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El Benny no admite comparaciones. Cuba se hizo voz musical en la de él. Mediante ella impulsó a los cuatro vientos el arsenal melódico de un país multicolor, rico en géneros por su variedad étnica. El guajirito humilde y negro de Santa Isabel de las Lajas encarnó la síntesis de lo cubano. Así se nos dio el más preciado fruto de nuestro pentagrama popular.
Benny cantaba lo que le pidieran: son, guaracha, bolero, rumba, mambo, afro, chachachá y guajiras. Fue un improvisador de primera. El repentismo poético corrió por sus venas como la sacarosa por la esbelta caña.
Vio la luz de la existencia el 24 de agosto de 1919, hace exactamente ciento cuatro años. Humilde al extremo, creció en el pueblito donde nació. Su casa distaba pocas cuadras del Casino de los Congos, donde el muchachito hacía sonar los tambores batá y bailaba en las fiestas religiosas.
Un día, – quién sabe atendiendo cuál llamado -, partió hacia La Habana. Acá conoció a Miguel Matamoros y se enroló en su conjunto para suplir a un cantante. Salieron hacia México y a Bartolo le fue tan de maravillas, que optó por quedarse en tierra azteca. De aquellos años en que México le abrió las puertas, datan sus éxitos con las orquestas de Arturo Núñez, Mariano Mercerón, Rafael de Paz y Dámaso Pérez Prado. Hizo dúos geniales con Tony Camargo y el inolvidable Dueto Fantasma con Lalo Montané. También hizo cine.
Cuando en diciembre de 1951 regresó a Cuba, ya era famoso en México. Acá apenas se le conocía. Fue la Radio el medio que escogió para darse a conocer a su público cubano. La primera vez había sido en 1944 en la emisora Mil Diez, con el Conjunto de Mozo Borguellá y el de Miguel Matamoros, cuando apenas comenzaba.
Su primer momento con las ondas sonoras al regresar de México tuvo lugar en Santiago de Cuba, en la CMXW Cadena Oriental de Radio, que transmitía para todo el país. Allí cantó con la orquesta de Mariano Mercerón, que ya lo había acompañado en tierra azteca.
En 1952 viajó a La Habana y comenzaron sus presentaciones en la RHC Cadena Azul de Amado Trinidad, cuyo edificio sede se encontraba en Prado y Cárcel. Fue allí donde el locutor Ibrahim Urbino lo bautizó con el calificativo de Bárbaro del Ritmo, que a partir de entonces lo acompañó en toda su carrera.
De Benny se pueden escribir tomos. Fue genial en todo el sentido de la palabra. Intérprete, compositor y poeta irrepetible. Por si pareciera poco, se caracterizó por su ser amistoso y espontáneo, con un concepto de la amistad y grado de empatía fuera de lo común.
Los años habaneros de Benny Moré junto a varias orquestas marcharon paralelos a sus presentaciones radiales. Además de la RHC, el circuito CMQ, y Radio Progreso donde se atesoran grabaciones en vivo en sus estudios. Cantó en centros nocturnos y apareció ante las cámaras de televisión.
Tras su deceso en 1963, cuando estaba en la plenitud de su carrera artística, la voz de Benny Moré se mantuvo para siempre en la Radio Cubana. Ha habido espacios dedicados a él, entre ellos, de larga data, Recordando a Benny Moré de la COCO “El Periódico del Aire”. Su provincia natal lo mantiene en la memoria radial a través del programa Hoy como Ayer que sale al aire los sábados.
Además de las emisiones dedicadas especialmente al Sonero Mayor, la Radio Cubana reproduce continuamente sus interpretaciones en todo el espectro de su programación, las veinticuatro horas del día.
La presencia de la voz de Benny Moré en la Radio Cubana es la forma como lo recuerda el medio que él mismo escogió para darse a conocer; también para evocarlo como quien es y será siempre: el más bárbaro de la música cubana.