Obama representa un sistema imperial cargado de matices

Hay que reconocer que cuando inició su primer mandato despertó cierta simpatía y hasta esperanza, posiblemente como consecuencia de algunas de sus promesas, el hecho de ser el primer presidente negro, hombre joven de cierto carisma, indudablemente culto, y en fin, el mundo lo veía como un destello digno en medio de tanta oscuridad que produjeron los que le antecedieron.

Y al final, no tardó el desengaño y la frustración; nada cambió, nada cambia ni cambiará de forma sustantiva hasta que el sistema no se derrumbe con sus diabólicos y complejísimos mecanismos de gobierno, sus cíclicas crisis económicas que tanto afectan; las ansias de consumo desmedido y superficial; el desprecio al resto del mundo; las poderosas transnacionales que deciden, en última instancia, todo lo que les conviene, sin importarles el daño que inflingen al mundo y a su propio país.

Sería interminable la lista reseñando hasta qué punto puede el Imperio yanqui lesionar los grandes y nobles intereses de la humanidad. Si se quisiera escribir para otras generaciones la historia de los Estados Unidos hasta hoy día, se requerirá de cientos de volúmenes para describir las grandes fechorías que han cometido, como intervenciones, injerencias, robos de territorios, guerras sucias que han costado tanto sufrimiento y muerte, sustento a dictaduras sangrientas; loca carrera por el armamentismo, mafias tomando decisiones. Y no digo más…

Arribo  a una conclusión: Cada hijo que le nace a esa nación,  llega intoxicado con un virus que,  desde su más tierna edad, lo hace creer ciegamente en la superioridad, en que son los elegidos, los que poseen más derechos que deberes, los ejemplos de democracia. Además, se convencen  que el blanco es superior al negro, la mujer inferior al hombre, que los conflictos entre naciones se resuelven con metralla, drones y fósforo blanco, que sus soldados, causantes de exterminios humanos, deben recibir el beneficio de la inmunidad y, en definitiva, que el deber de todos es inclinarnos  ante ellos.

Es un sistema –como dijo el premio Nobel Joseph Stiglitz y divulgado por el periódico  oficial Granma recientemente-  del 1%, por el 1% y para el 1%, en el cual el 1% de la población obtiene el 25% de los ingresos y controla el 40% de la riqueza del país. Ese 1% disfruta de lo mejor en viviendas, educación y estilo de vida, ignorando que su suerte está ligada a cómo vive el otro 99%. Vale agradecer a Granma y su periodista Abel González la publicación de estos datos. También, me parece necesario apuntar que solo el 4,6% del aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70% de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Claro, a esa conclusión llegan los más, a los menos ni siquiera  les importa hacer esos cálculos.

El propio Barack Obama, en un discurso pronunciado recientemente en Chicago, descubrió y ratificó la esencia de lo dicho hasta aquí. Tomo con pinzas algunas de sus afirmaciones:  “lo mejor está por llegar” (¿serán más guerras de conquista?);  “queremos un país seguro, respetado y admirado en todo el mundo” (eso no se logra por la fuerza de las armas);  “una nación defendida por el ejército más poderoso de la tierra y las mejores tropas que ha conocido el mundo” (sí, lo sabemos, sólo que esa afirmación, en sí misma, denota el carácter guerrerista de esa nación, y además ni siquiera siente pena en afirmarlo);  “pero también un país que avance con confianza más allá de esta época de guerra para construir una paz basada en la promesa de libertad y dignidad para todos los seres humanos” (¿cómo es posible que incluya las palabras paz, libertad y dignidad? Al parecer se le ha olvidado las guerras sucias que promueve; el apoyo a Israel, con sus matanzas a infelices palestinos; el bloqueo que  mantiene a Cuba; su odio histórico a los que no se les subordinan; las insólitas desigualdades que promueven en el mundo; las crisis económicas que  resultan  consustanciales a su sistema y afectan directa o indirectamente al orbe; el desempleo que padecen, los miles que sufren hambre y viven debajo de los puentes en el país más rico del mundo; los que poseen el  mayor índice de  población carcelaria, incluyendo adolescentes y cientos que esperan,  en el corredor de la muerte, la inyección letal.

En fin, con esas “únicas virtudes” basta.);  “juntos, con vuestra ayuda y la gracia de Dios, continuaremos nuestro viaje y recordaremos al mundo por qué vivimos en la mejor nación de la tierra” (¡que insulto a los creyentes honestos, decir que con la gracia de Dios continuarán el viaje! Además, llama la atención su extrema modestia  al decir “vivimos en la mejor nación de la tierra”.

Veremos lo que el presidente haga en este, su segundo mandato. Si es algo positivo, no solo para Cuba si no para la humanidad, entonces lo felicitaremos; si por el contrario no tiene valor para enfrentar los problemas que genera el sistema que lo llevó a la Casa Blanca, en ese caso continuaremos en la denuncia. Y ya sabemos Obama que Usted no es el único culpable.

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