Carmen Solar en compañía de la gran actriz de la Radio y la Televisión Cubana, Gina CabreraPor sus grandes méritos le fue otorgado, entre múltiples reconocimientos, el Premio Nacional de Radio por la obra de la vida y la condición de Artista de Mérito de la Radio y la Televisión cubanas.
En 1950 la televisión comienza a dar sus primeros pasos y aquella mulatica, con sus rozagantes y retadores veinte años, recorre los estudios para pedir orden en los ensayos y puesta al aire. Impresiona por la forma y sobre todo por algo que hizo expresar a Benny Moré: «¡Ay, chiquita!, ojalá que nadie nunca te mate esa sonrisa.»
Al conversar con Carmen Solar, el tiempo se desliza veloz sin que nos percatemos de ello. ¿Cuántas vivencias?
«Mi nombre real es Isabel del Carmen Solar Montalvo y nací un 8 de julio. A mi mamá le gustaba muchísimo el nombre de Carmen porque mi abuela se llamaba así. Dio la casualidad que nací en la calle Carmen, en La Habana Vieja, y a ocho días de la festividad religiosa de Nuestra Señora del Carmen».
«Mi papá era tabaquero de la fábrica Gener. En 1933, en medio de la situación que vive el país, en plena dictadura de Machado, la fábrica se trasladó para Güines, municipio de La Habana. Él daba los viajes diarios y por la seguridad en su traslado nos mudamos para esa ciudad. Esta plaza siempre se distinguió por su pujanza cultural «.
«Para mí fue muy importante porque mi mamá cuando llegó a su nuevo hogar puso una escuelita de barrio. A ella le gustaba ser maestra y sobre todo enseñar disciplinas artísticas.»
¿Su mamá pudo desarrollarse en el arte?
«No, y fue una verdadera lástima. Cuando joven, primero cantaba muy bonito, tenía una voz preciosa. Se reunían hermanos, primos, en sus casas hacían hasta obras escritas por ella y por mi tío. Todavía guardo muchas de estas obras. Era un grupo heterogéneo, había carpinteros, estudiantes, modistas. Traían madera y en la sala hacían el escenario y montaban esas obras. Lo que hoy hubiésemos descrito como arte comunitario».
«Aquella escuelita que mi madre funda en Güines era para la instrucción general, para enseñar a leer y a escribir a los muchachos del barrio. En realidad, lo más importante era la enseñanza artística que se desarrollaba. Había muchachos que sabían cantar o recitar y mi mamá se ponía a instruirlos y los presentaba en el teatro Ayala y en el teatro Campoamor».
En ocasiones ha comentado que llega como aficionada a la radio. Pero dejemos que sea la propia Carmen quien lo cuente.
«No había cumplido los ocho años cuando en 1938, se crea la CMRT de Güines. Un señor llamado Darwin Cabrera hizo una tienda múltiple y en los altos montó un estudio de radio, con un lunetario delante. Inauguré la CMRT. Éramos aficionados y el dueño de la emisora tenía una forma de llevarnos a la radio muy peculiar. Te enviaba una tarjeta donde decía que habías sido seleccionada para participar esa noche en el grupo de aficionados. Como todos los niños debían asistir con un acompañante, previamente tenía que comprar algo en la tienda, y con ese comprobante era con el que asistía por la noche para ver la función. Era un gran negocio el que tenía este señor».
«Güines era una plaza muy bonita. Existían La Bella Unión y El Liceo, que eran sociedades importantes. Tengo un recuerdo precioso porque comencé cantando y mi acompañante era Huberal Herrera, maravilloso. Él tendría unos diez años más o menos y ya era un pianista extraordinario.»
Cuando la familia regresó a la capital del país. ¿Qué representó para usted, desde el punto de vista artístico?
«Mucho, esto fue en 1945. Matriculé en la Escuela de Artes y Oficios de La Habana y estudié Química Industrial. Allí conocí a Alberto Vera y a su hermana Mayté; a Litico; a Conchita García y a Giraldo Piloto. En los altos de Artes y Oficios, donde se hacía Educación Física, nos sentábamos a descargar y, por qué no, a soñar con nuestro futuro».
«Después algunos se fueron para la Mil Diez. Mi papá fue muy duro, él no quería que yo pudiera desarrollarme en esa esfera, pero mi mamá si me ayudó mucho en este empeño. Una vez fuimos a Radio Mambí, de José Antonio Alonso, que estaba en la calle Prado. Eso fue en 1949».
