La Revolución llegó, y de la mano, el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT)

El televisor llegó después. Desde 1955 la vecina del frente abría las puertas de su casa todos los días entre semana para que los muchachos de la cuadra se sentaran en el contén de la acera y vieran las aventuras de turno del horario de las 7:00 p.m., transmitidas en vivo, antes del anochecer. “Estelvina era muy noble y sabía que a los niños les encantaba ese espacio. En aquella época no era nada común encontrar un televisor”.

Según cuenta Bertha, una señora octogenaria natural de la provincia Ciego de Ávila, quien reside en La Habana, “el boom de la radio en Cuba tenía atrapada a la gente desde la década de los años veinte pero aún así el poder de la imagen llamaba la atención de los más jóvenes”.

Poder ver historias recreadas en la pantalla chica o informarse de la marca de jabón más cotizada del momento resultaba en la primera mitad de siglo XX todo un acontecimiento. Por ello el proceso de recepción también forma parte de la construcción de la historia de los medios audio-visuales en la ínsula, si es que de ella se pretende hablar.
 
La mayoría de las familias en el país escuchaban radio. Un sector muy específico en los inicios de los 50, cuando llegó el medio a la Isla, veía televisión porque el resto no tenía acceso. La entrada de ambos medios a los hogares nacionales dependía del salario devengado y la actitud en el puesto de trabajo. Consumir un determinado producto era cuestión de clase.

La fundación del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) el 24 de mayo de 1962 constituyó no solo el desplazamiento del poder de los grandes consorcios mediáticos republicanos, en parte, sino la democratización de la información que a través de la radio y la televisión cubanas llegaba a los hogares de las familias en la Mayor de las Antillas.

El objetivo principal de la institución amparada bajo el gobierno revolucionario era difundir y orientar las emisiones de ambos medios para todo el territorio nacional, mediante una programación portadora de “altas virtudes políticas, ideológicas, sociales, éticas y estéticas, al servicio de los conocimientos, la cultura, la recreación y la defensa de los valores e intereses más sagrados de la Nación y de todos sus ciudadanos”, según establecen las resoluciones.

A partir de entonces, con una estructura mucho más orgánica y coherente que la anterior, los espacios  transmitidos desde los estudios y cabinas de grabación fueron recepcionados con niveles un poco más alto que en épocas anteriores.

En las vacaciones del año 1964 llegó a casa de Bertha un televisor. Y aunque todo el mundo en el barrio no contaba con este equipo, ella, la vecina del frente y los adolescentes de las zonas aledañas podían degustar lo mismo del espacio aventuras que la novela. La señora,  que ya hoy peina canas, recuerda que, no obstante la llegada al unísono de ambas señales, siguió cocinando frijoles cada mediodía al calor de la señal radiofónica. Según los recuerdos de Bertha, la cubana, podemos confirmar que mediar los ´50 cubanos, también era una cuestión de clase social. La Revolución llegó para cambiar y junto a ella, el ICRT.

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