Hasta siempre, Comandante

Durante varios días, Joaquín y yo,  compartimos el alojamiento con otro grupo de excelentes radialistas que, en las noches de la hermosa Villa de Caibarién, solíamos hacer tertulia al aire libre. En aquellos encuentros con mi amigo, tal como hicimos en otros Festivales, la literatura, la política y un sinnúmero de anécdotas muy ocurrentes y  que él matizaba como libretos dramatizados de continuidad, eran el pan caliente como resumen de las larguísimas jornadas escuchando y valorando  un diluvio de programas llegados desde gran cantidad de emisoras de radio de todo el país.

Fue una noche en que la figura del Che y la poesía de Nicolás Guillén tomó toda la jornada, incluso parte de la madrugada  que silenciosa nos escuchó en un diálogo muy fructífero. En aquella oportunidad el pie lo dio Joaquín cuando me sorprendió con su elogio a mi libro de poemas Flores Llueven Revolución  que obtuvo el Premio David en el año 1971. Le vi francamente emocionado cuando me dijo que no conocía de un libro completo dedicado al Che en ese género en Cuba. Y entonces, como torrente desbordado me habló de los días argentinos de Guillén cuando vivía pendiente de los episodios de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, de los avances heroicos de las columnas de Camilo y Che hacia el occidente, y cómo ya el ilustre argentino provocaba admiración y respeto entre sus paisanos de a pie y entre el mundo literario y periodístico.

Los caminos de la conversación nos llevaron a las visitas reiteradas de Guillén a la calle Arenales 2208 para saludar a los padres del Che que invariablemente lo invitaban a almorzar. De Celia, la madre, nuestro poeta nacional afirmaba tener una energía inagotable y de Ernesto Guevara Lynch era el respeto en persona.

Fue entonces cuando lo invitan a publicar en el semanario Propósito, muy leído en Buenos Aires, un poema o una crónica inspirada en las hazañas del Che en Cuba. Nuestro poeta, que no escribía por encargo, sí escribió en unas horas catorce versos que constituyeron el primero de sus varios poemas que dedicara al guerrillero…

                   Como si San Martín la mano pura

                   a Martí familiar tendido hubiera…

Lo que entonces no pudo vislumbrar Guillén  es que una nueva inspiración poética  suya se escucharía en el Acto Solemne,  en la memorable noche  de octubre de 1967, en la Plaza de la Revolución, donde el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, pronunciaría las palabras centrales ante una multitud silenciosa y profundamente dolida negada a creer, en su propio corazón, que el Che había sido asesinado.

En esa inolvidable noche todos los que estamos allí rindiéndole tributo al Che y a los compañeros de la Guerrilla caídos en tierra boliviana sentimos, la profunda voz  de Nicolás Guillen, sacudiéndonos el alma…

                                No porque hayas caído

                               Tu luz es menos alta…

 Cuatro años después tuve la oportunidad de conocer a Nicolás Guillén, sentir su profunda amistad y conversar con él de variados temas literarios y de la vida misma  y, sin proponérmelo,  una  tarde de  un  aguacero descomunal que nos retuvo más de una hora  en la Sede  de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba  y casi sin poderlo evitar, mientras veíamos caer la lluvia interminable y ruidosa, le pregunté , aprovechando el estar solos en el lobby de la Casona de 17 y H,  por aquel momento en que leyó su poema al Che en la Plaza de la Revolución. Me miro muy serio como buscando las palabras exactas y me dijo:

No sé de dónde saqué fuerzas para decir aquellos versos en aquel silencio de otros mundos. Me lo llevo en la memoria para toda la vida por irrepetible.

Observe el cibernauta los vericuetos y los lazos que tiende la vida entre recuerdos y conversaciones que pudieran resumirse en tres  palabras: Hasta  Siempre, Comandante.

 

 

 

Autor