Maria Dolores Ortiz: Cepero Brito fue quien me propuso como panelista de Escriba y Lea
Sabía que además de sus amplios conocimientos, es usted una gran comunicadora, con una personalidad muy propia… Diría que su correcta expresión oral y la sonrisa que la acompaña, traslada complacencia, armonía…
¿Tiene esto que ver con su niñez?. Creo que es un buen tema para comenzar. ¿No le parece?
Mi niñez fue una niñez feliz, tuve una familia muy buena, muy estable. Holguín era una ciudad muy tranquila, era como dijo Raúl Castro en una ocasión: “una gran aldea”, cuando todavía los caballos se amarraban en unos hierros frente al parque Calixto García, lo que no quiere decir que Holguín no tuviera determinada vida cultural. Tal vez no tanto la vida cultural que uno esperaría de una ciudad que desde el punto de vista económico era tan prospera como era Holguín. Me eduqué, en el colegio “Los amigos”, que estaba además muy cerca de mi casa. Eso es mientras estudio la Primaria y el Bachillerato.


Revisando mis grabaciones, volví a escuchar con emoción y gran interés, una entrevista que realicé hace exactamente 10 años. Se trataba de alguien muy especial, al que le tenía cariño y mucha admiración. Una prolífera existencia que cobra aliento una década después de los albores del siglo veinte, para transitar con paso seguro desde los humildes arrabales del Marianao noctámbulo, pasando por el Alhambra, hasta los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.
Navarro como cariñosamente llamábamos a este excelente locutor oriental, fue de esos profesionales, que por su voz de excelsos matices y su gran calidad, dejan una marca en su andar ante el micrófono de no pocas emisoras del país.