En la sala de su casa exhibe con orgullo múltiples premios y reconocimientos que ha obtenido a lo largo de su prolífica vida artística: El Girasol de la revista Opina, el Premio de la Popularidad de Entre tú y yo, el Premio del Barrio –que otorgan los Comités de Defensa de la Revolución–, el Premio Nacional del Humor y el Premio Nacional de la Radio, entre muchos otros.
Llegó a CMQ Televisión siendo estudiante de magisterio. Sin permiso de su mamá se presentó en el programa de aficionados de José Antonio Alonso como cantante y terminó alzándose con el primer lugar.
Corría el año 1957 cuando conoció a Mario Limonta, su compañero sentimental de toda la vida. Él incursionó en ese mismo show como declamador. También obtuvo el primer premio. A partir de ese momento se convirtieron en Estrellas nacientes. Sin embargo, como había tan pocos maestros, al Triunfo de la Revolución se dedicó a la docencia en el nivel primario. De igual manera, se desempeñó como directora de escuela.
“Siempre iba con Mario a sus ensayos de teatro en la Compañía Rita Montaner porque uno aprende mucho mirando. La directora era Cuqui Ponce de León. Ella me propone hacer comedias musicales en su grupo pero yo no me consideraba actriz”, cuenta Aurora.
Entró a esa compañía, de la cual es fundadora, en calidad de oyente y, poco a poco, luego del horario laboral como profesora, fue impregnándose del Método de Stanislavsky hasta que se le presentó la oportunidad de debutar como actriz.
“El actor Miguel Montesco iba a hacer una obra donde Idalia Anreus era la protagonista pero ella se enfermó de pronto y él quería darme ese papel a mí. Le dije que no me sentía preparada e insistió. Era “Contigo pan y cebolla”, la primera obra escrita por el dramaturgo Héctor Quintero, quien también estuvo de acuerdo con que yo fuera la protagonista. Aquello resultó un exitazo. Al estreno asistieron Esther Borja, Luis Carbonell, Eduardo Robreño, Enrique Núñez Rodríguez. Todos me felicitaron y conminaron a que siguiera actuando.
“En la desaparecida sala Arlequín hice “Los cuchillos de 23” donde cantaba y bailaba. Al pueblo le gustó mucho y a los intelectuales también. Cuqui me contrató fija y empecé en el grupo Rita Montaner con la comedia musical “Las yaguas”, de Maité Vera, con música de Piloto y Vera. Ahí cantaba boleros, guaracha y rumba. Después hice “La pérgola de las flores”, una comedia musical chilena, de Isadora Aguirre”.
Al cabo del tiempo, Enrique Núñez Rodríguez y Eduardo Robreño la invitan a ser la damita joven del teatro cubano en el emblemático Teatro Martí, donde laboró por varios años. En ese período fecundo tuvo la posibilidad de actuar en “El guajiro Pedro Manso”, “El remero respetuoso” y “Yo soy aquella”.
“En el Martí trabajé con Alicia Rico, Candita Quintana, Américo Castellanos, Carlos Moctezuma y Luis Lloró, grandes actores del teatro cubano”.
Ya en la década de los 60 llega a la televisión, contratada por el director Jesús Cabrera, precisamente con la obra “La pérgola de las flores” para Teatro ICR. “Mi personaje era una guajirita muy simpática que hablaba como chilena y hasta cantaba cuecas”, ríe.
Sin dudas, uno de los programas de televisión que le resultaron más entrañables fue San Nicolás del Peladero, del escritor Carballido Rey. En ese humorístico costumbrista se mantuvo por 21 años. Aurora, en un principio, tenía como contrapartida a Enrique Arredondo, que le daba vida al negrito del teatro vernáculo, hasta que Limonta convenció al escritor para que el Sargento Arencibia fuera la pareja de la mulata rumbera.
“Nos acompañaba el conjunto musical de Cheo Belén Puig. Nos divertíamos mucho porque todos eran actores de gran experiencia: Juan Carlos Romero, Carlos Moctezuma, Agustín Campos, Carlos Paulín, Enrique Santiesteban y María de los Ángeles Santana, la alcaldesa, que para mí era un ejemplo a seguir».
En la televisión pudo trabajar en telenovelas, además, y grabó una treintena de canciones para programa infantiles.
Mientras estaba al aire San Nicolás del Peladero comienza en la emisora Radio Progreso el popular espacio Alegrías de Sobremesa, escrito por Alberto Luberta. Para el personaje de Estelvina se inspiró en Elsa, una muchacha que la ayudaba a cuidar a su hijo pequeño.
“Era muy coqueta, muy pintoresca y tenía mucha sandunga. Yo empecé a imitarla. Mario se lo comentó a Luberta y él pidió que yo fuera al programa para probarme. Al principio solo trabajaba una vez a la semana hasta que la Mulatísima se hizo habitual con sus frases que se convirtieron en sello de cubanía”.
Fiesta guajira fue otro espacio de Radio Progreso que le trajo grandes satisfacciones, durante 30 años, porque en él caracterizaba a cinco personajes, además de cantar y animar el programa.
Para ella el humor es algo vital. “Es la forma de alegrarle la vida a la gente. Las personas me ven por la calle y me abrazan, llorando, porque extrañan a Alegrías de Sobremesa que se fue del aire con la muerte de Luberta. Con ese espacio estuvimos un mes en Angola. Allí conocí lo que era la guerra y trabajamos en teatros debajo de la tierra para los soldados cubanos. Participamos en la Zafra del 70. Fuimos a las trincheras cuando la Crisis de Octubre.
Aurora y Mario están jubilados, pero no descontinuados”, resalta quien continúa haciendo presentaciones, hasta altas horas de la noche, en varias comunidades de la capital. Por otra parte, es una fiel colaboradora del grupo de teatro infantil Arte Estudio El hombrecito Verde. En el ámbito del séptimo arte, recientemente intervino en dos producciones cinematográficas extranjeras.
Hace poco fundó una peña que se llama “La Mulatísima y sus invitados”, en la Casa de la Música de 31 y 2, en la barriada habanera de La Timba. Allí se le puede ver los terceros viernes de cada mes. “El 17 de agosto me van a celebrar mi cumpleaños en la peña. Jorge Perrugoría, que cumple el día 13, igual que yo, me ha hecho otra invitación”.
Para ella, su hijo, su casa y su familia son lo primero pero sin el arte no puede vivir. “En más de 60 años de vida artística he trabajado todos los días”.
La Mulatísima se siente orgullosa y agradecida de haber podido calar tan hondo en el corazón de su pueblo, que le tiene mucho cariño, gracias a ese personaje: “Soy una artista que se siente muy feliz. Estelvina no se va a morir nunca. Decir Estelvina es decir Alegrías de Sobremesa”.