«Cuando entro en la convocatoria de un concurso lo hago con el nombre de Carmelita Suárez y no Carmen Solar, porque pensé que a mi papá no le iba a gustar».
Suele suceder a menudo que los artistas asumen un nombre artístico, sin embargo, en este caso, Radio Mambí cambió el nombre de Carmelita Suárez por el verdadero de Carmen Solar. ¿Fue así?
«Realmente había cambiado el nombre para presentarme en el concurso con mis versos costumbristas, pero gané y, ya, proyectar el futuro, era otra cosa. Pensé: «Si ahora me llamo Carmelita Suárez, ¿cómo sigo?, porque a mí ese nombre no me gusta.» Le dije a José Antonio Alonso que mi nombre verdadero era Carmen Solar y que ese nombre de Carmelita Suárez me lo había puesto pensando que iba a perder. Entonces me dijo: «Bueno, no importa, cámbiatelo, de todas formas eres Carmen Solar.» Y rescaté el verdadero.
José Antonio Alonso me dio un cuarto de hora para versos, que yo seleccionaba. Y fue así como comencé en la radio como profesional. En Radio Mambí conocí a Violeta Vergara, precisamente por ella entro después en la Escuela de Televisión con Gaspar Pumarejo. Ahí también me presenté en un concurso, recitando, vuelvo a triunfar y me quedo entonces haciendo televisión».
O sea, usted puede considerarse entonces como fundadora de la televisión.
«No, comencé en 1953. En aquella época en la televisión estaban Violeta Vergara e Isolina Carrillo. Isolina era muy seria y le tenía un poquito de respeto. Tuvimos después una amistad profunda, matizada por la gran admiración que le profesé desde un principio por sus valores, su forma de ser, su forma de actuar, tan sincera. Después Pumarejo abrió estudios en otros lugares de La Habana. Me manda a buscar para hacer un programa que le sugerí que fuera el Sepia Café, él aceptó y ahí estuve mucho tiempo. Recuerdo que comenzó en 1954».
«Por el Sepia Café pasaron figuras de la talla de Benny Moré y Bola de Nieve, con los cuales tuve la gran satisfacción de trabajar durante mucho tiempo».
Me dijo que el programa Sepia Café le permitió conocer y compartir jornadas de trabajo con los que ya eran grandes personalidades de la cultura nacional. ¿Qué recuerdos guarda?
«Bola de Nieve fue mi amigo, mi compañero, mi padre no, porque no tenía edad para serlo, pero por los consejos sí. Con Bola aprendí, posiblemente, a vestirme para el público porque uno piensa que se puede vestir de cualquier forma, de cualquier color, con cualquier hechura y no es así, el público exige y cada oportunidad requiere su vestuario. El Bola me ayudó mucho, también, a escoger un repertorio adecuado».
«Todo el mundo le tenía un poquito de respeto al Benny. Se decía que el Benny era un informal, que dejaba los programas en la mano, entonces Pumarejo me pidió: «Mira Carmen, háblale al Benny y explícale cómo es el programa.» Me di cuenta de que nadie quería enfrentarse con el Benny, sino que me pusieron a mí, como parte de la coproducción del Sepia, para que le hablara.
Entonces le dije: «Mire Benny, usted sabe que el ensayo es a tal hora, que la salida al aire es a tal hora, que más o menos vamos a ensayar a tal hora.» Él se queda a un costado de la pared, con la mano apoyada en la cara. Me mira y me dice: «¡Ay, chiquita!, ojalá que nadie nunca te mate esa sonrisa.»
A partir de ahí ensayaba siempre. Nunca nos dejó un programa colgado al aire. Una vez cuando ya teníamos más trato, más confianza, me dice: «Tú sabes que las personas piensan que yo no asisto a los lugares, que dejo los programas colgados, ¿sabes lo que sucede? Que la gente es falta de respeto y muy atrevida. Ponen mi nombre en los grandes eventos sin contar con mi tiempo. Primero me anuncian y después vienen a mí a decir la actividad que tengo y eso no es así. Por eso dicen que yo, el Benny, soy un informal.»
En una ocasión me comentó una anécdota que la relaciona con el Acuarelista de la Poesía Antillana, Luis Carbonell
«Tengo una deuda muy grande con el Acuarelista, Luis Carbonell. Él me había pedido una vez el libro que me editó Gaspar Pumarejo. Eran versos con pregones, que realmente existieron y mi mamá me los cantaba. Yo los oía tan musicales, tan bonitos. – A centavo, a centavo yo vendo tortillita dola, tortillita dola, econooooo, econooooo, le, le econooooo -.
