Mario Limonta Louit, orgullo de pueblo
Es un actor que se consagra a la radio, el teatro, la televisión y el cine. Pero sobre todo es la persona sencilla y jovial que camina por las calles con el íntimo orgullo de ser parte de un pueblo grande.
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Es un actor que se consagra a la radio, el teatro, la televisión y el cine. Pero sobre todo es la persona sencilla y jovial que camina por las calles con el íntimo orgullo de ser parte de un pueblo grande.
Debuta en 1957 en El programa de José Antonio Alonso de CMQ Televisión y a partir de ese momento se desenvuelve en el teatro, la radio, la televisión y el cine. Entre muchas otras piezas teatrales, estrena El premio flaco, de Héctor Quintero y la comedia musical de Maité Vera Las yaguas, con música de Piloto y Vera. Llega a convertirse en la principal figura femenina del grupo de teatro popular cubano Jorge Anckermann.
Aunque tenía un físico ideal, atlético, esbelto, con un cabello negro ondulado y unos ojos preciosos, aún en la radio, siempre los directores le reservaron los papeles fuertes. Cuando le pregunté sobre esta tendencia, me dijo con esa voz tan educada, agradable, dulce y enérgica: “Ellos me los ofrecían por menor esfuerzo, porque ya me habían conocido en esos papeles y los aceptaba porque esos son mis preferidos. Me encanta desdoblarme y me obligaban a crear, a actuar de verdad”.
Tengo el honor de conocerlo personalmente en los primeros años de la década de los 70 y a partir de ese momento, me corresponde el honor de trabajar a su lado en algunas oportunidades, entre ellas en la animación del Concurso Adolfo Guzmán de 1979. Se forja una amistad muy bonita, que incluye a su esposa María, hasta el día de su desaparición física, victima de un cáncer fatal, a principios de la década de los 90.
¿Cómo sentí su desaparición física? A veces cuando camino por los pasillos de Radiocentro, me parece que la voy a ver ágil sonriente, optimista, con el saludo cariñoso a flor de labios.