Cuba y Venezuela cercanas en un paraíso terrenal del Estado de Falcón

Culebras venenosas señorean como reinas en este paraíso terrenal. Los nativos no le temen, pero las respetan y cuando son mordidos recurren al orine de venados salvajes como antídoto eficaz. Un perro, atacado en la nariz por un reptil, acaba de salvarse mediante la aplicación rápida del desecho vaginal del cuadrúpedo. Este “remedio casero” nos demuestra que la naturaleza resulta  muchas veces caprichosa, pero es rica en bondades, para las que a veces el hombre no tiene explicación.

En el lago subterráneo más grande de Latinoamérica

Con el cuidado imprescindible y por un trillo resbaladizo, los “exploradores” bajamos hasta la entrada del Haitón, una ancha cavidad que tiene más de 300 metros de profundidad. Los lugareños explican que por esta singular abertura la tierra “respira” y que por ahí el agua penetra hasta el lago subterráneo más grande de Latinoamérica.

En estos recónditos parajes, cuya cota máxima supera los 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar, viven muchísimas personas que guardan como un tesoro el recuerdo de las heroicas guerrillas venezolanas de principios de la década del 60 del pasado siglo.

El alcalde de Petit, Rafael López, autodeclarado admirador de la Revolución cubana y de Fidel, forjador de la nueva República Bolivariana, trajo a su memoria los crímenes cometidos en aquellos años por el ejército de la época, los oficiales norteamericanos presentes en el escenario y miembros del tenebroso servicio de inteligencia, entre cuyos integrantes estaba el connotado terrorista internacional Luis Posada Carriles. Muchas familias siguen buscando a sus seres queridos, vilmente asesinados y desaparecidos.

Los herederos de Martí por los parajes venezolanos

Por estos montes de tanta historia, y estas arcillosas tierras andan varios asesores cubanos de la rama agropecuaria. Procedentes de Matanzas, Villa Clara, Bayamo, Las Tunas, Holguín, Isla de la Juventud y otros sitios patrios, se desempeñan como ingenieros y técnicos agrónomos, veterinarios, especialistas en riego, suelos, fertilizantes agroecológicos y sanidad vegetal.

Todos integran la Misión Social Agropecuaria, ideada por el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías para incentivar la producción en esa esfera económica de trascendencia estratégica en la política que lleva adelante la Revolución Bolivariana con el propósito de diversificar la economía y lograr la soberanía alimentaria.

Rosa María Bossa, Gustavo Melgarejos y Martín Sergio Cabezas, entre otros, todos bajo la dirección de Carlos Rodríguez, coordinador de esta Misión en el estado de Falcón, sienten una tremenda satisfacción porque están dando su humilde y valiosa contribución en la diversificación de la economía venezolana y el incremento de la producción para el consumo humano.

El cultivo principal de esta zona es el café, seguido por viandas, leche y carne. La gestión agropecuaria está a cargo de productores privados, algunos de los cuales se han integrado a cooperativas que reciben financiamiento del estado para ejecutar proyectos dirigidos a aumentar la producción y elevar la calidad de vida de los montañeses.
Hilario Loiz Chirino es uno de los productores más aventajados del municipio Petit. Tiene su estancia que es casi un jardín agrícola en la Parroquia Curimagua y con mucho agradecimiento recibe y aplica los conocimientos impartidos por los asesores cubanos.

Pero no solamente está contento por la ayuda recibida, sino porque viajó a Cuba, visitó varias provincias y sostuvo intercambio de conocimientos con agricultores de la Isla. Dice que volverá en cuanto tenga una nueva posibilidad.

En la humilde casa de Hilario nos agarró  el sol caliente del mediodía. En un cobertizo aledaño a la vivienda, atenuamos el calor y brindamos por los resultados del trabajo con Cocuy artesanal. El Cocuy es como un aguardiente de unos 50 grados, elaborado a partir de un árbol que lleva el mismo nombre y al cual se le atribuyen, incluso, poderes afrodisíacos.

El Ron de Culebra, una bebida que emborracha y cura

Es curioso observar, junto a un horcón esquinero y  encima de una repisa, a un garrafón de cristal que tiene esta inscripción: Ron de Culebra. Para sorpresa de todos, en el interior del recipiente hay una culebra blanquecina, enroscada, muerta y conservada por el efecto de un alcohol preparado que se ingiere, emborracha y cura enfermedades óseas, según su creador Hilario, el campesino devenido químico naturalista. Ninguno de los presentes se mostró interesado en probar la bebida. Pienso que no sea por miedo, sino para no salir de aquí “enroscado”  o zigzagueando como los reptiles.

Rosa María, Gustavo y Martín se pasan todo el tiempo en esta zona montañosa. Mientras hay luz solar, ellos están en las áreas de labranza, junto a los productores, enseñándoles secretos agrotécnicos y de salud animal que redundan en más alimentos para la población. Durante la noche se recogen en la casita que le habilitaron para el reposo y la recuperación de energías.

En el descanso imprescindible no escapa la meditación. El pensamiento “vuela” al terruño y penetra puertas adentro para encontrarse con la familia. En ese momento la nostalgia no es ajena, es propia, pero vencida por el sueño. Al despertar aparece la alborada de un nuevo día que promete otra jornada provechosa.

Así pasan uno y otro día, porque son misiones del bien que tanto necesita la humanidad. Ellos son ahora los que están, como antes fueron otros y como los que vendrán para continuar la obra benefactora, porque como dijo el poeta español Miguel Hernández: “…se hace camino al andar”.

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