Radio y teatro en Cuba. Dos plataformas y una historia común

La migración de los actores de un lugar a otro, la preferencia de los públicos, o la facilidad que implicaba encender el aparato receptor y disfrutar una obra sin la necesidad de trasladarse hasta una sala de teatro fueron algunos de los elementos que incidieron en la pugna entre estos dos lenguajes artísticos.

Lo cierto es que la radio se impuso reclamando un espacio propio. Pero las tablas no cayeron ante el embate de la novedad y mantuvieron su impronta traduciendo unas veces a la escena criolla piezas del repertorio internacional, y en otras ocasiones recreando la realidad de la isla y criticando con inteligencia el régimen imperante.

En este andamiaje no pueden dejar de valorarse en su justa medida a los patrocinadores. Muchas veces las cuestiones más áridas de la incipiente industria radial y el teatro no trascendían a los artistas.

La mano que pagaba era la que se jugaba a los pulsos en contiendas llevadas y traídas, no siempre con las mejores prácticas éticas y valiéndose de cuestionables mecanismos para imponerse en el gusto.

De los actores y actrices puede decirse que se trataba generalmente de la misma nómina en uno y otro espacio. Las voces de locutores de renombre resultaban recurrentes.

Los temas de moda se tocaban y cantaban en vivo tanto en los estudios como en las salas amuebladas. Los escritores versionaban sus obras de un medio a otro. A veces se simultaneaba radiando el espectáculo teatral completamente en vivo.

De esta controversia y sus elementos de ruptura y continuidad se obtuvo un riqueza patrimonial invaluable que los radialistas cubanos no podemos olvidar.

Si en el pasado radio y teatro estuvieron ligados a través del cordón umbilical de las creaciones y el personal artístico, hoy no es diferente.

Figuras de la talla de Corina Mestre, Teresita Rúa, Obelia Blanco, Irela Bravo o Iván Pérez son algunos ejemplos de esta realidad.

Hay que decir que no corren los mejores tiempos que digamos para la fusión radio teatral. Ya entre ambos escenarios se ha corrido la cortina de la especialización y cada día son menos las iniciativas al respecto.

Los radioteatros desaparecen de las parrillas de programación de nuestras plantas radiales y, a juicio de este escribidor, no son suficientes las acciones bien pensadas al respecto.

Si somos autocríticos, debemos reconocer que las limitaciones económicas y la complejidad del dramatizado teatral lo han relegado sin pensar en su aporte estético en la construcción de la conciencia social colectiva.

Saludable o no, la relación entre la radio y el teatro tiene rubores de romance. Las historias de ambos se entrecruzan en un hilar de tradición y lucha.

Cuentan con el viso costumbrista del teatro Martí y el clásico del Alhambra. Por esta razón también los hombres y mujeres de la radio debemos sentirnos felicitados. ¡Enhorabuena!

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