Cultura como expresión de vida

Allá en el Oriente cubano bravo y generoso, donde un Bayamo inmortal prefirió arder en llamas semanas más tarde y dejar de ser, antes que dejar de ser cubano; porque al hablar de patria, nación, identidad y cultura nos referimos a los motivos y razones para existir.

En aquel lejano 1868 los primados mambises empezaron a luchar por nosotros. Arriesgaron todo cuanto tenían; no les importó perder riquezas, tranquilidad solariega ni la misma vida que de nada sirve cuando se tiene de rodillas.

Con su sabiduría inconmensurable escribió Martí hace 133 años que «Ser culto es el único modo de ser libre» (1).

Ese pensamiento lo identificamos siempre con el aprendizaje que hace desaparecer a la ignorancia y, como sol nuevo, arroja el entendimiento capaz de hacernos crecer en la escala humana.

Aún más, ser cultos es también tener esculpida, hasta en el último átomo de cuerpo y alma, la convicción de quiénes somos, dónde estamos, de dónde venimos, hacia dónde vamos. Es igualmente la forma como nos relacionamos con los otros, con la naturaleza y con nosotros mismos.

Generalmente asociamos casi por instinto la cultura con el arte, y es acertado; solo que el arte en sí solo es cultura cuando surge y se expresa como parte de una realidad dada.

El arte es expresión de cultura que aunque no la única, sí sustancial por su trascendencia y capacidad de manifestar la realizándola desde la dimensión del espíritu.

De ahí que géneros musicales nuestros como la Rumba y el Son constituyan patrimonios culturales inmateriales de Cuba, lo mismo que desde 1959 es el Danzón nuestro Baile Nacional.

Muchas personalidades e instituciones artísticas dan fe de esos tesoros que debemos preservar y seguir cultivando, entre ellas cabe mencionar hoy al Septeto Santiaguero, agrupación que rescata parte importante de la riqueza de nuestro pentagrama tradicional, por citar solo un ejemplo.

La cocina cubana es también parte de nuestro Patrimonio Cultural. El congrí oriental o los moros y cristianos; el lechón asado y la yuca con mojo entre tantas delicias al paladar, son lo mismo que la Rumba y el Son, expresiones propias, tanto como la arquitectura colonial donde en muchos casos se revelan expresiones de cubanía, igual que en nuestra poesía y obras en prosa; la plástica y cuanta obra del ingenio y la inspiración humanos surgen a diario.

Cantar, reír, bailar, llorar, conversar;el oficio o profesión realizados, la forma como agarramos la cuchara para llevarnos el alimento a la boca y la búsqueda de la trascendencia del alma: todo eso es cultura. Somos tan dichosos que la nuestra es esencialmente mestiza.

Nos llegó de España -de por sí fruto de un mestizaje- en parte fusionada con las comunidades aborígenes para luego recibir la riqueza esencial del África negra a la que se sumaron inmigrantes chinos, árabes y judíos.

Eso y más es esta cultura que para bien personal y colectivo debemos conservar, defender y enriquecer en la convicción de que no se trata de un mueble antiguo a guardar como reliquia, sino de una realidad dinámica. Cultura que para seguir viva y creciente,latiendo en su lozanía, precisa mantener su identidad,comenzando por la conservación de la independencia nacional.

Por eso Céspedes, Perucho y tantos otros que les antecedieron hasta Martí y Fidel, supieron que la soberanía es el único garante que salvaguarda la cultura, lo que somos y quiénes somos.

Finalizo al retomar palabras del Apóstol cuando escribió:

…la madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura”. (2)

Notas:

(1) «Maestros ambulantes», La América, Nueva York, mayo de 1884, t. 8, p. 289 – Tomado de Diccionario del Pensamiento Martiano, Ramiro Valdés Galarraga, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, 2004.

(2) «Tilden», La República, Honduras, 1886 t. 13, p. 301 (Ibídem)

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