cumplieron.
Remembranzas y presente, la radio como compañía permanente.