¿De qué Derechos Humanos se habla?

«Son los que poseen todos los seres humanos por igual y que deben ser respetados mutuamente, independientemente del credo, raza, procedencia o sexo de los mismos. Son la forma más evolucionada que el hombre conoce para dejar en claro la igualdad y la hermandad entre todos los individuos… Son los derechos fundamentales que el hombre posee intrínsicamente, reconociendo que estos derechos se desprenden de la dignidad inherente a la condición humana».

Se puede hablar mucho más sobre el tema en términos teóricos, en cambio basta con analizar a profundizar la esencia de esas palabras para comprender lo retorcido que se pueden volver conceptos altruistas, cuando el egoísmo humano interviene para interpretarlos a su antojo, desconociendo así la voluntad de los pueblos.

El mundo se resiste a aceptar las paradójicas realidades de hoy: reuniones internacionales para evitar el cambio climático, y otros, en sentido contrario, aumentando cada día más los gases de efecto invernadero; Presidentes defendiendo el derecho a la vida y el bienestar de los pueblos, mientras se amplían los arsenales nucleares de unos pocos países; crece la hambruna en el planeta, al tiempo que se produce un derroche millonario e inaudito en lujos y banalidades; muere un niño cada 15 segundos por hambre o enfermedad curable, mas los presupuestos para las guerras de conquista engordan cada vez más.

A estas alturas, de continuar esta carrera loca, el mundo poderoso de los menos nos colocará en el umbral de la destrucción de la vida, o en otras palabras, la destrucción del primer y más sagrado derecho humano, consagrado y aceptado así por todas las naciones.

Nos encontramos en los días de una nueva convocatoria en la ONU del Consejo de Derechos Humanos, creado el 15 de marzo de 2006, en votación de la Asamblea General, ocasión en que la abrumadora mayoría de las naciones mostró acuerdo con su instauración para sustituir a la muy cuestionada Comisión de Derechos Humanos, de triste recordación por sus manifiestas injusticias y doble moral.

Por supuesto, en esa oportunidad, como en otras semejantes, ejercieron su voto en contra Estados Unidos, Israel, Palau y las Islas Marshall. De tal modo, se abría entonces un nuevo capítulo, impregnado de cierta esperanza, la misma que se produce ante la barrida de lo feo y la expectativa de lo nuevo. Sin embargo, persiste una enorme distancia entre los objetivos del Consejo y la realidad. Simples ejemplos pueden demostrarlo: Israel es el único país condenado por el Consejo de Derechos Humanos; y considera a Fidel Castro como un personaje negativo «por encarcelar a ciudadanos por su disidencia» y a Hugo Chávez por «haber limitado la libertad de expresión». Lo que no se reconoce es la verdad indiscutible. En el primer caso los encarcelados aludidos no son disidentes, si no vulgares contrarrevolucionarios a sueldo; y por su parte, Chávez lo que ha hecho es, sencillamente, evitar la mentira y la distorsión en detrimento de los más caros intereses de la nación bolivariana.

Pero hay más. Organizaciones no gubernamentales como Transparency International, The Economist Intelligence Unit, y Freedom House – reconocidas por el Consejo de DD.HH.- consideran a Cuba como país represivo, de autocracia y antidemocrático. De esta última, Freedom House, se apuntan solo algunas de sus características que permiten comprender su objetivo de «fortalecer las instituciones libres en Estados Unidos y otros países», considerando como un mérito, además, ser una herramienta del Imperio en su intento de derrocar la Revolución Cubana.

Veamos: en 1995 preparó un programa para establecer una denominada «Cuba Libre»; con el derrumbe del socialismo en la URSS y Europa del Este, intensificó su labor contra la Isla y creó tres objetivos fundamentales en los que se apoyaba la llamada «Transición para Cuba», es decir, buscar y enviar a Cuba políticos, periodistas y activistas de Europa del Este, experimentados en transiciones democráticas; promover el contacto entre cabecillas de grupúsculos que deseen crear organizaciones no gubernamentales; y, además, publicar y distribuir en Cuba folletos sobre la transición democrática, escritos por autores europeos.

Entonces, se comprende claramente de qué organizaciones «virtuosas y democráticas» dependen, en buena medida, los dictámenes y resoluciones del Consejo de Derechos Humanos.

Esperemos expectantes los resultados de esta nueva ocasión. Ojalá haya una resolución de condena para los que promueven a sangre y fuego el derrumbe de Siria, aunque le cueste miles de muertos a ese país; para Israel por su derroche de crueldad contra los palestinos; y una más para el Imperio por el baldío intento de derrocar la Revolución Cubana y querer, además, retrotraer la historia, llevando al hombre, -al decir de nuestro Martí- a imitar sin pena al buey, porque se tornaría en apagado bruto, y comenzaría nuevamente la escala universal.

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