La perniciosa sobreadjetivación

Quienes escribimos para la radio todos los días, corremos riesgos en cuestiones de redacción. Uno de ellos consiste en el abuso de los adjetivos. En ocasiones no abusamos de ellos, pero resulta radialmente poco recomendable su empleo; incluso sin que al hacerlo se transgredan preceptos académicos de nuestro idioma.

Todos los redactores, escritores y guionistas experimentamos un poco el controlable afán por ofrecer hasta el menor detalle de las ideas que deseamos difundir. Ese interés implica abundar en aspectos superfluos del tema que, lejos de ilustrar, confunden al radioescucha o al lector, cuando redactamos para Internet.

¿Cuántas veces no leemos algo que en el orden sintáctico y gramatical, en sentido general nos parece y es correcto? Únicamente la retroalimentación diría la última palabra, pero no siempre podemos aprovecharla y, en el peor de los casos, “lo escrito, escrito está”.

Escuchemos un contenido por la radio, cualquiera que sea, y tal vez advirtamos que se abusa en los adjetivos. Es lógico que nos desvela el deseo de calificar gentes, situaciones, sucesos, paisajes, impresiones, pero el efecto no es muchas veces el ansiado.

Si nos referimos a un día abundante en sol, despejado, con el predominio del verdor de la hierba y los colores de las flores, nos arrebata la tendencia a expresar que se trata de “un bello día”. – ¿Para quién? ¿Qué es bello y qué es feo? ¿Tenemos la certeza – en este ejemplo – que los patrones de belleza y fealdad sean los mismos para todos? ¿Acaso no pueden variar de acuerdo al área geográfica, la cultura, los gustos individuales y los condicionamientos psíquicos y sociales de cada grupo humano? – Es una media general, para ustedes y para mí, que un amanecer soleado y sin nubes merece la calificación de “día hermoso”, pero no ciertamente para todos. Digamos que un día con esas características evoca recuerdos para ciertas personas que les llenan de tristeza, lo mismo que una tarde gris, tras un aguacero, puede evocar la alegría, como el reencuentro con un ser querido. Espero haberme explicado hasta aquí.

Ejemplos los hay por miles y no intento atiborrarlos de ellos. Solamente me interesa hacer un llamado para cuidarnos del uso excesivo de los adjetivos y, también, de un uso racional que nada aporte al propósito de que el mensaje llegue al mayor número de destinatarios, a no ser que de firme propósito lo hagamos para un grupo bien específico.

De todas maneras, cabe alertar en este sentido y, para no dejar el tema a medias, considero útil darles algunas pistas a seguir.

La práctica de cada día me hizo inferir – para mi labor, y ojalá también les sirva a ustedes – que puedo dividir los adjetivos en dos grupos.

1.- Abstractos o Conceptuales.

2.- Concretos o Específicos.

Los Abstractos o Conceptuales son el fruto de experiencias psicológicas y sociales. Pertenecen al campo de las ideas.

Los Concretos o Específicos se remiten directamente a las experiencias sensoriales, relacionadas con la dimensión material del entorno.

Los Abstractos o Conceptuales pueden poseer una connotación generalizada y califican estados de ánimo, nociones y valoraciones. Aquí figuran algunos como “bello”, “grandioso”, “valioso”, “importante”, “necesario”, “heroico”, “valeroso”, “fabuloso” y otros. Una vez que se emplean debemos releer y preguntarnos porqué calificamos de una de esas maneras al objeto o sujeto que nos ocupa. Es mejor ser explicativos, antes que simplemente calificativos cuando se trata de esta categoría.

En el segundo grupo, el de los adjetivos Concretos o Específicos, resulta un poco más fácil. Estos mantienen una relación directa con nuestros cinco sentidos. “Huele a rosas” no es lo mismo que decir “huele bien”; igual que “día caluroso” o “día invernal” es más esclarecedor que “día con clima insoportable”. “Cielo azul con sol brillante” dice más que “cielo hermoso”. ¿Acaso no hay quienes prefieren los días grises? Tal vez sea la excepción, pero recordemos que “si toda regla tiene su excepción, también la excepción justifica la regla”. Es obvio que los adjetivos concretos son los de más fácil aplicación, dado su vínculo con los aspectos sensoriales. Son adjetivos que se relacionan directamente con el aspecto fisiológico, con lo somático.

La cuestión, más que angustiarnos por esquemas a la hora de redactar, reside en lograr una redacción cada vez más directa y fluida. Si es imprescindible el adjetivo, usémoslo, pero si podemos prescindir de él, entonces procuremos la forma de describir con claridad y precisión aquello que intentábamos calificar con un mero adjetivo. En radio vale mucho ser explicativos sin apelar a la verborrea.

Es de buen gusto evitar los excesos, tanto en el uso como el no uso de los adjetivos en la redacción radial y periodística. Sin ser demasiado parcos en la redacción, sí seamos lo suficientemente sencillos al expresarnos. Cuidémonos de la sequedad y falta de matices en la redacción, lo mismo que de la pomposidad diletante que más lejos de aclarar confunde y, más que esclarecer o embellecer, insulta la inteligencia de quienes escuchan o leen.

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