El canto de la nación «en la hora más bella y solemne»

    «¡Todavía se tiembla de recordar aquella escena maravillosa!», escribiría conmovido José Martí, al recordar la épica jornada del 20 de octubre de 1868, en Bayamo, cuando el patriota Pedro (Perucho) Figueredo, montado sobre su caballo, y en medio de una efervescencia popular sin precedentes, diera a conocer la letra del himno que hasta hoy simboliza el espíritu de un pueblo en permanente defensa de su soberanía. «En la hora más bella y solemne de nuestra patria» –como también afirmaría el Apóstol– vino a alzar «el decoro dormido en el pecho de los hombres», al estar secundado por el primer triunfo de las huestes mambisas sobre las tropas españolas, el nacimiento de la primogénita ciudad libre de la República en Armas, y el nombramiento, en la propia urbe bayamesa, de la primera Plaza de la Revolución en Cuba. Desde entonces, historia, cultura y na­ción han sido esencias entrelazadas en la formación de nuestra identidad; y la marcha guerrera de Perucho, el Himno de todos; un canto de amor y combate que, nacido en la fragua de la emancipación, nos recuerda que «morir por la Patria es vivir». El Himno Nacional es una convicción en la que nos reconocemos como país. Es la marcha que nos enorgullece como tonada de ese clarín redentor y acompañante de la Guerra Grande, que germinó mambisa y, un siglo después, se acrisoló en la lucha rebelde que bajó de la Sierra Maestra con la victoria revolucionaria. El Himno de Bayamo ha estado presente en los triunfos y en las más dolorosas pérdidas. Sus notas nos han encendido las pupilas, lo mismo en los podios más altos del olimpo deportivo que durante un homenaje del pueblo a las víctimas del terrorismo imperialista. Por genuina y heroica, nuestra marcha de guerra tampoco le ha sido ajena …

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Fidel vibra en La Historia me Absolverá

El valiente alegato de autodefensa pronunciado por el doctor Fidel Castro Ruz, el 16 de octubre de 1953, conocido mundialmente como La Historia me Absolverá, convirtió a los prisioneros juzgados por el asalto al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, el 26 de julio de ese año, de acusados en acusadores. «Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones, nunca contra un acusado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona», expresó Fidel al iniciar su alegato en una pequeña sala del hospital Saturnino Lora, donde fue juzgado. «Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy 76 días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado, por encima de todas las prescripciones humanas y legales», agregó, y con ello puso a sus jueces en incómoda posición. El juicio, iniciado el 21 de septiembre de 1953, demostró a Cuba y al mundo que el asalto a la segunda fortaleza militar del país no era solo una acción militar para destituir a un gobierno fraudulento, sino que respondía a un programa político revolucionario para remover las estructuras de la nación, vulneradas por el artero golpe militar de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952. Fidel organizó y entrenó a un numeroso contingente de aproximadamente 1 200 jóvenes entre obreros, empleados y estudiantes, que provenían, la mayoría, de las filas ortodoxas. Con 160 de ellos, el 26 de julio de 1953 comandó los asaltos al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y al cuartel de Bayamo, acciones concebidas como detonantes de la lucha armada contra el régimen de Batista. Al fallar el factor sorpresa, no pudieron alcanzar el objetivo. Fidel fue hecho prisionero por las fuerzas …

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La Patria como grandioso monumento

No se deja de amar. Lo dicen los familiares de las víctimas. Con los años, tal vez el dolor se hace menos punzante, más sordo, pero sigue estando ahí y se acrecienta en las ausencias: la boda sin padre, el cumpleaños sin hija, las conversaciones que no fueron, las alegrías que no serán. Esas familias, signadas por la pérdida, sufren un peso adicional, el del crimen sin justicia. Sus seres queridos compartieron vuelo con los asesinos, esos que les vieron sus rostros, escucharon las charlas triviales de quien no presiente la tragedia, y tal vez hasta recibieron alguna de sus sonrisas, y aun así fueron capaces de dejar una bomba para matarles. Luego se jactaron. Tenían la tutela poderosa de la cia y nunca la perdieron. En la nave de Cubana de Aviación, procedente de Barbados, que explotó en el aire el 6 de octubre de 1976, con 73 pasajeros, de los cuales ninguno sobrevivió, viajaba también –de cierta forma– Cuba. Y no solo porque, como dijo Fidel en el acto de despedida de duelo, «la Revolución (…) a todos nos hizo hermanos entrañables en los que la sangre de uno pertenece a todos», sino también porque allí estaban el deporte, el internacionalismo, la juventud formada en una sociedad nueva, el mestizaje, la heroicidad laboral… Estupor frente a la barbarie, eso fue lo que sintió un país entero, y parte del mundo, ante uno de los ejemplos más rotundos de hasta dónde es capaz de llegar el terrorismo de Estado, instigado desde suelo estadounidense, contra la Isla. Estupor frente a la barbarie, eso es lo que se siente aún si se repasan los hechos reposadamente, sin el velo de lo rutinario. Así como las familias no sanan sus heridas, la nación no puede olvidar ese dolor ni a quien lo …

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Sesenta y cinco años de una gesta gloriosa

El levantamiento popular armado del 5 de septiembre de 1957 no fue un suceso fortuito, la idea databa de muy atrás. «Ya desde el año 1956 un grupo de marinos, soldados y cabos de la Base de Cienfuegos había entrado en contacto con el Movimiento 26 de Julio. Y el 30 de noviembre, cuando se aproximaba el desembarco del yate Granma y cuando tuvo lugar el alzamiento de Santiago, existía desde entonces la idea de producir el alzamiento de Cienfuegos. Pero no fue posible en esa ocasión», dijo el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en su discurso por el vigésimo aniversario de ese hecho. «Más adelante, cuando nosotros estábamos en la Sierra Maestra, persistió la idea de producir un levantamiento en Cienfuegos con el apoyo del grupo de marinos revolucionarios, para organizar después un frente en las montañas del Escambray. Es decir, tomar las armas de Cayo Loco y avanzar hacia el Escambray para constituir un segundo frente guerrillero», continuó Fidel. Esa acción se había dilatado, pero el pueblo de la Perla del Sur no se conformó ante los desmanes del tirano Fulgencio Batista y concretó la sublevación que tanto había ansiado, el 5 de septiembre de 1957. Se pensó como un levantamiento conjunto que incluiría ataques a puntos militares ubicados en otras ciudades, pero las acciones no ocurrieron según esos planes y solo el pueblo y los marines cienfuegueros salieron a las calles. La voluntad, los hechos Julio Camacho Aguilera dirigió el ataque por parte del M-26-7, mientras los oficiales de la Marina de Guerra eligieron como su líder al alférez de fragata Dionisio San Román. La toma del Distrito Naval del Sur de la Marina de Guerra, conocido como Cayo Loco, ocurrió con rapidez. A partir de ahí se desplegaron hacia otros importantes puntos de la ciudad, …

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