El asesor: La otra mirada

En Radio y Televisión se les llama asesores a quienes en prensa escrita vienen a ser los correctores de estilo, mientras que en páginas web y editoriales dedicadas a la publicación de libros, hablamos de editores. 

Hay escritores a quienes resulta muy difícil detectarles alguna equivocación. He conocido algunos de ellos que revisan sus textos decenas de veces con afán compulsivo. Ante individuos así a los asesores, editores, correctores, etc., se les complica demasiado el sustento. Para suerte de ellos, son pocos. 

Entre las tareas de un asesor o editor cuentan la detección de errores de redacción y conceptuales; sugerir adiciones, supresiones o modificaciones, y a veces el cambio de orden de un tema. Esos especialistas dedican jornadas a su trabajo y mantienen un diálogo respetuoso y profesional con el escritor. Tarea que más de una vez puede herir la sensibilidad de quien escribe, algo que no debería suceder. 

Quienes se dedican a asesorar son un brazo derecho extra para cada autor. No tiene por qué existir rivalidades ni antagonismos entre uno y otro. En medio del apremio a que nos lleva escribir, casi siempre contra-reloj, es normal que aparezcan faltas ortográficas, repeticiones de palabras, sintaxis inadecuadas, adjetivos que están de más y los abusados gerundios. Otro tanto sucede con las subordinadas, anfibologías y cuanto disparate se nos puede ocurrir.  ¿Acaso una muestra de ineptitud? En lo absoluto. Por mucho que lo intentemos, es muy complicado “dar a luz” un trabajo escrito sin mácula.  Para colaborar al buen fin del proyecto, ¡contamos con el asesor! 

En la Radio es ineludible para la revisión de los guiones. El asesor verá lo que no vio el escritor, por mucho que haya revisado sus textos; puede conseguirlo – quizá – si engaveta su obra durante varios días y al cabo de ese tiempo vuelve a leerla; pero quienes escribimos para la Radio, sabemos que eso casi nunca es posible. 

Lo que importa es tener buenos asesores. Muchos lo son; a otros les falta un buen tramo por recorrer. Un curso de adiestramiento sirve para introducir a quienes aspiren serlo, aunque la meta exige tres cualidades: cultura general, perspicacia y especialización en contenidos. 

La cultura general va en primer lugar, aunque alguna vez sea necesario acudir a medios de consulta o a otra persona que conozca más de un tema en particular. Le sigue la perspicacia, que consiste en penetrar los textos y sus significados posibles para que cada mensaje sea directo, sin ambages y con toda la claridad que exige el discurso radial; además, conocer la ficha técnica de cada programa que asesore. La tercera cualidad es la vena artística, que hace posible la participación plena en el proceso creacional. 

El asesor no es – o no debería ser – un funcionario supervisor, un centinela que no pierda pies ni pisadas del escritor, y mucho menos su inquisidor. Al asesorar debe prevalecer un espíritu de colaboración para que cada guion dé lugar a un mejor producto radiofónico. Asesor y escritor, cada cual encamina su esfuerzo hacia el mismo fin.   

La Radio precisa de buenos asesores; para la óptima salud de su programación es indispensable esa otra mirada.

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