La antilógica del bloqueo contra cuba

Es lamentable que intereses mezquinos dedicados allá a una politiquería que no funciona de este lado, puedan, por su poder económico y financiero para manipular intenciones de voto, imponer que la realidad cubana sea en tema de la política doméstica estadounidense. La prevalencia de una medida donde emulan parejos ilegalidad, falta de lógica y violación al derecho internacional es un hecho insólito que demuestra cómo el interés político-electoral está por encima, incluso, de las más legítimas prioridades nacionales del país que la aplica.

Cuba, país agredido, lo padece desde octubre de 1962 víctima de la Ley de Comercio con el Enemigo, aunque desde 1959 Estados Unidos dio pasos coercitivos en tal sentido. Como añadidura a esa política se añadieron posteriormente las Leyes Torricelli y Helms-Burton. La propaganda se obstina en llamarle Embargo en lugar de Bloqueo, pero la evidencia la desmiente. Un embargo es abstenerse de adquirir y/o consumir productos procedentes del país al que se le aplica la medida. En el caso de la ley anticubana es evidentemente punitiva y violatoria, pues no se limita a lo anterior, sino que se aplica más allá de las fronteras del país que ejecutor – Estados Unidos – al presionar a otros países a no comerciar con Cuba ni invertir en ninguna clase de negocios, incluso la venta de productos cuyo único fin es la producción de medicamentos, y otros recursos para beneficio de la población cubana. Se trata de un premeditado propósito de aislamiento para abortar cuanto proyecto emprende el Gobierno Cubano en cualquier ámbito de lo económico, cultural, científico, educativo o salud. Es el indiscutible propósito de “demostrar” que el modelo social cubano no subsistirá sin recursos ni liquidez monetaria para emprender sus proyectos.

Abunda la información, al alcance de cualquier persona, que documenta los daños que el Bloqueo causa al pueblo cubano. Se conoce en cifras exactas a cuánto ascienden los daños en el orden financiero y también se sabe cuántas personas no han recuperado su salud – o incluso perdieron la vida – solamente por la imposibilidad de adquirir en el mercado estadounidense medicamentos para afecciones curables.

Si a alguien le parece poco, más allá de los daños ocasionados al pueblo cubano el Bloqueo – que hoy arrecia – es, paradójicamente, una medida opuesta a los legítimos intereses del pueblo estadounidense, de sus empresarios y del propio gobierno de dicho país. Va también contra la propia Unión, como suele también llamarse a Estados Unidos.

Si entre ambos países hubiera una normalización de relaciones, Estados Unidos hallaría en Cuba mercado seguro para sus producciones agrícolas e industriales; fuente cercana y directa para invertir; un proveedor de materias primas, materiales y manufacturas adquiridas hoy en puntos mucho más distantes; una superestructura – capital humano – de probada capacidad profesional para desempeñarse en las inversiones que de mutuo acuerdo ambos países pudieran desarrollar; acceso a los avances cubanos en materia de salud y biotecnología para la prevención de enfermedades; un normal y constante flujo de intercambio académico, artístico-cultural y científico en ambos sentidos; mejor flujo migratorio entre ciudadanos de ambos países, incluyendo la comunidad cubana que reside allá; concertación de acuerdos – más de los ya existentes, a pesar de las medidas – que beneficiarían la seguridad de ambos países.

Entonces, ¿a quién beneficia el Bloqueo?, ¿dónde está su lógica?, ¿qué lo justifica? Este 25 de octubre Cuba presentará – la ocasión número veinte que lo hace – ante la Asamblea General de Naciones Unidas una Resolución con el reclamo para el fin del Bloqueo contra la mayor de las Antillas. Con toda certeza la comunidad mundial votará a favor de esa Resolución que en dos décadas encuentra oídos sordos por la parte estadounidense.

Hasta el día de hoy prima en el vecino del Norte la sordera, la insensatez y desidia ante un reclamo no único de Cuba, sino mundial. A pesar de ello Cuba y el mundo no cejan en el justo empeño para poner fin al Bloqueo y que finalmente se abra la perspectiva de una relación respetuosa, de amistad y constructiva entre ambos gobiernos y pueblos. ¿Cuánto habrá que esperar? No es posible preverlo, pero sí necesario mantener el reclamo contra una injusticia mantenida hace medio siglo, hoy endurecida.

Seguros sí estamos, llegará el día en que cese esa actitud hostil hacia nuestro país, cuando algún gobierno de Estados Unidos caiga en la cuenta de que mantener el Bloqueo es medida contraria a sus legítimos y propios intereses. Entonces la antilógica del Bloqueo llegaría a su fin.

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