Ecos de la Caravana

A mi mente solo llegan las imágenes tomadas por las cadenas televisivas que se sumaron al pueblo y al hecho histórico, no solo para Cuba, sino también para el mundo. Las fotografías captadas por los más inquietos aún develan la alegría. Por solo poner un ejemplo de los medios que se sumaron, la revista Bohemia publicó el día once un número extraordinario de doscientas ocho páginas y un millón de ejemplares, una cifra record de tirada. Salía a manos de los lectores la primera Edición de la Libertad.

Algunos días antes, la noticia publicada por Radio Progreso y la cadena Telemundo de la fuga del dictador Fulgencio Batista del Palacio Presidencial ante el triunfo revolucionario, anunciaba ya el comienzo de una nueva era mediática. Aunque para la fecha el noventa y ocho por ciento de las acciones del Circuito Nacional Cubano de medios pertenecían al dictador, lo cierto es que la naciente Radio Rebelde y otros al calor de la verdad difundían la victoria a cada paso.

En la medida que se consolidaba la Revolución, la realidad mediada era cada vez menos fugaz. Los testimonios de quienes fueron testigos y las investigaciones de los más avezados en materia de comunicación reflejan que los poseedores de la radio y los altos dirigentes del sector de la publicidad en los primeros meses de 1959 adoptaron una actitud de precaución. Por ello, una de las primeras medidas aplicadas por los revolucionarios fue la de suprimir subvenciones que recibía confidencialmente la prensa y emisoras de radio y televisión.

De tal forma, poco tiempo después, los medios comenzaron a considerar tentativamente a la Revolución como un cliente a quien podían prestar servicios. Lo que no sabían, aunque tal vez lo intuían, era que más temprano que tarde pasarían a ser de propiedad privada a social o estatal. No obstante, los magnates, desde la temprana fecha del doce de enero de ese mismo año, ya habían dilucidado los próximos pasos a tomar por la Revolución, luego de que se intervinieran las doce emisoras de la cadena nacional por Resolución del entonces Ministro de Gobierno, Luis Orlando Rodríguez.

La Caravana del ocho de enero de 1959 llegó a La Habana, según cuentan los testimoniantes y archivos documentales de la época, cargada de sueños y construida sobre la base de la pluralidad mediática. Como yo no estuve allí, y ante tantas posiciones al cubrir el hecho, prefiero creerle al pueblo que me revelan las fotos e imágenes de la época. Los vítores constituyen, indudablemente, fuentes confiables al reseñar.

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