Cuba en la agenda hoy de la Unión Europea y mañana de Naciones Unidas

 
Amén de que el propósito de cada cita es bien distinto, quizás ambas tengan como denominador común la cacareada posición de los enemigos de la Revolución de que aquí siguen sin respetarse los derechos humanos, o los recientes pasos en materia de liberación de algunos “disidentes” resultan aún discretos, a la vez que falta mucho por avanzar en la “democratización” de Cuba y en su apertura a la economía de mercado.
 
No hace falta que a Bruselas viaje como invitado algún funcionario del gobierno de Barack Obama para ofrecer mayores argumentos, cuando allí el imperialismo yanqui estará muy bien representado en esta cruzada internacional, en la que han sido valiosas la guerra mediática desde Europa y la actitud de algunos Estados miembros de la UE, con un historial anticubano bien marcado.
 
Por estos días varias agencias de noticias han subrayado que la excarcelación de presos políticos (contrarrevolucionarios) y la “cauta apertura económica” del gobierno del presidente Raúl Castro son consideradas insuficientes por Estados Unidos, la Unión Europea y sectores de la oposición en La Habana, y para ello se han basado en recientes declaraciones del mandatario estadounidense y de personeros del viejo continente.
 
Sin embargo, hay opiniones divididas, contrarias a esa percepción, y por ejemplo, España, Italia, Francia e Irlanda defienden la necesidad de reemplazar la Posición Común por un acuerdo bilateral, mientras Alemania defiende una política de “esperar y ver”, y República Checa y Eslovaquia figuran entre los países opuestos a eliminar la mencionada política, según refieren agencias internacionales de prensa.
 
Recordemos que la Posición Común se reexamina anualmente desde su instauración en 1996, a instancia del entonces gobierno español del conservador y ultraderechista José María Aznar, y para derogarla es necesaria la unanimidad de los 27 países miembros de la UE.
 
Con ella se ha pretendido fomentar “un proceso de transición pacífica hacia la democracia pluralista, el respeto de los derechos humanos y una recuperación económica sostenible de Cuba”, todo lo cual ha sido rechazado por la Isla por considerarlo como una intromisión a sus asuntos internos, a su soberanía e integridad territorial.
 
Por ello en los últimos años las relaciones Cuba-Unión Europea  han transitado por frecuentes altibajos, aunque en junio pasado ambas partes sostuvieron un encuentro ministerial al calor del restablecido diálogo político, hecho ocurrido en igual mes de 2008.
 
Pero para que no nos llamemos a engaño, a pocos días de que en Bruselas tuviera  lugar la mencionada reunión, el jueves último el Parlamento del viejo continente concedió el premio Sajarov 2010, “de libertad de conciencia”, al contrarrevolucionario cubano Guillermo Fariñas, quien desde La Habana “amenazó” con declararse de nuevo en huelga de hambre si el gobierno de la Isla no le permite viajar a recoger ese estímulo.
 
No es casual que ello ocurra ahora, ni que junto a otros candidatos el elegido sea ese personaje que tanto juego le hace a la “disidencia” interna, lo cual se demuestra en la felicitación que recibió de la administración de Barack Obama este “valiente defensor de la libertad de expresión y de la democracia en Cuba, y un activista entregado a la liberación de todos los prisioneros políticos”, como lo calificó en un correo electrónico a la agencia AFP un portavoz del Departamento de Estado, Charles Luoma-Overstreet.
 
Mañana martes, en otro escenario internacional, nada menos que en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas volverán a sentirse las pasiones por la Isla, cuando la inmensa mayoría de sus países miembros exija a Estados Unidos el cese del bloqueo económico, comercial y financiero sobre Cuba.
 
A quienes duden de lo que ha sido capaz de hacer esta pequeña Isla por su pueblo, que lean el III Informe de Cuba sobre el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en el que el propio sistema de la ONU reconoce los avances en el logro de mayores niveles de vida y la voluntad política del gobierno de encauzar los limitados recursos hacia las áreas de mayor impacto social.

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