Muy pronto comprendí por qué. Era una trabajadora con tal sentido de pertenencia a la emisora y a su quehacer patrimonial de la música cubana que cualquier elogio a su rigor, disciplina y constancia no lograba equiparar tamaña estatura.
Conciertos, festivales nacionales e internacionales, grabaciones en estudio, en cuanto evento de música acontecía, ahí estaba su voluntad y energía; con que arrastraba al equipo de creación para guardar en los archivos toda aquella valiosísima referencia de su época.
Múltiples eran las cualidades que acompañaron a esta pequeña mujer, haciéndola grande entre sus colegas y amigos.
Sirvan los 85 de edad a los que Maruja habría llegado este 17 de enero, para evocarla a través de los testimonios de quienes la conocieron, admiraron y le tienen presente, como si su paso, sabiduría y entregas continuaran aportando al diario de CMBF.
Muchos aprendimos del ser vehemente que fue Maruja. Esa intensidad que la envolvió en sus realizaciones y aquilató su pasión entusiasta ante cada nuevo reto en la vida, siendo una mujer íntegra.
Leyda Lombart, una de sus actuales continuadoras, gusta relatar que toda su vida y proceder estuvieron marcados por esa limpieza de expresión, orgánica, libre y sin límites que la identificó. Algo muy singular que sólo podría compararse a la espontaneidad de la infancia.
Maruja, sencillamente, era como una catarata.
DEL ATRIL A LA RADIO
Cuenta Laura Inclán que los inicios de Maruja en CMBF, y en la radio, datan de 1984. En sus palabras, entonces era impostergable la necesidad de dotar a la programación de música cubana.
Así que le hizo la propuesta a Maruja, hasta ese momento neófita del medio –inexperta, según le confesara- pero dedicada músico y, tras asimilar el abc necesario, comenzó
Laura la asesoró y encaminó en aquel inicio.
Claro que se trató, más bien, de una asesoría literaria y de intercambiar ideas que enriquecieran su trabajo, recordaría la hoy conductora y guionista de Festival CMBF.
De esa forma echó a andar una maquinaria poderosísima e indetenible, de tal manera que –en unos pocos años- logró triplicar el número de grabaciones con obras e intérpretes cubanos existentes en la fonoteca.
Maruja Sánchez Cabrera trasladó a nuestra emisora toda la pasión, la fuerza, la constancia, el tesón y la entrega absoluta que antes le dedicara a su amadísima profesión; siendo músico de atril, como gustaba que se le llamase.
Laura recuerda los tantos momentos en que la vio llegar con su violín al edificio de Radio Progreso, donde CMBF tuvo sus estudios durante casi dos décadas, porque lo mismo iba que llegaba de una función o un ensayo en el gran Teatro de la Habana, en cuya orquesta ocupaba el atril de concertino.
Pero también llegaba con una enorme maleta llena de cintas, casetes, libretos, y otros enseres necesarios para su trabajo en la emisora.
Mientras, Maruja nunca desestimó el tiempo para sus entregas.
Se la veía llegar en cualquier momento del día o de la noche y permanecía hasta 48 horas consecutivas sin dormir y comiendo mal; y lo mismo se trasladaba en ómnibus, que en tren o lo que le permitiera cumplir con su trabajo, es decir, con su pasión; asegura Laura Inclán.
Fue tal su entrega a la labor de rescate del patrimonio sonoro de su patria que la mayoría de los compositores le solicitaban información acerca de sus propias obras, datos verificados que Maruja atesoraba en un empeño investigativo desde los años iniciales de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba y que culminaron en esa obra indispensable y monumental que es La memoria de la Orquesta Filarmónica de La Habana.
EL MAGISTERIO COMO VOCACIÓN
Maruja Sánchez era una Maestra para quienes compartimos con ella –y muy de cerca- su labor como realizadora de programas dedicados a la música cubana y a sus intérpretes, según evoca Ángel Vázquez Millares.
