Cuba en el Caribe y el Caribe en Cuba (II)

Fue ese un proceso que fue intenso luego de la abolición de la esclavitud en la mayor de las Antillas en el año 1886, en una importante multiplicidad de procedencia en que coincidieron africanos, europeos, asiáticos, latinos y caribeños.

Según estadísticas oficiales, entre 1906 y 1931 llegaron a Cuba 337 875 braceros caribeños, no se contempla en esa cifra los que arribaron por vías clandestinas. Se estima que sumado todo, la cifra podría acercarse a más de medio millón de personas. Parte significativa de esa migración trabajó en los campos de caña o en la industria azucarera, en condiciones infrahumanas, alejados de sus familias, con salarios miserables y marginados por una sociedad ajena.

En los extensos territorios que conformaban el Central Preston, propiedad entonces de la United Fruit Company, coexistieron trabajadores de Antigua y Barbuda, Barbados, Bahamas, Puerto Rico, San Cristóbal y Nieves y Trinidad. Fue impresionante la cantidad y diversidad de caribeños que laboraron en los campos y la industria del mencionado monopolio azucarero estadounidense.

En otras grandes industrias azucareras de importancia en cuanto a producción ubicadas también en la antigua provincia de Oriente, como fueron “Chaparra” y “Delicias”, laboraron cerca de un millar de antillanos procedentes de Aruba y Curazao.

¡Cuánto debe Cuba a la migración recibida de otras islas caribeñas! Fueron grandes desplazamientos humanos llegados de territorios francohablantes, en especial de Haití; anglohablantes- sobre todo de Jamaica -, así como de las colonias holandesas, pero también de otras como Puerto Rico y República Dominicana. Todos coincidieron en Cuba durante la bonanza económica en parte de la década de 1920, que la convertiría en la principal productora y exportadora de azúcar en el mundo. No obstante ello, en la mayor de las Antillas se sintió también con rigor la depresión económica hacia finales de esos años, y posteriormente, la crisis económica mundial capitalista de 1930 a 1933.

En ese período sucedieron hechos que son oportunos significar. En primer lugar, y de forma contradictoria, la migración que se produjo de Cuba hacia República Dominicana durante la bonanza económica – las llamadas vacas gordas-, la cual ascendió inicialmente a más de 700 personas. Era el país en que varios cubanos habían propiciado el nacimiento y desarrollo de la industria azucarera a finales del siglo XIX.

Otro hecho tuvo que ver con la migración haitiana, la que en mayor cantidad se dirigió a Cuba en busca de trabajo, ocurrió a partir de la ocupación militar de Estados Unidos en Haití, en 1915. Serían las autoridades y representantes de monopolios estadounidenses asentados en dicha nación quienes estimularon, de manera intencionada, esa migración, entre otras razones, para aliviar el grave desempleo existente en la otrora colonia francesa.

En Cuba, los haitianos no tendrían, como los antillanos procedentes de islas bajo dominio inglés, considerados súbditos ingleses, ni el apoyo moral, ni diplomático, ni económico, ni humano, frente a las autoridades cubanas que practicaban el racismo y la exclusión. Sumamente es precisar que en el orden cuantitativo la inmigración antillana que se produce en Cuba entre 1902 y 1930 fue dominada por haitianos y jamaicanos. Sin contemplar las llegadas clandestinas, a Cuba llegaron, según estadísticas oficiales, 190 mil 255 haitianos y 121 mil 520 jamaicanos.

Con los efectos de las crisis económica mundial de 1929 a 1933, y los bajos precios del azúcar en el mercado externo, Cuba que poseía una economía dependiente y enajenada, se desajustó al punto de quedar prácticamente en ruinas. Las burguesías cubana y española, respectivamente, serían definitivamente aplastadas por la penetración de los intereses de Estados Unidos al recibir tan terrible impacto.

Cundió el desempleo entre los miles de braceros procedentes de los territorios vecinos. Unos 40 000 jamaicanos fueron repatriados por el gobierno de Jamaica, para lo que facilitó los transportes marítimos necesarios. El decreto gubernamental del 19 de octubre de 1933 que estipulaba que todo bracero antillano debía ser repatriado de manera obligatoria, alcanzó niveles draconianos.

Entonces para los migrantes caribeños, Cuba se convirtió en una gran trampa, sobre todo para los que deseaban repatriarse. En ese contexto, los jamaicanos con cuentas bancarias perdieron sus ahorros. Los haitianos se sumergían en la más profunda miseria. Tanto los anglohablantes como los francohablantes caribeños, en un alto por ciento, carecían del importe económico para el regreso a sus patrias. Miles de ellos deambulaban por las calles y campos de las provincias de Camagüey y Oriente, buscando un sustento diario de manera individual o familiar. Todo esto bajo la extorsión de la Guardia Rural. Muchos eran considerados una amenaza a la estabilidad del país y de la población laboral activa.

Todavía en 1937, continuó ese violento proceso. Ese año se expulsaron de Cuba 10 000 braceros haitianos. Ese fue el precio que debieron pagar los descendientes de la nación en que hubo de producirse la primera revolución independentista de América Latina y el Caribe, revolución tan profunda como antiesclavista, la que a juicio del Presidente de la Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar, significó “el primer y magno acontecimiento en que el Caribe apareció del todo como actor en el planeta”.

Si en el año 1931, en plena crisis económica, existían en Cuba unos 100 mil 652 migrantes del Caribe insular, esa cantidad fue disminuyendo en los años siguientes, y en 1943 solo alcanzaba la cifra de 39 mil 595.

La migración, explotación, opresión, desalojo y expulsión fue, en la práctica, una variante caribeña – latinoamericana de los rasgos característicos de una acumulación originaria para el desarrollo del latifundismo y de la naciente industria capitalista de un país como Cuba, atrasado, monoproductor y subdesarrollado.

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Cuba en el Caribe y el Caribe en Cuba (I)

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