Atrapada por la radio

Cada mañana miles de personas des­piertan escuchándola en la Reina Radial del Centro. Por su profesionalidad, inteligencia e innegable carisma, se ha convertido en una de las locutoras más estimadas y respetadas por el pueblo.

—Aymara, ¿por qué Orizondo y no Fournier?

—Cuando hice las pruebas indagaron por mi primer apellido y encontraron Fournier un poco difícil de memorizar y repetir. El segundo gustó más, y se quedó Aymara Orizondo. Mi primer apellido me encanta. Algunas per­sonas comentan que debería usarlo, pues es muy bonito…

—Es de origen francés…

—Sí, efectivamente. Pero se quedó así: Aymara Orizondo. Mi papá no se puso bravo ni nada (ríe).

—¿Cómo ocurrió tu inicio en la radio?, ¿pasaste algún curso?

—El curso lo hice mucho después. Real­mente, empecé a trabajar apenas concluí la prueba, sin mucha preparación. Era algo que no esperaba ni había pensado hacer. Con la experiencia de los años, veo ese comienzo tan inmediato como una locura. No obstante, ayudó mucho en mi formación.

—¿En qué año comenzaste? ¿Qué hiciste por primera vez tras el micrófono?

—En 1994. Entre las primeras cosas que hice estuvo la lectura de noticias en Patria, y después incursioné en ¡Qué noche!, con Alfredo Iturria, con quien tuve la suerte de trabajar. Me enseñó mucho, porque él es un maestro en toda la extensión de la palabra. Solamente estar a su lado es una clase, apren­des inmediatamente. También fue mi profesor en el curso.

—Pero, ¿cómo creció en ti la pasión por la radio, si no te atraía?

—Soy enemiga de las frases manidas, pero siempre se dice que la radio tiene magia, y es verdad. Lo digo por experiencia propia. Nunca soñé ni aspiré a ello ni estuve en un círculo de interés o en una cabina radial, pero enseguida me atrapó. Tanto me gustó, que hoy para mí es la profesión más linda del mundo, con perdón de los médicos y maes­tros. Es increíble la manera en que te seduce. No la puedes dejar.

—¿Quiénes influyeron en ti y te ayudaron a recorrer el camino de tan difícil profesión?

—Norberto Landestoy, Iturria y Samuel Urquía. También, Franklin Reynoso, quien me enseñó mucho en la lectura de informaciones en el Noticiero. Solamente de escucharlo, aprendía. Además, esta profesión te educa el oído, vas captando todo lo que hay que hacer o no, lo correcto y lo incorrecto. Los directores con quienes he colaborado también han incidido en mi formación. Trabajar con esos maestros es un privilegio. Yo tuve esa suerte.

—¿Programas que más han marcado tu carrera…?

Patria fue algo muy grande. A los pocos años de empezar me dieron la respon­sa­bilidad de conducirlo. Es un programa con un gran peso dentro de la emisora. Ahora, la Radio Revista W y Hablemos me fascinan, porque llego a la emisora a las siete y media de la mañana o a las cuatro de la tarde y no sé qué va a pasar. Ambos espacios deman­dan mucho del locutor o conductor. Por lo tanto, tengo que estar bien informada y pre­parada. Es un reto diario.

—A propósito, te veo en variadas ac­tividades culturales, y también estás muy al tanto del acontecer deportivo e interna­cional. ¿Qué importancia tiene esa auto­preparación para un locutor?

—Es vital. Martí dijo que el periodista debía saber desde la nube hasta el microbio, y creo que el locutor también. Ha de estar preparado para todo y para todos. No significa especia­lizarse en cada materia, pero sí tener cono­cimiento de las cosas.

«Siempre me ubico en que soy la voz de ese pueblo que me escucha, y el oyente canaliza sus dudas o preguntas a través del locutor que dialoga con el especialista, el artista, el científico, el deportista… Debo saber preguntar lo que la gente desea cono­cer. Por lo tanto, tengo que tener, al menos, un mínimo de conocimientos.

—Como mujer, ¿crees que a las locu­toras se les ha dado el lugar que merecen en Cuba?

—Creo que sí. Hay muy buenas locutoras reconocidas por el pueblo, en la provincia y en el país. Gladys Goizueta es un referente, por­que era capaz de hacerlo casi todo bien, hasta televi­sión, a pesar de no ser física­mente bella o delgada. Y está Laritza Ulloa, Agnes Becerra, o perio­distas que se han dedicado a la conducción con éxito, como Magda Resik, quien lo ha de­mostrado en el Espectador crítico y Entre Libros. Sí, la locución femeni­na en el país es buena, destacada y de ca­lidad.

—También has hecho televisión, ¿te gusta tanto co­mo la radio?

—Tanto como la radio, no. La radio es la radio, en ma­yúscula y todo lo grande que se puedan escribir las letras. Aunque la televisión me fas­cina, sobre todo, en vivo. Fue una grata experiencia haberla hecho, lo cual agradezco a Gelasio Vidal.

—¿Cómo compaginas tu función de madre con el trabajo?

—Gracias a la familia. Ante cualquier situación en el trabajo, horario o actividad, de mañana, tarde o noche, la familia es la que te da el respaldo. Sin ella no se puede.

—¿Qué te falta para sentirte satisfecha profesionalmente?

—He hecho casi todo tipo de programas en la radio, pero ninguno al estilo de Hacia la media noche, de poesía, que es muy difícil. En esa lid no me he medido todavía. Pero sigo probando retos. El de ahora es una nueva peña llamada La Casa por la ventana, igual que el programa radial, que se estrenará en el Centro Cultural El Bosque el próximo sábado 6 de diciembre, a partir de las 5:00 de la tarde. Conduciré el espacio junto a Julio César Cárdenas, y estará dirigido por Giselle Madelaine. Los primeros invitados serán Normando Hernández y César Valdés. ¿Te imaginas cómo estará eso? (ríe).

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