Musicalización: el tratamiento de la realidad

Aunque se ha demostrado que la ambientación, cuando es empleada a conciencia, suele ser tan expresiva y determinante como la música, aún es notable la poca dedicación a este aspecto medular del diseño sonoro de una obra radial.

Varios problemas asoman como posibles causas:

1. La mencionada subvaloración del potencial expresivo de la ambientación.
2. No existen archivos de sonidos y ambientes con los requerimientos necesarios para desarrollar esta labor.
3. Los archivos existentes no están provistos de una catalogación que facilite su acceso.
4. Se amplía en buena medida el tiempo de preparación de los programas.
5. No es habitual la grabación de sonidos y ambientes naturales.

Cuando se indaga en los archivos de sonido llama la atención lo particular de estas grabaciones. Iniciadas a principios del pasado siglo XX por museos británicos, en ellas sobresale el sonido de los campanarios más y menos célebres del mundo, el tráfico de las más variadas avenidas, ladridos de múltiples razas de perros.

Los sonidos más inimaginables están recogidos en esas colecciones evidenciando que la ambientación es, en buena medida, la expresión de lo particular, de lo auténtico, la posibilidad de conjugar un entorno verosímil, reconocible, similar a la realidad.

En la medida en que el entorno sea reconocible, tangible, el potencial expresivo de los sonidos y ambientes se puede diversificar y comenzar a discursar al mismo nivel, en jerarquía que la música.

Destaca en una buena ambientación el adecuado tratamiento acústico del lugar representado. No es el mismo sonido el de un vehículo en marcha desde su interior que desde el exterior, no se escuchan igual un sonido al aire libre que en un local cerrado. Y así cada exterior o interior tiene sus particularidades.

La única forma de representar la realidad es mostrarla tal cual es. De ahí la importancia que, en las obras nacionales, tienen las grabaciones de los sonidos que nos identifican, nuestras aves, nuestros pregones, nuestros tráficos, nuestros murmullos, etc.

Los ambientes también se construyen. Una unidad militar genérica, puede componerse a partir de: aves del lugar, soldados marchando, voces de mando y algún vehículo pesado que se detiene, arranca o pasa, todo en diferentes niveles.

Pero el musicalizador, en el caso específico de la ambientación, enfrenta acotaciones imprecisas desde el guión y habitualmente lee: AMBIENTE DE CIUDAD, AMBIENTE DE UNIVERSIDAD, TRÁFICO, AUTO ARRANCA, etc., todo sin más detalles. Imaginar los entornos sugeridos, de qué se componen, determinar el sonido esencial, el identitario, discriminar cuáles se adecuan a la realidad de ese ambiente, y a partir de ahí, seleccionar en base a la tonalidad de la obra la atmósfera a crear.

En relación con el ejemplo antes expuesto podemos, a partir de los sonidos escogidos, generar diferentes atmósferas. Si se intensifica más el tráfico de vehículos pesados, sería diferente a ningún vehículo pesado y sólo aves, hombres marchando y voces de mando distantes.

Podemos manipular las aves desde sonidos agradables hasta graznidos en dependencia de lo que queramos lograr. Eso sí, mantendríamos las voces de mando y los hombres marchando porque representan, en orden de importancia, la identidad de la unidad militar que aspiramos a representar. Observen que si suprimimos a estos quedaríamos con las aves y los vehículos pesados, lo que resultaría un ambiente sonoro ambiguo e indefinido.

 

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