Crónica a hombres y mujeres del micrófono

Estás ahí, tras un micrófono, pero a la vez ante muchos. El oyente te espera, conoce tu saludo, tu estilo, aguarda por las buenas nuevas de tus palabras, hasta el punto de ignorar que como todos, son seres humanos que comparten una realidad.

Y quien dice que no forman parte de la familia, de un colectivo de trabajo, del día que con sus 24 horas los trae de vuelta para hacer mágico el encuentro en el que sin estar frente a frente, se siente tan cerca el espacio que separa.

Hombres y mujeres del micrófono, cuidadosos del lenguaje, reflexivos, ejemplo indiscutible de dedicación, compromiso y elegancia en ese difícil arte de lograr con palabras las imágenes más exactas de nuestro pensamiento.

Basta tu presencia en un acto, en desfile, en alguna celebración de pueblo para darse cuenta del sello distintivo que imponen al momento, acto a su vez de reconocimiento que nunca fruto de títulos ni ciencia concede la fiel audiencia.

Siempre en la búsqueda de la perfección,  de esa superación por la que cada minuto al aire hace evidente la excelencia de un sonido elocuente, suave al oído, capaz de hacer cerrar los ojos por unos instantes y callar y reír, cantar o bailar.

No es esta una poesía sombría y sola, no son pocos los que ahora llegan hasta aquí junto a mí, para hacer de esa verdad martiana que trasciende al paso del tiempo quizás, su único mensaje: Honrar honra.

No importan los nombres, su entrega en cada emisión los bautiza, los hace renacer, los convierte en paradigmas, un modelo a seguir, todo lo que expresas, todo lo que entonas tú, locutor, ennoblece corazones.

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