Para el sapiente estudioso y difusor de la música lírica, cuando se habla de magisterio se piensa en el que se imparte en el aula o la clase, la escuela o la universidad, pero existe otro tipo de magisterio: el que se ejerce desde el puesto de trabajo, en la práctica de la profesión o en la vida diaria.
Es el magisterio de la enseñanza prodigada, a veces sin pretenderlo, con el ejemplo del trabajo.
En este último sentido Vázquez prefiere recordar a Maruja, como ejemplo de rigor, disciplina y persistencia.
Dice que quienes coincidieron con ella nunca conocieron a quien pudiera superarla en su entrega total al arte de la música y su difusión: virtudes, al decir del realizador de La Ópera, mientras enfatiza que Maruja era un ejemplo de rigor, disciplina y persistencia.
Lo que considera como una actitud excepcional se fundamenta en que no le gustaba la música, sino que la amaba y asumía cuanto tenía que ver con ella, desde esa fuerza superior que sólo nace del amor.
EL PRECEPTO DE LA EXPERIENCIA
Declarado admirador de Maruja Sánchez, el compositor y también director de programas de CMBF, Juan Piñera, la recuerda por la posición honesta y vertical que asumió ante todo en la vida.
A la vez, fue capaz de entender cualquier otra posición, por opuesta que pudiera parecer, siempre que estuviera avalada por la honestidad y verticalidad, enfatiza.
La memoria del realizador de Intérpretes cubanos se pierde cuando intenta recordar el momento en que conoció a Maruja.
Prefiere decir que quizás fue después de una función de la orquesta Sinfónica Nacional o, tal vez, en una de las primeras presentaciones del Conjunto Instrumental Nuestro Tiempo, cuando las actividades de estas dos agrupaciones eran regidas por Manuel Duchesne Cuzán y tenían como prioridad fundamental la difusión de la música cubana, en particular, la del siglo XX.
Lo cierto es que, más temprano que tarde, comenzamos a intercambiar comentarios sobre las obras interpretadas.
Yo, defendiendo a ultranza la estética vanguardista ¡cosas de juventud!, Maruja, más cautelosa, con una postura mediadora entre la tradición y la ruptura con la misma, ¡había vivido más que yo! Había vivido más que yo y estaba en plena madurez, asevera evocador Juan Piñera.
ACICATE EN LA MEMORIA
Pasaron muchos años desde que Maruja dejó de estar físicamente y nunca más la vimos llegar a los estudios. Pero algo rotundo acompaña esa ausencia.
Pronta conocedora del medio y la importancia de continuar la obra precedente, la vital constancia de sus entregas penetraron en el respeto de cercanos, fueran consagrados o recién llegados; incluso entre los que vinieron después, pero que sabían de su impronta y la veneraron ante el nombre con que se le honró en aquel estudio donde pasaba sus largas horas de entregas radiales.
Esa impronta que trasladó a los oyentes la sobrepasa en el tiempo.
Maruja sigue. Posiblemente por su energía para con la música de la tierra que la vio nacer, al decir de Juan Piñera.
Pero también porque el trabajo lo convirtió en rito y el rito, en placer, asegura.
Fue una afortunada que renacía con cada sonido de nuestra música que rescataba del olvido, dice además para coincidir con Vázquez Millares, al afirmar que mientras más pasa el tiempo desde su partida, el magisterio profesional de Maruja se agiganta y nos motiva para tratar de parecernos a ella.
Ojalá que todos los que trabajamos en este medio aprendamos de su enseñanza. Ese será el mejor tributo a su memoria.
Nada más enfático para seguir en compañía de Maruja.
La evidencia sigue en la memoria, diría finalmente Laura Inclán al asegurar que si bien su pequeña estatura física generó la obra gigantesca que hoy intentamos reseñar, su persona, el ser humano, espera aún por muchas, muchas gigas para salir a la luz.