Juan Gualberto Gómez, paradigma en el amor a Cuba

En aquella casa quinta eran las bibliotecas sitios especiales donde el político y periodista acostumbraba trabajar hasta altas horas de la noche, y fue entre sus libros preciados donde lo despidieron familiares y amigos en velada de honor.

“La biblioteca interior sirvió de cámara mortuoria. El féretro, entre cuatro cirios, estaba cubierto por la bandera cubana, al frente un crucifijo de pie y el conjunto reposando sobre una alfombra persa. La primera guardia de honor la asumieron su hijo Vicente y sus yernos Leonardo, Plácido y Rafael.

“Un emisario del presidente presentó a los dolientes la invitación para velarlo en el Capitolio y brindarle los honores oficiales. No lo aceptaron las hijas conocedoras de las convicciones antimachadistas de su padre.” Así se describe el suceso en texto de Mercedes Ibarra Ibáñez, bisnieta del patriota, incluido en la compilación Juan Gualberto Gómez. La Patria escrita, recientemente publicada por Ediciones Matanzas.

A 82 años del deceso de quien devino protagonista en la coordinación del reinicio en 1895 de las luchas independentistas en Cuba con la guía del Maestro José Martí, los escritos compilados por el periodista Norge Céspedes revelan al ser humano y al revolucionario orgulloso de su tez oscura, mediante el criterio de diversas voces y épocas.

“Pocos hombres me han dejado una impresión tan genuina y sin embargo tan sencilla, de proceridad”, opinó Jorge Mañach; “¿Quién sino Juan Gualberto defendió con más duro coraje, con más denodada inspiración martiana, los derechos de Cuba frente al bofetón que significó la Enmienda Platt?”, se preguntó Nicolás Guillén.

Décadas de ausencia física no son suficientes para opacar la impronta de un hombre que deviene paradigma en el amar a la Patria, pero toca a los cubanos de hoy honrar las raíces con acciones, para que continúen firmes, y se empine más el árbol de la Revolución.

Y es que no pierden valor aquellas palabras dichas por Juan Gualberto a la joven María Antonia Funcasta el 24 de febrero de 1933, después de izar la bandera cubana que tradicionalmente enarbolaba la familia en fechas significativas: “Mírala bien, a esta hay que defenderla hasta con la propia sangre”.

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