Las llamas dieron paso a la justicia
Era una de aquellas tardes de los primeros días de diciembre de 1958, cuando una camioneta cargada de papeles y documentos, proveniente de Maffo, pueblo situado a un kilómetro de la ciudad de Contramaestre, perteneciente a la provincia de Santiago de Cuba, se internó por el camino que conducía al lomerío. Había avanzado apenas unos diez kilómetros, cuando se detuvo en un claro del bosque y de ella descendieron tres hombres vestidos de soldados de la tiranía batistiana, quienes después de cerciorarse que supuestamente no existían otros testigos, hábilmente bajaron la carga y la depositaron amontonada alejada del vehículo, le prendieron fuego y se alejaron retomando el camino de regreso al punto de partida.
Los autores de aquel hecho nunca imaginaron que desde lo alto de una colina cercana su accionar había sido observado por el campesino Pedro Mestre Boris, el que, una vez las llamas hubieran devorado presumiblemente aquel frágil combustible, bajó al lugar, donde la ceniza se esparcía movida por el viento, dejando al descubierto un documento, especie de libro, único testigo que casualmente escapó de la avidez de las llamas; el campesino lo tomó en sus manos, no sabía leer ni escribir, pero pensó que aquello era algo importante, pues, qué hacían aquellos soldados por allí, tan lejos, quemando papeles? ,así meditaba cuando tomó rumbo a su rancho, colocando el preciado trofeo en lo más profundo de su morral.


Artista de Mérito de la Radio y la Televisión Cubanas
Se comienza a admirar desde que sus juveniles y grandes ojos aguamarina asoman a la pequeña pantalla para inundar de gracia aquellos momentos de fino humor criollo que llegan cada jueves justamente a la hora que La Habana se estremece con el cañonazo, símbolo de su identidad.
Graduada de Licenciada en Periodismo en la Universidad de la Habana. Amante de la música, hizo un curso de música y arte dramático, que le permitió trabajar como actriz del conjunto artístico de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Detrás del supuesto interés de llevar la señal de televisión a toda Cuba, la empresa fantasma «Microondas Nacionales S.A.» escondía dos objetivos muy bien definidos por sus incógnitos propietarios, la «holding» Circuito CMQ de los hermanos Goar, Abel y Luis Augusto Mestre, así como la también accionista norteamericana National Broadcasting Company.