En CMBF: Un paisaje de distinto plectro con propia égida

De todos modos, en la certidumbre de los hechos, lo cierto es que el paisaje -por más que se quiera lo contrario- no ha dejado de ser efectivo soporte para otros muchos más hacedores, que lo han tomado, además, como punta de lanza o significativos pretextos para la explicitación sin ambages de sus ideoestéticas en la visualidad artística, inclusive, más contemporáneamente actual.

Tal es el caso del artista que ahora, en la sala expositiva de CMBF, Radio Musical Nacional, hace una Propuesta –título de su exposición como tal- muy diferente a la que pudiera plantear el retórico paisaje disfrutado en las autocomplacencias visuales.

Gustavo Torres Díaz es un artista que, a partir de su formación académica en San Alejandro, ha ejercido la realización de escenografías en instituciones como el Ballet Nacional de Cuba y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.

De ahí, entonces, esta particular simbiosis para la producción de paisajes que se convierten, precisamente, en los paramentos propios de su ingenio creador, fantásticos y, quizás no posibles, pero probables también en la perspicacia de la imaginación de sus receptores, que pudieran tal vez recordarlos de algún que otro alucinado pasaje soñado.

Pudieran ser, desde aquellos pretendidos surrealismos de parajes furtivos y de los vestigios remotos o desde la inspiración misma que le ha brindado la naturaleza en sus caprichos, que nos han hecho cuestionar más de una vez cómo ha sido posible haber dibujado, pintado o esculpido caracteres y perspectivas semejantes.

Al paisaje habría que verlo también así, desde esa posición –como género plástico o inspiración divina- de quien fue el primero que lo creó.

Torres ha hecho el suyo, bajo su propia égida y singulares plectros que condicionan a ese paisaje de distinto anclaje en el formidable espectáculo de las luces, formas y colores.

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