Oralidad y pensamiento en la radio

La identidad nace como el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás, de esta manera se cultiva la conciencia a partir de las costumbres, el modo de vida, los conocimientos y el grado de desarrollo artístico, científico e industrial que cada grupo o época ostente. En otras ocasiones hemos planteado que la radio es un reflejo de la sociedad.

Si la palabra es fruto del pensamiento los programas de radio pueden y están llamados a la transformación de su entorno como consecuencia de las acciones de la intelectualidad. Una radio es un centro generador de arte y cultura, una tribuna donde se expresa un conjunto de ideas propias de una persona o colectividad. En el siglo XXI las estaciones radiofónicas constituyen escenarios para que todos puedan hablar y expresar sus pensamientos, acción que se hace más efectiva cuando los micrófonos se ubican en los sitios protagónicos del quehacer cotidiano: cooperativas de producción de la tierra, escuelas, hospitales, talleres o industrias, parques y barrios.

Si la radio origina sus señales desde las locaciones su credibilidad y aceptación crece a partir de la oralidad que nace desde bien abajo, donde nace la conciencia nacional. Los programas son puentes de imágenes en movimiento y al propio tiempo contribuyen como gestores de los cambios sociales. Una emisora sea grande o pequeña tiene responsabilidades en la creación del pensamiento colectivo desde los principales exponentes individuales.

Los que hacemos radio tenemos que hacer siempre el bien por la comunidad sentir la dicha de un oído receptor que agradece la calidad de nuestros mensajes. Armando Hart Dávalos al evocar los 50 años del primer curso escolar través de ideario martiano  expresó

“¿Quieren ustedes ser dichosos en la vida? Practiquen el bien y encontrarán una dicha personal. Hay numerosos ejemplos que confirman lo expresado por Martí de que la mejor forma de ser dichoso es practicar el bien: los médicos se alegran enormemente cuando curan un enfermo, cuando salvan una vida; los maestros cuando sus alumnos crecen, se desarrollan y tienen éxitos; en general hacer el bien, ser solidarios produce felicidad. El amor, que dignifica y exalta la vida, está presente en todo el que hace un trabajo honesto, y eso le proporciona satisfacción personal. Esto tiene un enorme valor pedagógico”.

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