Identidad radial: ¿Voz y Estilo?

He compartido con colegas la idea de que el medio y su identidad pasan por el diseño del perfil que debe conformarse de un conjunto de programas que se distingan por su propia personalidad  y,  a la vez,  se correspondan con el perfil del medio y refuercen su identidad.

Veamos algo que ya había escrito en un trabajo anterior:  “Lenguaje radiofónico es el conjunto de formas sonoras y no sonoras representadas por los sistemas expresivos de la palabra, la música, los efectos sonoros y el silencio, cuya significación viene determinada por el conjunto de los recursos técnico- artísticos de la reproducción del producto radiofónico y el conjunto de factores que caracterizan el proceso de percepción e imaginación de los radioyentes”.

Si estudiamos con detenimiento los elementos que componen el Leguaje Radiofónico no podemos aspirar a que uno sólo de sus elementos identifiquen al medio como aspiran algunos que sea la palabra solamente la identitaria del medio radial y ¿cómo conjugamos el resto de los elementos, qué papel juegan en el discurso radiofónico, qué fuerza revisten en la arte de hacer válido al medio y su impacto en el oyente?

Ejemplos sobran de cómo esto se ha logrado en la radio en Cuba pero no quiero apelar a ellos por temor a que se me queden algunos más importantes que otros. Pero recordemos, existen programas para que una persona lo realice y junto a la estructura, contenido y sonoridad conforman un estilo del espacio en cuestión que marca el fundamental principio de comunicación, sin desconocer que los otros elementos sean importantes como el contenido y estilo. Cuando por una razón u otra debemos efectuar un cambio de voz,   debemos escoger al profesional  que,  por su forma expresiva,  se acerque al estilo del programa. Si esto es así entonces cual es la prioridad: ¿la voz o el estilo del programa? Cuántas voces debemos reunir para afirmar que identifican a un medio radial en específico. No será mejor decir que reconocemos un medio por su estilo donde lógicamente lo conforman voces, sonidos, tempo o dinámica y sonorización.

La palabra, componente básico en el lenguaje radiofónico,  puede variar de acuerdo al diseño que estemos empleando en el medio, donde se toma  en cuenta su timbre -forma de identificarla-, musicalidad que se formula en el discurso (aguda, grave, media). Ella  indica,  de acuerdo a su función,  el estilo de comunicación que empleamos,  no como el único elemento y sino como parte de un todo. Por otra parte en la comunicación se puede emplear de forma coloquial, de tu a tu, muy personal y ello tiene un impacto superior porque se dirige el mensaje a una persona y ella se siente atendida, le están hablando a ella.

La música,  es un elemento del lenguaje radiofónico que domina el mayor tiempo en cualquier programación de las emisoras de radio, no es poner música por poner sino que cada programa debe tener definido un espectro musical que signifique el perfil  de la emisora y a su vez apoye el estilo de la emisora. Sólo escuchando la música difundida podemos saber el programa o emisora escuchado sin necesidad de su identificación verbal.

Los efectos especiales, son más utilizados en la sonorización dramatúrgica para crear o describir estados de ánimos, repensar imágenes sonoras de aspectos de la realidad. Este elemento en muchas ocasiones es sustituido por fragmentos musicales que provoquen el mismo efecto y ello depende de las formas creativas en la realización que los profesionales o artistas consideren mejor para lograr los resultados planteados.

Por último el silencio, es el elemento, a mi juicio, más difícil de emplear para lograr efectos de dramaturgia y que el oyente los identifique claramente.

He vuelto sobre estos cuatro elementos para demostrar que el lenguaje radiofónico pasa por la conjugación de todos y que al emplearlo tenemos la libertad de buscar formas que nos diferencien de otros medios radiales y no descansar sólo en la palabra o la voz porque ya esa etapa fue rebasada y no tenemos porque arrepentirnos de ello.

Recuerdo cuando existía  en cada emisora  una plantilla  donde había que garantizar empleo a costa,  aunque algunos profesionales no “encajaran” en los programas y,  peor aún, cuando asumíamos programas para dar empleo a profesionales y artistas que no eran totalmente útiles en ellos y quienes por mucho esfuerzos que se hicieran, se parecían unos a otros en la misma emisora.

Retomando el tema del discurso radiofónico y lo que identifica a un medio radial, un aspecto importante lo constituye el ritmo empleado. No es sólo organizar el tiempo en que la factura radiofónica debe transmitir sus contenidos.  El articulo Lenguaje Radiofónico, del que ya hice referencia señaló: “El ritmo adquiere una doble dimensión, objetiva y subjetiva , y se manifiesta como el resultado de una actividad mental capaz de captar una estructura determinada por una sucesión de fenómenos, aislados o asociados, que se repiten,  regular o irregularmente en el tiempo”.

La actividad humana  no es más que la expresión de un  patrón determinado, una estructura rítmica más o menos definida. Así el ritmo en la radio se somete  no únicamente a la palabra, sino que se perfila como un tramado  en cuya construcción intervienen distintas formaciones estrechamente relacionadas.  “Se trata de la estructura rítmica interna, melódica, armónica, patronal y global”.

No creo que todo esté resuelto y la radio que hacemos aún le falta tomar en cuenta estos aspectos rígidamente pero debe ser la aspiración  que debemos lograr en cada programa y emisora. Respetar los perfiles, defenderlos con identidad propia y dejar a un lado aspectos que en otras épocas no resultaron  del todo así que porqué volver a regresar a ellos?.

La radio reclama modernidad no sólo tecnológica, sino en su discurso,  y apoyado en los avances científicos y técnicos,  debe ser más creativa,  más cercana al reclamo del oyente, y debe reflejar con sabiduría los valores de una sociedad única, solidaria, fraterna y sobretodo heroica.

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