Luis Carbonell me escuchó y me dijo: «Chica, yo quiero que tú me des el libro.» Pero tenía tantos defectos que a mí me daba pena, porque no fue un libro revisado. ¿Cómo le iba a dar esto a Luis Carbonell? Se vendió todo, no me quedé con ninguno, y no se lo di a Carbonell. Eso es una deuda que tengo con él que nunca le dije.»
Conozco que sus medios fundamentales son la radio y la televisión. ¿Tiene alguna experiencia en el teatro?
«Conocí a Ernesto Lecuona y participé en tres recitales, esto fue para mí una gran satisfacción por lo que significaba trabajar con Lecuona y además conocer a figuras como Esther Borja y María de los Ángeles Santana
Un día estaba en el Sepia Café conversando y se ocurrió decir que yo tenía tres estampas de María la O, eran tres semblanzas de las mulatas cubanas. Alguien me dice: «Esto le va a gustar muchísimo a Ernesto Lecuona y precisamente él está trabajando en unos recitales.»
» Los programas de Lecuona se realizaron en teatros. Recuerdo que uno fue en el Rex y otro en el Auditorium. Fueron tres representaciones preciosas, maravillosas, y tuve la oportunidad de hacer una semblanza. Ernesto Lecuona fue de esas bellezas que se quedan para siempre en nuestro recuerdo.»
Conocemos que, además de Técnica en Química Industrial, usted es profesora de Educación Física y Deportes y como tal ejerció entre los años 1954 a 1961 y como colofón se graduó de Doctora en Pedagogía en 1960. Pero, ¿cuándo comenzó usted a enseñar a cantar y a recitar a los niños?
«En 1961 realizo el sueño de mi vida y cumplo uno de los anhelos de mi mamá. Me llama a casa Julio Lot y me dice: «Usted no me conoce a mí, yo a ti sí, y por lo tanto quiero que vengas para acá porque tengo un programa infantil que quiero que lo animes.»
Carmen Solar y Erdwin Fernández (Trompoloco) en un set de la Televisión CubanaMe dice que había que hacer unas pruebas, me sobrecojo un poco, pero se hacen y me escogieron. Me quedo de lo más contenta. Al cabo del tiempo, le pregunté a Julito en que le había ganado a los demás aspirantes: «Sencillamente tu sonrisa.» Arrancamos a trabajar en El mundo de los niños, un programa con nada menos que Erdwin Fernández en el Trompoloco. Amigo, compañero, hermano, maestro. ¡Cuántas cosas fue Erdwin para mí!
Ya estaba con niños en la radio y la televisión. Animar, recitar, cantar, conversar, dramatizar con aquel payaso simpático, gran creación de Erdwin. Toda una gran escuela.
«Era como si fuera mi casa, donde recibía al payaso Trompoloco, y dialogábamos. Se dramatizaba aquel libreto con la participación de los niños. Allí estaba Iraida Malberti que era la que preparaba al grupo de los niños en las danzas. En este programa de CMQ Televisión estuve desde 1961 hasta 1967.»
Carmen es escritora, directora y asesora de Radio Progreso, no obstante se reincorporó a la radio en la CMQ, a comienzos de la década del sesenta. ¿Por qué?.
«Julio Lot era el director de El mundo de los niños pero Julio era también director de radio y una vez, dentro de ese trabajo, me preguntó si no me gustaba la radio. Le comenté que había comenzado en ella. Me dijo: «Ven que yo trabajo a las 8:00 de la mañana en una serie de programas de radio y después almorzamos, venimos para acá y tu sigues en la televisión.» Empezó así a gustarme, un reinicio de la radio, pero no en esta forma dramatizada, en CMQ».
Se combinaba, radio, que se trabajaba por la mañana; y, por la tarde, se hacía El mundo de los niños hasta las 6:00 de la tarde, en televisión.
Paso a Radio Progreso después que hago mucho trabajo con una serie de directores. No quiero dejar de mencionar a Gaspar Arias, que me ayudó muchísimo. En radio también tuvimos programas muy simpáticos. Hubo uno que era con Alden Knight, en CMQ. Entre los dos hacíamos todas las voces. Gaspar Arias era el director.»
En Radio Progreso, usted se proyectó además como actriz. ¿Por qué?
