La Isla parece sumida en el paso de siempre, la gente que va o vuelve del trabajo, los parques tomados por una niñez ávida de vacaciones, las paradas, las tiendas, la bodega, el sol de agosto…la vida. Pero esa aparente normalidad es solo eso, apariencia. Basta alzar la mirada, reparar en las banderas a media asta, y sentir otra vez esas emociones que desbordan el pecho desde las noticias al amanecer del sábado 6 de agosto –admiración y tristeza, desasosiego y orgullo– para entender que el duelo es individual y colectivo, que en su carácter oficial pertenece hondamente al pueblo. …