La quinta vértebra del mensaje radial

A través de los signos lingüísticos y sonoros se estructuran los mensajes, es decir, las ideas emitidas al público. Las herramientas o elementos del mensaje radial poseen en el orden elemental una función denotativa; visto únicamente de esa manera el mensaje carecería de vida, lo que equivale a inferir que sería carente de emociones.

Para ello precisa de la función connotativa como reflejo adicional de lo “que dice el emisor” acerca de la idea; su “relación” con la idea misma. En la medida que la función connotativa sea correctamente codificada a través del mensaje, su decodificación será directamente proporcional.

En la función connotativa quedan implícitos la personalidad, estado de ánimo, punto de vista y temperamento de quienes emiten la idea. Lo denotativo y lo connotativo son factores complementarios e interdependientes para completar el sentido de los mensajes y su efectividad; en dicha simbiosis funcional se articulan objetividad y subjetividad; conocimiento y afecto expresados acerca de la idea.

Las ideas expresadas mediante el sonido articulado – las palabras –son incompletas si carecen del factor paralingüístico.

La paralingüística se concibe como un subcomponente de la palabra articulada; los mensajes carecen de sentido sin su presencia. En la radio es imprescindible, ya que la transmisión de ideas a través de mensajes sonoros carece del elemento visual y reduce la posibilidad de que los receptores capten los elementos del lenguaje no verbal. Es en este caso el subcomponente paralingüístico el destinado a “comunicar”, “hacer saber” la intencionalidad de la idea devenida mensaje.

Diálogos; matices del lenguaje acorde a la geocultura de origen; profesión de quien comunica; estatus familiar; edad; nivel de instrucción y posición social, se reflejan mediante un lenguaje específico complementado con el carácter, modo de pensar y aceptar cuanto le rodea; ello no de manera mecánica, sino filtrado a través de la experiencia personal, el temperamento y la psicología.

Por ningún concepto, alguno de estos elementos goza de carácter suplementario – que significaría sustituir o excluir – sino complementario por su función enriquecedora y de completamiento de la esencia y finalidad de cada mensaje.

Lo paralingüístico contempla varios elementos que lo definen, los cuales van desde el  timbre de la voz, su volumen e intensidad; la rapidez con que se comunica el mensaje; el tono de voz y entonación, incluyendo el énfasis silábico así aspectos tales como la fluidez, alegría o tristeza y el ritmo respiratorio con que se emite cada mensaje.

Cuando el subcomponente paralingüístico se evidencia de modo claro y preciso, la intencionalidad del mensaje es percibida con exactitud. Es importante saber cómo controlar y construir debidamente lo paralingüístico, puesto que de alguna forma siempre se revelará; cualquier error o inexactitud al construirlo puede distorsionar la naturaleza y propósito de lo que se comunica. Desconocer su utilidad y posibilidades conlleva a interpretaciones equivocadas de los mensajes.

Otro subcomponente de lo paralingüístico radica en lo pragmalingüístico – inherente a la filosofía del lenguaje y  la psicolingüística – , que estudia el contexto en el cual el mensaje se emite, concebido como situación comunicativa y conocimiento común de los hablantes. Aquí regresamos a los códigos, cuya aceptación común es condición imprescindible para que el mensaje se entienda con efectividad óptima.

De lo antes dicho concluimos que las herramientas básicas del mensaje radial no son tan sencillas como pudieran parecer. Una aplicación fría y mecánica, donde la denotación no se complemente con la connotación – “lo que se dice” con “lo que se siente” acerca de lo dicho –despojaría al mensaje de su verdadera finalidad. De ahí que lo “paralingüístico” pueda considerarse como una quinta vértebra (elemento o herramienta) para la construcción de un mensaje radial efectivo.

 

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