«Una gente que tengo que mencionar en radio es a Marta Jiménez Oropesa, otra maestra. Es una gente con una paciencia extraordinaria y una gran capacidad. A la gente nueva nos agrupó en una escuelita, donde aprendimos mucho, sobre todo a amar la radio».
Te voy a contar una de las anécdotas de Marta Jiménez Oropesa que guardo con cariño. Estaba dirigiendo en Radio Progreso la obra Fortunata y Jacinta y era tal la confianza que llegó a tener en mí que un día me dijo: «Carmen, tú vas a hacer el personaje de la monja, pero vas a hacer también el personaje de la gallega.» Terminé haciendo en un día tres personajes. La confianza de un director es muy importante.»
¿Cuándo se aventuró a realizar sus proyectos infantiles por radio?
«En 1969. Hago la propuesta del programa. En ese tiempo ya estaba la Organización de Pioneros con sus círculos de interés, y pensé: «Si hay círculos de interés de locución por qué no se puede aprovechar a esos muchachos y hacer un programa en radio.» Coincido en 1969 con Antonio Yoga, en Santiago de Cuba, magnífico compañero, escritor, locutor y director. Él tenía el Círculo de Interés Pioneril de Santiago de Cuba y yo acá el Círculo de Interés de Ciudad de La Habana. Se propone el programa en Radio Progreso, y se acepta».
«Dejó de ser locución solamente, pasó a ser lo que era, Corresponsalía. Los niños tenían que aprender el lead y lo aprendieron y lo dominaron y así se mandaban noticias de todos los pioneros del país, lo mismo aquí al Corresponsal Rapilisto, que era la nacional, como a todas las provincias.»
Durante más de treinta años dirigió casi toda la programación de adultos en Radio Progreso. Seriales, teatros, cuentos, pero prefiere sonreír detrás del doble cristal a los artistas que, jornada tras jornada, le ponen todo su amor a La familia Pirulí. ¿Cuántos años tiene este programa?
«La familia Pirulí salió al aire el 1ro de julio de 1985. Este programa tiene para mí una connotación muy grande, el jovencito que lo escribió, que concibió su proyecto, fue uno de los muchachos que salió de Corresponsal Rapilisto, Antonio Rodríguez. Antoñico es un muchacho, ya hombre, extraordinario. En cuanto a la programación infantil he seguido trabajando.»
Por la vigencia de su enseñanza, extraemos, de la vastísima memoria artística de Carmen olar, una anécdota que le hace recordar a Germán Pinelli.
«A mí me habían ofrecido compartir, nada menos que con Elvira Cervera, uno de los personajes en María la O, pero me habían dado el libreto con sólo dos días para estudiarlo. En la televisión estamos acostumbrados a, de un día para otro, de un momento para otro, aprendernos el libreto, pero el teatro siempre ha llevado mucho tiempo de ensayo, son parlamentos más largos y, por otro lado, la presión del público es otra cosa».
Le comunico a Germán que estaba de lo más asustada por la responsabilidad que tenía que asumir en tan breve tiempo. Con aquella seguridad y gentileza, que le eran afines me dice: «Esta noche, que está vacío el Estudio No. 1, vamos para allá.» Y se reúne a esa hora con Julio Lot en el teatro, en aquel lunetario, los dos solitos, y yo temblándome las piernas porque ya era jueves y el sábado tenía que debutar.
Entonces arranqué con las cosas que yo creía me sabía. Germán sólo decía: «Sigue, no te detengas.» Al final me dijo: «Mañana aquí, a la misma hora.»
«Aquel viernes cuando termino me dice: «¿Con quién tu estabas hablando, a quién tú le expresaste todo esto?» Le contesté: «A ustedes, que estaban ahí.» Y dice Germán: «No, a todo ese lunetario, a toda esa gente que está ahí. Ayer tu no estabas trabajando para esa gente, ni para mí, ni para ti, estabas colgada de la letra. Hoy sí trabajaste para nosotros.»
«Para mí aquello fue una enseñanza. Germán continuó con aquella clase magistral: «Estabas colgada de la letra y eso funciona también en otros medios. Cuando un actor está detrás de la letra no está hablándole a los oyentes, no está en función, primero que todo, del personaje. Esto a través de la palabra, del libreto, se nota, se siente. Entonces dice el oyente: Que frío es fulano, es buen actor, o tiene la voz bonita, pero le falta algo. Es que le falta el alma del personaje, que es estar más allá de la letra.»