Internet: revolución tecnológica y social

Quizás la más importante variación sea en la propia concepción de la comunicación masiva, de antaño considerada como un proceso vertical, asimétrico y unidireccional. Aunque se valoraba la capacidad de los sujetos receptores para construir una imagen propia del mundo con toda la información que le llegaba vía mediática, no era posible hablar de un proceso de retroalimentación significativo de receptores a emisor. La información fluía pues en un único sentido, de los grandes medios a una masa anónima.

Si bien es cierto que algunos teóricos, fundamentalmente del escenario latinoamericano, defienden la comunicación como un proceso horizontal, bi o multidireccional, que es por esencia participativo, a partir de los supuestos de la llamada teoría de la recepción activa; históricamente ha prevalecido el modelo transmisivo, «al ser el que de manera más natural ha insertado a la comunicación en los procesos de legitimación de la dominación». (Vidal, 1999).

Sin embargo, ese verticalismo direccional sufrió una fuerte estocada cuando Internet anunció la posibilidad de crear redes de interacción, conformadas por usuarios que pueden subir y compartir informaciones en la web. Así, todo aquel que lo desee puede convertirse en emisor de mensajes, y transmitirlo por un canal que parece garantizar la participación a todos a partir de la convertibilidad de roles. «Solo entonces –diría el teórico Manuel Castell- pudo la audiencia hablar con voz propia.»

Actualmente, algunos defienden la idea de que Internet le ha dado un jaque al periodismo tradicional, obligando a los profesionales de la comunicación masiva a repensar y reajustar sus políticas editoriales e informativas.

Lo cierto es que hasta el llamado efecto agenda-setting, validado en numerosos y diversos contextos geográficos, y que en esencia plantea que los elementos destacados en la imagen que dan los medios de comunicación se vuelven destacados en la imagen que se hace la audiencia de la realidad; parece invertirse ahora que los usuarios pueden valorar los contenidos mediáticos, descubrir noticias de último momento, e incluso construir su propia agenda mediática a partir de los intereses públicos.

El proceso de interactividad comunicativa que avala Internet, ha llevado a hablar de una comunicación dialógica, horizontal y participativa, que intenta revertir los tradicionales status de poder de este proceso. Parece como si los axiomas del llamado Colegio Invisible de Palo Alto y el EMIREC de Jean Cloutier cobraran vida.

Esa interacción, incluso, ha sufrido variaciones en su acepción original con la irrupción de las nuevas tecnologías. En una definición ya primitiva del término se hablaba de actividad mutua y simultánea; ahora, a partir de las realidades de la web (por ejemplo, la comunicación a través del correo electrónico), pierde el requisito de simultaneidad, pues para que haya interacción no hace falta coexistencia temporal; de manera que hablamos de una comunicación de tercer orden, de una interactividad asincrónica.

Y aquí surge otra ruptura con dos condiciones básicas de toda comunicación anterior a la era digital: la coincidencia en tiempo y espacio. En la web, la interconexión entre los sujetos se produce por encima de la ubicación física, sin importar la distancia y dispersión espacial y temporal.

Significativo ha sido también el proceso renovador en la concepción de los mensajes que «se mueven» en la llamada autopista de la información. Ahora, el contenido de estos no parece tener límites, y el formato puede llegar a integrar casi todas las modalidades de la comunicación humana. Es lo que se ha dado en llamar hipertextualidad y multimedialidad, respectivamente.

La primera, responde a la necesidad de buscar una estructura que se asemeje al pensamiento humano, y se entiende como la interconexión entre unos y otros mensajes colocados en el ciberespacio, a los cuales se puede acceder por hipervínculos que permiten encontrar información relacionada. Así, la web parece no agotarse, y resuelve lo que por mucho tiempo fue un conflicto para los periodistas: la limitación de información por espacio o tiempo.

La segunda, refleja la capacidad del medio para incluir y abarcar en un mismo mensaje, textos escritos, orales y audiovisuales, a partir de la integración digitalizada de estos múltiples modos de comunicación.

Otro elemento en el que se han venido observando cambios, es en el lenguaje. La familiaridad que supone la interacción entre los usuarios, transforma el lenguaje formal de los medios tradicionales: lo hace menos convencional, más conversacional. «Para algunos –sentencia Castell- la informalidad, espontaneidad y anonimato de la comunicación mediada por computadoras, estimulan lo que denominan una nueva forma de ‘oralidad’, expresada por un texto electrónico».

Con relación al propio lenguaje, se observa un proceso de cambio de los códigos lingüísticos, a partir de lo que podría entenderse como «nuevas y reducidas formas para la comunicación electrónica con los iguales».

Ciertamente, las transformaciones de la comunicación al calor del desarrollo de las nuevas tecnologías, han inaugurado una nueva etapa para el estudio y comprensión del proceso comunicativo, y pueden considerarse como parte de una nueva etapa de cambios estructurales y supraestructurales en la sociedad moderna, en la que se desdibujan las fronteras entre lo masivo y lo interpersonal.

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[1] Estas dos corrientes de pensamiento constituyen una verdadera refundación del saber comunicativo, una vez que vuelven a ver en la comunicación, el fenómeno social que tan bien expresaba el primer sentido de la palabra, tanto en francés como en inglés: la puesta en común, la participación, la comunión. Tanto los integrantes de Palo Alto como Cloutier, consideran que la esencia de la comunicación reside en procesos de relación e interacción simétrica o complementaria, según su base en la igualdad o en la diferencia de los agentes que participan en ella; principios que propone la comunicación en la red Internet.

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