Simón Bolívar, su natalicio y obra inconclusa en América

De Bolívar se ha escrito y dicho por todas partes y en todos los tiempos. Una antigua imagen edulcorada, aunque ciertamente bravía, nos enseñaban en la escuela hace décadas, mientras las realidades contradecían la esencia de sus más agudos y profundos postulados. No faltaron quienes llenaran de imprecaciones su memoria al tiempo que otros, tal vez menos crueles e implacables, acusaron su ideario de sana utopía. Permanecía irredenta, a la espera de un nuevo y definitivo despertar, la América que bajo la sombra de su sagrado nombre yacía semi-inmóvil en el letargo de la espera.

Pero hace unos cuantos años Bolívar, a través de su ideario e interpretado en su justa dimensión por los seguidores de hoy, comenzó a cabalgar por llanos y montañas del continente y las Antillas para consumar la obra que la incomprensión y el egoísmo de otros hiciera retrasar. A pesar de sus detractores, el tiempo le dio la razón; es por eso que hoy renace en pensamientos y acciones para concluir la emancipación de estas tierras desangradas y dolidas.

Su persona es para los latinoamericanos síntesis de identidad, por ello, con razón escribiría Antonio Núñez Jiménez: “Simón, por su cuna mecida entre los Andes venezolanos y el Mar Caribe, por sus raíces étnicas, vascas y africanas, es un símbolo de Nuestra América, crisol de razas entrelazadas por el drama de la colonización, la esclavitud y las luchas entre explotadores y explotados”. (1) Quien no lo entiende así, difícilmente comprenderá la realidad latinoamericana de ayer y de hoy.

Los actuales procesos políticos que tienen lugar en varios países de América Latina son, obviamente, inspirados en el ideal libertario e integrador del Libertador. Para el pensamiento de Bolívar siempre fue una América continental e insular unida, la solución de los viejos lastres arrastrados por el colonialismo y el intercambio desigual entre las viejas colonias, intencionalmente divididas para que sobre ellas se ejerciera mayor control.

La proyección integradora de Bolívar fue manifestada por él mismo, en 1819 en el Discurso de Angostura, durante la inauguración del Congreso de Venezuela. En la ocasión expresó: “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del Norte, que más bien es un compuesto de Africa y de América que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter”. (2) Tal afirmación de la realidad venezolana es perfectamente aplicable al resto de las antiguas colonias de España en este hemisferio: territorios con identidades culturales idénticas – o muy parecidas entre sí – que sustentan el propósito de la unidad. Más adelante añadió refiriéndose a “…la difícil ciencia de crear y conservar con leyes propias, justas y legítimas, y sobre todo útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un gobierno no consiste en su teórica, en su forma ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien instituye”. (3)

Las anteriores afirmaciones ratifican la necesidad de América Latina en la búsqueda de formas autóctonas, conforme a su naturaleza, sin la importación o copia de modelos foráneos, aunque sí conociendo y reconociendo cuanto de bueno ha avanzado la civilización en el campo de las libertades y los derechos, pues los hay que por su universalidad, sentido humanitario y probidad científica son aplicables a cualquier circunstancia histórica.

El LibertadorCopiar a Bolívar al pie de la letra, sería la forma más incongruente de continuar su obra. Cada ser humano, y pueblo en su conjunto, es hombre (o mujer) de su tiempo y, como tales, cada época les aporta sus signos y prioridades que con sabiduría y madurez deben ser capaces de interpretar para no errar el camino.

Los de su tiempo, quienes hacen en su momento lo que ese instante precisa que hagan, son la gente de todos los tiempos; son los seres que se proyectan hacia la universalidad. José Martí, quien admiró y amó a Bolívar como un hijo a su padre, llegó a decir: “¿A dónde irá Bolívar?… ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente en lava blanda, dio Bolívar a las ideas madres de América! ¿A dónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres, para que defiendan de la nueva codicia y del terco espíritu viejo la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad!”. (4)

Bolívar renace en el paisaje latinoamericano con esa visión martiana, esencialmente emancipadora y revolucionaria. Así de él también dijo el gran visionario cubano: “…Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; ¡porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”. (5)

NOTAS:

(1)    Nuestra América, Antonio Núñez Jiménez, Editorial Pueblo y Educación, Instituto Cubano del Libro, 1999 p.245
(2)    Bolívar y los valores republicanos, (Fragmentos del Discurso de Angostura) El Correo de la UNESCO, junio 1989 p.35
(3)    Ídem., p.35
(4)    José Martí, “Simón Bolívar”, discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893. Obras Escogidas, Editorial Aguilar, 1953, p.1148
(5)    Ídem., p.1143

 

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