En la comunicación – sea interpersonal o a través de los canales tecnológicos – la información es su materia prima. Un individuo comunica a los demás “su” información, quienes, a su vez, también comunican a otros “sus” propias informaciones que, aunque tal vez parecidas, no son necesariamente iguales a las que les dieron origen. Pudiéramos entender la comunicación como el intercambio, traspaso, simbiosis e hibridación de productos comunicativos de índole diversa, los cuales se entrelazan y dan como resultado otros más en una reproducción geométrica.
La comunicación en su aspecto visible se estudia desde hace mucho, pero considero que para una mayor efectividad esta ciencia requiere la incorporación más comprometida de otras disciplinas. Esta ciencia reclama, desde análisis estadístico-matemáticos de comportamientos hasta valoraciones históricas, sociológicas y antropológicas. ¿Por qué no también biológicas? Intentaré explicarme.
El hecho fenomenológico de la comunicación se fundamenta en una dialéctica interna. Cada individuo posee una personalidad, la cual se rige por patrones predeterminados por la educación, creencias, prejuicios, estereotipos, tradición, costumbres y experiencias que se remontan al vientre materno.
Elementos similares no diseñan personalidades idénticas. Se requiere, entonces, del estudio antropológico en toda su extensión para concluir cuáles son los condicionamientos que más peso ejercen en la formación de la personalidad. A partir de ahí pudiera explicarse cuáles productos comunicacionales (entendido como información facturada de un modo determinado) son los que empatizan mejor con cada individuo o grupo de ellos.
Un proceso evidente – y a tomar muy en serio – es la intracomunicación, no vista solamente como el desarrollo de la comunicación interna grupal, sino a escala personal en el ámbito de la psique y la bioquímica. Toda la información que emite y recibe cada individuo pasa por los filtros de la percepción sensorial y, a partir de condicionamientos propios y únicos, se reelabora y transmite a quienes le circundan.
El cuerpo humano concebido holísticamente, es decir, como un todo, se comporta como sistema de sistemas. Hay una interdependencia entre los órganos, lo mismo que a nivel celular y atómico. Las materias primas que mantienen las funciones vitales – cantidad, calidad y variedad de las mismas, desde el aspecto nutricional y composición la composición química – son condicionantes, en cierto modo, de los procesos de intelección y reelaboración de la información. Entre células, tejidos y órganos tiene lugar un intercambio fluido y constante de información, hay un indiscutible fenómeno intracomunicacional.
El oído humano recibe un estímulo. La cantidad y calidad de las sinapsis se encargan de enviar la información al cerebro el cual, a su vez, devuelve otra información de respuesta al individuo como un todo, quien reacciona – y también acciona – ante cada estímulo. Existe una relación interior a escala microscópica capaz de formular respuestas y acciones. Todo el proceso interno condiciona las acciones proactivas como las reactivas del ser viviente.
Considero que la comunicación es un fenómeno que comienza a nivel celular y se manifiesta holísticamente. La comunicación grupal no sería entonces otra cosa que el intercambio de informaciones elaboradas desde el nivel microscópico hasta la formación biológica altamente organizada, cuyo punto de consumación radica en la parte consciente del cerebro. En palabras más profanas, lo microscópico “sazona” el plato fuerte que es el producto comunicativo.
Parecería mucho escribir, pero lo único que humildemente puedo alegar es que todavía resta mucho por andar en el estudio de esta ciencia. Quizás un día, tarde o temprano, la constitución celular y el factor genético (ADN) den respuesta a los comportamientos contradictorios; a las reacciones antagónicas e inesperadas; a las paradojas del comportamiento de individuos, grupos y comunidades, sin que ello pretenda, como principio ético, manipular esa fenomenología. En muchos casos, aunque programado inconscientemente, el individuo piensa y siente que actúa y decide por sí mismo; son, en cambio, factores de su estructura corporal no inteligente los encargados, en parte, de condicionar sus respuestas.
Factores todos de importancia y a tener en consideración para elaborar informaciones, como productos comunicacionales más efectivos.