Cuando la Radio se lleva muy adentro

Entonces fue que escuchó los gritos: “¡Muchacho, te van a matar!” Se disculpó; siempre lo hacía. Sin embargo, apenas pasó el susto, pensó en colocarse otra vez los audífonos, pero se contuvo.

“¡Qué vicio de escuchar música en medio de la calle!”, se dijo medio molesta la anciana que llevaba de la mano a su nieto, preocupada tal vez porque dentro de muy poco tiempo lo vería hacer lo mismo. Pero este de él era un vicio diferente, y hasta sano; era, sencillamente: pasión por la Radio.

Antes de abrir los ojos cada mañana, por sus oídos se colaba la voz de “Había”, el cuentero, y la de los hermanos María y Pepito. Ya no tengo edad para escuchar esas cosas —pensaba a veces—; pero su mamá lo había despertado así desde que tenía 5 años de edad, y aquellos tres personajes eran para él sus mosqueteros.

Precisamente de su madre había heredado esa “radiodependencia”. Por eso, ahora ella se sentía culpable de sus “descuidos peatonales”, y aunque lo hacía salir de casa sin ponerse los audífonos, sabía que sería solo hasta que doblara la esquina. En eso era lo único que él la desobedecía.   

Aquella mañana fue una de tantas y, como siempre, después del susto, pensó en su madre, en cuanto sufriría si algo malo le pasaba. Fue por eso que decidió apagar el equipo de radio, y dejar a media la conversación sobre el amor y sus contratiempos.

En la Radio encontraba de todo, desde la música de su preferencia, hasta consejos sobre temas personalísimos; y lo mismo le levantaba el ánimo en los días tristes que le complementaba la alegría.

Hasta había pensado sumarse al club de Oyentes de Oro del que tanto escuchaba hablar; pero cuando pensaba en sus amigos, se olvidaba de la idea. ¡Oír radio es cosa de mujeres y de viejos, compadre!, le dirían sin dudas.

Pero lo que no sabía es que incluso en estos tiempos modernos, siguen siendo más los que escuchan radio, que los que ven la televisión o acceden a Internet, y por eso, año tras año, el 13 de febrero, celebran su Día Mundial, en homenaje a la creación de Radio Naciones Unidas, en 1946.

Él no conocía a un tal Marshall McLuhan, pero una vez alguien colgó en su muro de Facebook una frase suya que lo cautivó: “La Radio afecta a la gente de una forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa”.

Él era de esos, y se sabía bienaventurado. Deseó entonces que otros sintieran lo que él, cuando la Radio se lleva muy adentro.

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