A una casa radiofónica le toca más que ser un medio difusor, al fin y al cabo difundir es hacer común algo de interés para un determinado público. Le toca más que promover, es decir, informar, recordar y convencer de una determinada propuesta u oferta, acorde con una estrategia comunicativa.
La asunción de una radioemisora como un centro cultural, parte de su condición de ser punto nodal en la cultura de una región o un país, de entrecruzar todos los caminos. Cuando hablamos de cultura no nos referimos únicamente a las manifestaciones artísticas, sino a toda la heredad de saberes construidos a lo largo del tiempo en los diferentes ámbitos de la vida.
Una emisora de radio, al tomar como materia los acontecimientos, líderes, modos, geografía y espíritu de un territorio, los legitima. Va del conocimiento del entorno a su reconocimiento y con ello aporta una cuota de «felicidad intangible» a sus oyentes.
La radio es más que la suma de cada parcela en que se divide su programación. Su poder de ubicuidad, su amplitud de horario, su capacidad para erigirse en compañía participativa, es decisiva para tocar a sus públicos, para educarle, recrearle y proponerle.
La radio es una permanente descubridora. De las comunes historias que suelen no ser tan comunes, de los sucesos, de las personalidades, de la música. Ese proceso de comunicación, por supuesto, requiere la formación de especialistas técnicos, musicalizadores, locutores, periodistas, actores y escritores, lo cual le erige en un verdadero motor creativo, por así decirlo. Son ellos quienes modelan esos acontecimientos, los comentan o recrean, le dan voz y color.
Han de seguirse perfeccionando los perfiles de cada emisora para evitar réplicas, para que cada una beba la savia de su propio terruño, para que su hacer siga acompañando a la gente. Cierto, pero habrá que reconocer también cuanto se le debe a la consagración de sus artistas y especialistas tecnológicos durante décadas.
Repase ahora mismo en su memoria espacios que se han granjeado el respeto de la localidad o de la nación. Será un ejercicio que permitirá aquilatar un camino transitado que se acerca ya a los cien años.
Podríamos citar ejemplos paradigmáticos como el de emisoras especializadas en música como CMBF, Radio Enciclopedia, Radio Siboney, o la deportiva COCO. La singularidad de Radio Reloj. La vanguardia informativa de la CMHW…
Por supuesto, paradigmas como Alegrías de Sobremesa (Radio Progreso) y el esfuerzo gigante del escritor Alberto Luberta; o el caso del campesino Trinchera Agraria (CMKC, Radio Revolución), con el Cuarteto Patria liderado por Eliades Ochoa. Alguna vez le dijeron, me confesó, que no llegaría a ninguna parte defendiendo esa música… la vida demostró cómo sedujo al mundo. Fue la radio quien sostuvo su estirpe.
Una emisora radial no es una repetidora, sino actor protagónico de una comunidad, sea esta urbana, montañosa o del litoral. Es un agente dinamizador. La internet le ha permitido, además, ir de la municipalización a la mundialización de sus contenidos y formas.
Del rigor artístico y evaluativo, de la capacidad de diseño de sus productos, de su compromiso con los oyentes, depende que esta condición de centro cultural naufrague en improvisaciones e intentos formales, o por el contrario, sea palpable y alcance altura.