«Se me recomendó fomentos fríos de suero fisiológico y colocar la pierna de forma horizontal. No estar de pie. Se añaden unas pastillas para ayudar a la recuperación», expresó Fidel en esa detallada carta, que tuvo por objetivo responder a «la inquietud de muchos ciudadanos por mi estado de salud».
Habían transcurrido poco más de diez días. El equipo de prensa que cubriría la histórica toma de posesión de Luiz Inacio Lula da Silva el primero de enero de 2003, conocía suficientemente, como toda Cuba, la hidalguía del Comandante, pero teníamos dudas acerca de su presencia en la nación suramericana debido a la dolencia que lo aquejaba.
El grupo que lo esperaba era pequeño, pero de profesionales experimentados como Joaquín Rivery y el fotorreportero Ahmed Velázquez, a quien tempranamente perdimos al año siguiente. Integraba la tropa Leonel Nodal, corresponsal de Prensa Latina, el camarógrafo Omar de la Cruz y el colega Froilán Arencibia.
Los imprescindibles Danilo Sirio y José Luis Ponce, se ocupaban de todos los preparativos para que Cuba conociera los detalles de la esperada visita.
Y en medio de un júbilo desbordado descendió Fidel de su «querido y seguro IL-62». Fue caminando hacia nosotros sin prisa, pero erguido, imponente.
Besos para la única dama y saludos afectuosos para los caballeros.
Nadie se atrevía a preguntarle. ¡Qué dilema! El Comandante frente a nosotros, de pie, ansioso de hablar a cubanos y brasileños. Nosotros, en cambio, paralizados ante su estatura, temerosos de contrariar la orden de los médicos, atentos de cualquier movimiento hecho con su pierna izquierda.
Para la prensa cubana, en ese instante, era más importante su salud que tenerlo conversando largo tiempo, como él acostumbra.
Nadie rompe el hielo. Fueron segundos que parecieron horas. Hasta que esta reportera pregunta: Comandante, ¿qué siente al acercarse otro primero de enero, que ahora también pertenece al Brasil de Lula?
«El primero de enero ya no solo será cubano, ahora el primero de enero es latinoamericano. La toma de posesión de Lula, mañana, será el mejor regalo para la Revolución cubana. Estoy feliz y vengo a festejar con el pueblo brasileño».
No dice más y respetuosamente espera que alguien lance la segunda pregunta. Fidel desea continuar hablando .Lo sabemos. Lo conocemos.
Detrás de él, escoltas y médicos, con discreción absoluta, nos piden una pausa. Fidel necesita llegar al hotel. Pareciera que estamos inmóviles, que se agotaron las preguntas, que evadimos el diálogo. Pero sus soldados de la palabra solo intentan protegerlo, cuidarlo.
Fidel insiste: ¿No hay otra pregunta?
-Hasta mañana, Comandante.
Y asegura: «Estoy alegre porque veo el despertar de la conciencia latinoamericana. Buenas noches y felicidades. Por la diferencia de horario celebren dos veces el aniversario del triunfo de la Revolución cubana».
Siento un golpecito cariñoso en la cabeza como el padre que da las buenas noches. Esa pierna convaleciente nos duele mucho más que a él. Nos inquieta su pierna, mientras él se ocupa del futuro de América.
Entonces parte hacia el hotel donde se hospedaría unas setenta y dos horas. Allí esperó el 2003 con su amigo Frei Betto y miembros de la familia del teólogo brasileño. Supimos que a las 12 de la noche, cuando estallaron los fuegos artificiales, el líder cubano anunció la llegada del nuevo año. Más tarde, cuando el reloj marcó las 12 de la noche en Cuba (3:00 a.m. en Brasil), los presentes en el encuentro saludaron el aniversario 44 del triunfo de la Revolución.
Al día siguiente, luego de los actos de investidura de Lula, nuevamente me encontré con Fidel. El Comandante esperaba para almorzar a uno de los nuevos Ministros nombrados en el Gabinete.
Esta vez estuve sola. Todos mis colegas estaban trasmitiendo desde otro sitio de la majestuosa Brasilia. Bendita sea la radio que nos permite buscar información, redactar y comunicar desde el lugar de los hechos.
Casi once años después de aquel primero de enero de 2003, Fidel sigue de pie, inspirando con su ejemplo al mundo. Y el Brasil de Lula, afortunadamente, es de los países que iluminan la América Nuestra.